Vista del mercado de Tlatelolco y los sobrevivientes después de la batalla
Fue también cuando se levantó un dosel para el capitán en el templo del mercado y que erigieron un trabuco para piedras. Permanecieron allá diez días luchando en el templo del mercado. Así sucedió con nosotros: esto fue lo que vimos, lo que vivimos con asombro digno de lágrimas, digno de compasión, porque sufrimos dolores. En los caminos yacían huesos rotos, cabellos revueltos, los techos de las casas están descubiertos, las viviendas están coloradas de sangre, abundaban los gusanos en las calles. Loa muros están manchados de sesos, el agua era como rojiza, como agua teñida. Así la bebimos. Hasta que bebimos agua salobre.
Y el agua que bebimos estaba llena de salitre, de tequesquite. Bolas de barro labradas estaban colocadas encima del pozo, las guardamos entre escudos, como tesoro preciado. Lo que estaba todavía vivo en alguna forma se guardó entre escudos, como si lo quisieran asar. Masticamos madera de tzompantli, zacate de tequesquite, bolas de barro, lagartijas, ratones, cosas cubiertas de polvo, gusanos. Comimos juntos lo que se puso sobre el fuego y al quedar bastante cocida la carne, nos la comimos junto al fuego.
Y tuvimos un solo precio; éste fue el precio general para un joven, para un sacerdote, para una muchacha, para un niño. El precio total para un esclavo ascendió solamente a dos puñados de maíz. Solamente diez moscos era el precio de una tortilla. Solamente veinte unidades de zacate de tequesquite fueron el precio del oro, turquesas, mantas, plumas de quetzal; cualquiera cosa preciosa fue estimada como de igual vilos. Se despreciaron casi cuando en el mercado se levantó el trabuco para piedra.
- Hernando Cortés