Tradición urbana mesoamericana

Tan pronto como llegaron a lo que actualmente es México, los conquistadores tuvieron contacto con distintos pueblos y pudieron observar diversos asentamientos humanos, algunas veces desde los navíos, otras directamente. El primer contacto con las ciudades dejó impresionados a los recién llegados, pero ninguna causó tanta admiración como la gran Tenochtitlan, imponente por los grandes edificios del centro ceremonial, por sus importantes obras hidráulicas como canales, acequias y calzadas. Sin embargo, la organización urbana de la capital de los mexicas formaba parte de una larga tradición de ciudades mesoamericanas cuyos orígenes se remontan hacia el periodo Preclásico (2500 a.C.-200 d.C.).

Una de las ciudades más antiguas fue San Lorenzo, la capital olmeca en Veracruz. Otras ciudades tempranas fueron La Venta, en Tabasco; Monte Albán, en Oaxaca; y Nakbé, El Mirador e Ichkabal, en el área maya. Durante el Clásico (200-900 d.C.) se presenta la propagación de la vida urbana. Teotihuacan fue una de las más importantes, pero también un gran número de ciudades mayas como Tikal, Calakmul, Palenque, Yaxchilán, entre otras. El fenómeno urbano también se presentó en la región mixteca y en los valles centrales de Oaxaca, así como en la zona de Jalisco, en el sitio de Teuchitlan. Durante el Epiclásico (650-900 d.C.) en el Centro de México las ciudades presentaron un cariz defensivo y se extendió la idea de una ciudad arquetípica que todos querían emular, un concepto que en náhuatl era Tollan. Durante el Posclásico temprano (900-1250 d.C.) hay que mencionar ciudades importantes en el Centro de México como Tula y Cholula; Chichén Itzá en la zona maya. Para el Posclásico Tardío (1250-1521 d.C.) hubo otras más, Mayapán, Mitla, Q’umarkaj, Tzitzuntzan, Patzcuaro, Cempoala, Tlaxcala, Texcoco, Azcapotzalco y obviamente Tenochtitlan, todas, paulatinamente, cayeron ante las huestes de Cortés.

En cuanto al estudio de la ciudad mesoamericana como concepto, éste se ha realizado desde diversas disciplinas como la sociología, la economía, el urbanismo, la arqueología, la antropología, la arquitectura y la historia. Algunas definiciones se han basado en la forma, otras en la función, dando pie al surgimiento de conceptos como ciudad-templo, ciudad-palacio, ciudad-mercado, entre otros. 

Si bien aún no se cuenta con una definición ampliamente aceptada por los académicos de lo que se entiende por ciudad en el caso de Mesoamérica, en general, éstas se caracterizaban por contar con grandes plazas rodeadas por plataformas o basamentos piramidales; edificios religiosos y administrativos, entre los que destaca el palacio, sede del grupo gobernante; juegos de pelota; áreas de cultivo; jardines; calles; calzadas y una infraestructura hidráulica. A pesar de estas características comunes, no hubo una ciudad igual a otra; ya que existen diferencias en cuanto a la distribución, la concentración de los edificios y la población, en la traza urbana y en la arquitectura. Muchas de estas particularidades se debieron a las condiciones del medioambiente propias de cada caso. De esta forma, podemos encontrar ciudades asentadas en grandes valles, sobre cimas de montañas, en medio de densas selvas, entre ríos y pantanos o, como Tenochtitlan, sobre un islote en medio del lago.

Las ciudades eran asentamientos permanentemente ocupados, extensos y densamente poblados según su época y región. Además, eran la sede de una organización política altamente jerarquizada y centralizada y de una sociedad estratificada y heterogénea que compartía una identidad cultural, que establecía relaciones sociales basadas en la reciprocidad y que se cohesionaba a través del ritual y su visión del mundo.

Por otro lado, las ciudades en Mesoamérica también fueron representaciones del cosmos. Un ejemplo de ello es Teotihuacan: a través de sus ejes rectores, la Calzada de los Muertos y la Calzada Este-Oeste, tuvo una configuración cuatripartita propia de la cosmovisión mesoamericana, tal y como sucedió con la traza de Tenochtitlan siglos más tarde. En gran medida, las distintas orientaciones de las calzadas y los edificios en los asentamientos estaban definidas por la posición de cuerpos celestes, principalmente el sol, pero también algunas estrellas o grupos de ellas.

De igual forma, las ciudades fueron reproducciones de la geografía sagrada. Por ejemplo, los grandes basamentos piramidales eran representaciones de Montañas Sagradas donde residían los dioses patronos de la comunidad y desde donde emanaba el poder del gobernante mesoamericano. Algunas de estas montañas artificiales eran los centros de poder y eran reconocidos como tales por toda la población sujeta a una capital.

Cabe señalar que las distintas culturas mesoamericanas crearon términos en sus lenguas para definir sus propios asentamientos, el más conocido de ellos es el de altépetl en náhuatl, que se forma de los vocablos atl, ‘agua’ y tepetl, ‘cerro’. Se trata de un difrasismo que expresa la unión de dos conceptos fundamentales para la vida nahua, y que ha sido trabajado en otro amoxtli por Federico Navarrete. Los mayas, por su parte, utilizaron la expresión ch’e’n, concepto polisémico que puede significar cueva, pozo o ciudad. A partir de lo anterior, resulta interesante la relación entre los conceptos de cueva y de ciudad, pues muchas culturas mesoamericanas tenían la idea de que los distintos grupos humanos habían surgido de cuevas, por tanto, cada ciudad sería el punto de origen del pueblo que lo habita, pero también es la entrada a la Montaña Sagrada, lugar donde residen los ancestros y las riquezas como el agua y el maíz que dan sustento al ser humano.

Como se posible observar, la noción de ciudad mesoamericana era mucho más flexible y no encaja fácilmente en los cánones occidentales desde los que muchos investigadores han querido estudiarla. No existió un modelo general de ciudad, ni una panacea urbana, cada una de ellas fue distinta en función de los intereses de sus habitantes, su forma de concebir el mundo y del medio que los rodeaba. Justamente en esa diversidad radica el encanto de las urbes prehispánicas.

Para citar: Hugo García Capistrán, Tradición urbana mesoamericana, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1462/1448. Visto el 02/05/2024