Los chichimecas y el Septentrión Mesoamericano

Las fuentes del siglo XVI refieren a la existencia de diversos tipos de chichimecas. Por ejemplo, el franciscano Bernardino de Sahagún enlistó en su obra las siguientes categorías: los tamime (tiradores de arco y flecha), los otomíes y los teochichimecas (que eran del todo bárbaros), también denominados zacachichimecas (hombres silvestres). En líneas generales, a estos grupos se les dotó de l condición de pueblos indómitos,  de cultura simple por practicar de manera incipiente la agricultura, además de que su actividad principal era la cacería.

Sin embargo, resulta interesante cómo los cronistas emparentados con la nobleza indígena se afiliaron al término chichimeca de la forma que más les convino, ya que sus antepasados fueron grupos herederos de este linaje. Tal fue el caso del cronista mestizo Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, quien caracterizó a estos grupos con adjetivos que expresaban no sólo barbarie, sino también un verdadero carácter aguerrido y belicoso, especialmente aquellos de los que descendía su linaje.

Por su parte el cronista de origen chalca, Chimalpain Cuauhtlehuanitzin, consignó otra connotación para el término, contraria a la que postuló en su momento el mismo Sahagún: teochichimeca. La palabra en cuestión se componía del sufijo teotl -Dios- que hablaba del poder y majestad, así como del valor simbólico del grupo que lo detentaba, a la vez que los diferenciaba y distinguía de los “simples bárbaros”.

Con la llegada de los españoles, el concepto de salvaje o bárbaro fue aplicado de manera general y homogénea a los grupos que presentaban gran resistencia a la evangelización y a vivir bajo el dominio de la Corona de Castilla.  En México  algunos de estos grupos fueron llamados “chichimecas”, particularmente los del norte del país, la zona cultural llamada aridamérica, que opusieron más resistencia a la colonización de los españoles y sus aliados indígenas, como los tlaxcaltecas que conquistaron y poblaron muchas regiones del norte. De esta manera el concepto indígena de chichimeca, que no tenía nada de negativo y que no connotaba la idea de inferioridad o atraso, fue asimilado con los conceptos europeos de bárbaro y de salvaje, que eran altamente negativos e implicaban una devaluación de las culturas.

A partir del siglo XIX, los antropólogos e historiadores han reforzado la identificación entre chichimecas y salvajes y han profundizado el contraste entre los bárbaros chichimecas y los civilizados toltecas, aunque es preciso decir que hoy en día esta dicotomía se ha puesto a debate y que varios autores afirman que la identidad de los chichimecas era complementaria a la de los toltecas.

Con relación a la procedencia de los grupos chichimecas, contamos con registros que aluden a un origen norteño o septentrional. Al respecto cabe preguntarse ¿qué significaba el norte? o ¿a qué región correspondía este “norte” en Mesoamérica? Los cronistas que escucharon hablar de este punto de partida buscaron a una ubicación geográfica que pudiera ser verificable, en consecuencia, consideraron que Chicomoztoc -el lugar de las siete cuevas- era aquel norte y se ubicaba, además, a una distancia considerable del centro de México.

En las descripciones de las historias nahuas, este es un sitio temible, pues en su interior habitaban animales como ocelotes y serpientes, mientras que en sus inmediaciones había barrancas, bosques y serranías en las que crecían diversas cactáceas, magueyes, biznagas y zacate. Ahora bien, y contrariamente a lo que podría pensarse, el paisaje de Chicomoztoc se encuentra estrechamente asociado a un sitio creador de vida. Algo similar sucede con el inframundo, ya que no sólo se trata de un lugar donde la muerte encuentra refugio, sino donde se genera la vida. Así, para que existiera la vida tenía que existir la muerte y viceversa. Tampoco resulta extraño que el norte se asocie al signo itzcuintle (perro), canino relacionado al inframundo en algunos contextos mortuorios.

El paisaje de Chicomoztoc se parece al paisaje por el que viajaron los grupos chichimecas que poblaron el Valle de México, los acolhuas de Texcoco, los tepanecas de Cuauhtitlan, y también los mexicas. En sus descripciones se menciona de manera recurrente vegetación de tipo xerófita como nopales, biznagas y cactus. Asimismo, las fuentes señalan el conocimiento y la utilización del maguey por parte de estos grupos durante esta etapa: cuando faltaba agua, cortaban los magueyes y bebían el néctar de sus entrañas.

En este tránsito migratorio, las plantas además de ser una valiosa fuente de alimento, fueron también de gran utilidad como materia prima para confeccionar casas provisionales y flechas. Además, tuvieron importante un uso ritual, ejemplo de ello son las puntas de maguey que se utilizaron para el autosacrificio.

A partir de lo relatado, podemos conjeturar que esta particular vegetación marcó tanto la etapa de migración como la del establecimiento de los grupos chichimecas. Asimismo,  no debe pensarse como una flora de tipo incidental o decorativa, pues tuvo una correlación directa tanto en los nombres de los lugares como en los nombres de los personajes. Además, la vegetación y la forma de vida del lugar de origen eran mantenidas o representadas en el paisaje y los templos del nuevo sitio de establecimiento, de ahí que ser chichimeca implica relacionarse con una región desértica e inhóspita aunque también poder vivir fuera de ella.

Finalmente, no está de más indicar que a pesar de que los grupos chichimecas buscaron diferenciarse unos de otros, compartieron en muchos casos sistemas de creencias que los hicieron partícipes de una misma visión del mundo y de un origen común. 

 

 

Para leer más:

  • Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de, “Sumaria relación de todas las cosas que han sucedido en la Nueva España, y de muchas cosas que los tultecas alcanzaron y supieron desde la creación del mundo, hasta su destrucción y venida de los españoles, sacada de la original historia de esta Nueva España”, en Obras históricas, 2 v., ed., estudio introductorio y apéndice documental por Edmundo O’Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1975, (Serie de historiadores y cronistas de Indias, 4), v. 1, p. 259-393.
  • Chimalpain Cuahtlehuanitzin, Domingo Francisco de San Antón Muñón, Segunda relación, en Josefina García Quintana, Silvia Limón, Miguel Pastrana y Víctor Manuel Castillo Farreras (eds.), Primera, Segunda, Cuarta, Quinta y Sexta Relaciones de las Différentes Histoires Originales, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2003, p. 31-55 (Serie de Cultura Náhuatl, Fuentes 11).
  • Matos Moctezuma, Eduardo, La muerte entre los mexicas, México, Tusquets, 2010, 227 p., ils. (Tiempo de México).
  • Navarrete, Federico, “Chichimecas y toltecas en el Valle de México”, Estudios de Cultura Náhuatl, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, México, v. 41, 2011, p. 19-50.
  • Reyes García, Luis y Lina Odena Güemes, “La zona del Altiplano Central en el Posclásico: la etapa chichimeca”, en Linda Manzanilla y Leonardo López Luján (coords.), Historia antigua de México, v. 3, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, Porrúa, 2000, p. 235-276.
  • Sahagún, Fray Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España, 3ª ed., 3 v., introd., paleografía, glosario y notas de Josefina García Quintana y Alfredo López Austin, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2000, 1450 p.
  • Yoneda, Keiko, “Reflexiones en torno de la flora en el Mapa Cuauhtinchan No 2 (siglo XVI)”, en Beatriz Albores Zárate (coord.), Flor-flora. Su uso ritual en Mesoamérica, México, El Colegio Mexiquense, Fondo Editorial Estado de México, 2015, p. 47-84.
Para citar: Maribel Aguilar Aguilar, Los chichimecas y el Septentrión Mesoamericano, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1599/1589. Visto el 25/04/2024