La traición de los Xochimilcas
“Mes de Etzalcualiztli, año 3-Casa, lo que los españoles llaman junio de 1521.
La isla de Tenochtitlan está asediada por los cuatro costados. Cuauhtemoc resiste el embate de los invasores, arrinconado en su reducto de Nonoalco Tlatelolco junto con otros señores que aún le permanecen fieles, aún cuando ya casi todos los altepetl de la cuenca están ayudando a los españoles en el sitio y asedio de Tenochtitlan. Las fuentes reportan que los poblados de la zona chinampaneca –Xochimilco, Cuitlahuac, Mizquic, Iztapalapa, Huitzilopochco, Mexicaltzinco y Colhuacan— se rindieron al Capitán Cortés el día 20 de junio (Díaz del Castillo, T. II, 1939: 235; López de Gómara, T. II, 193: 41). Con la pérdida de estas importantes ciudades la isla mexicana pierde sus más importantes fuentes de abastecimiento: las que le quedaban desde que comenzara el sitio de México este mayo pasado. Con este revés, la caída de México es a todas luces inminente.”
Así imaginamos una breve nota periodística escrita en el lugar y hora de los hechos durante las postrimerías del mes de junio de 1521. Las fuentes del siglo XVI nos hablan, en efecto, de la rendición colectiva de los altepetl del sur de la cuenca de México en esas fechas. Esta se llevó a cabo como resultado de la derrota y quema de Xochimilco en abril de ese año. El sometimiento formal de los chinampanecas al mes siguiente no fue sino la última iteración del patrón de la conquista cortesiana: una vez persuadidos --como en el caso nodal de Tlaxcala--, o vencidos a la fuerza --como fue el caso durante el resto de la campaña—las ciudades indígenas acababan ofreciendo a Cortés todos sus recursos militares contra México. Cortés fue añadiendo así a su ejército las numerosas huestes nativas de Tlaxcala, Cholula, Tetzcoco y Chalco, por hablar solamente de los poblados más prominentes de esa época. Fue en Tetzcoco –altepetl ocupado por los españoles y tlaxcaltecas desde diciembre de 1520 -- donde Cortés botó los 13 bergantines que serían la clave del sitio de México. Pocos meses más tarde, la derrota de las ciudades chinampanecas le otorgó al conquistador el control absoluto de las aguas del lago. Ahora, con la pérdida del sur de la cuenca, México perdía los últimos recursos navales que le quedaban después de la caída de Tetzcoco. Desde esa fecha, los sitiados tenochcas recibieron el grueso de sus provisiones de las canoas –acalli—de los chinampanecas, además de la ayuda naval de las embarcaciones de guerra --chimalacalli -- provenientes de esta misma región.
Mientras las fuentes españolas se regocijan contándonos cómo fueron distribuidos entre los capitanes españoles las decenas de miles de combatientes aliados --tlaxcaltecas, chalcas, tetzcocanos, xochimilcas etc.-- con que se puso sitio a México después de la rendición chinampaneca, el libro 12 de la Historia general de Sahagún nos narra, desde la más íntima perspectiva tlatelolca, cómo fue que los asediados mexicanos vivieron lo que para ellos fue una traición. Así, el capítulo 33 de ese libro nos cuenta que un día llegaron a Nonoalco unos mensajeros de los pueblos de Xochimilco, Iztapalapa, Cuitlahuac, Mizquic, Mexicaltzinco y Culhuacan. Estos le anunciaron a Cuauhtémoc que en ese momento llegaba a Tlatelolco un numeroso contingente de canoas de guerra para asistir en la defensa de la ciudad. Agradecido, Cuauhtémoc mandó que se le diera un gran recipiente de chocolate a los mensajeros, a quienes conminó a salir a pelear cuanto antes contra el enemigo común. Sin embargo, horas después corrió la noticia de que los recién llegados canoeros chinampanecas, en lugar de salir contra los españoles, estaban asaltando a la gente mexicana, matando a los hombres, robando a la gente, violando a las mujeres y embarcando a los niños para hacerlos esclavos (C. Florentino, Libro 12, cap. 33, fol. 62v): “Ya los estaban acribillando a traición (ie tenaolapoloa)” --dice la misma fuente-- cuando los indignados guerreros mexicanos salieron a cortarles el paso. Los capitanes tequihuaqueh mexicanos lograron interceptar a las canoas de los traidores en la ribera de Nonoalco, liberando a los cautivos y cautivando por su cuenta a un buen número de chinampanecas. Estos fueron llevados ante Cuauhtemoc, quien estaba acuartelado en Yacacolco, donde hoy se encuentra el templo de Santa Ana en Peralvillo.
Ahora bien, uno de los señores que formaba parte del consejo de guerra de Cuauhtemoc en su reducto tlatelolca, era ni más ni menos que Mayehuatzin, gobernante del importante altepetl chinampaneca de Cuitlahuac. Era obvio que Mayehuatzin había perdido el poder sobre sus compatriotas cuitlahuacas, quienes en su ausencia se habían pasado del lado de Cortés, eligiendo a un nuevo señor. Cuando sus compatriotas cautivos lo saludaron en presencia de Cuauhtemoc, Mayehuatzin los reprendió vehementemente. En ese momento, Cuauhtemoc interrumpió a Mayehuatzin: “Mi bienamado hermanito –le dijo, entregándole un cuchillo--: cumple con tu tarea.” Mayehuatzin acuchilló entonces a cuatro de sus súbditos y luego Cuauhtemoc mató a otros tantos de su propia mano. Acto seguido, los mexicanos se llevaron al resto de los traidores a varios templos de Tlatelolco, a ser sacrificados. Pero la furia de los mexicanos no acabó con estos sacrificios. Dentro de la atmósfera de guerra, hambre y enfermedad que a la sazón los oprimía, los mexicanos determinaron que los numerosos colonos xochimilcas que residían en la isla de Mexico-Tlatelolco, habrían de pagar caro la artera traición de sus compatriotas. “Aquí cerca vive el xochimilca, aquí ya hizo su casa”—clamaron los mexicanos--. “Hay que matarlos nomás.” Los vecinos xochimilcas fueron sacados a empellones de sus casas. Teniendo compasión de las mujeres y de los niños, los mexicanos masacraron a los vecinos xochimilcas que quedaban en la asediada isla. Dice la fuente tlatelolca: “Muchintin mimictiloque, aocac mocauhque”: “Todos fueron aniquilados. Ninguno fue perdonado.”
Los mexicanos entonces lanzaron su última, desesperada ofensiva contra los invasores europeos. Pero menos de sesenta días después, Cuauhtemoc sería apresado mientras trataba de escapar de Tlatelolco. Iba embarcado en una canoa.
Para saber más:
- Fr. Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España. CONACULTA, México, 1989.
- Florentine Codex, General History of the Things of New Spain, Book 12: The Conquest of Mexico. University of Utah, 1975.
- Anales de Tlatelolco. CONACULTA, México, 2004.
- Hernán Cortés, Cartas de Relación. Porrúa, México, 2002
- Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Robredo, México, 1939.
Francisco López de Gómara, Historia de la conquista de México. Robredo, México, 1943