El militarismo mexica y la defensa de Tenochtitlan a cargo de Cuauhtémoc.
Normalmente, cuando se analiza desde la perspectiva bélica la caída de Tenochtitlan, casi siempre se estudia solo el operativo de ofensiva de las tropas hispano-indígenas y su estrategia de ataque anfibio. No olvidemos que, para el estudio formal de una batalla, es necesario conocer los dos lados de la moneda, la logística, estrategia y planteamiento táctico de ambos ejércitos.
Desde este punto de vista, el lado de la defensa de la ciudad de Tenochtitlan a manos de los mexicas ha sido menos tratada, de alguna forma bajo el argumento de contar con pocas fuentes de información.
Realmente contamos con poca información de primera mano de lado indígena, pero si tomamos en cuenta las narraciones de los hispanos quienes constantemente hacen referencia a los mexicas, y particularmente con la llegada de Cuauhtémoc en el escenario bélico, los datos de análisis se suman a las versiones indígenas, dándonos un panorama un poco más amplio de las estrategias defensivas de la ciudad.
Partiendo de la idea de que los mexicas eran una sociedad eminentemente militarista, es decir, en la cual el estado mexica había enquistado en su sociedad una ideología de cómo la actividad bélica era el motor fundamental de las políticas de expansión y creación de su imperio, ese pensamiento y forma de vida dedicada a la guerra se ponía a prueba en el momento de la defensa de su ciudad; no olvidemos que la actividad bélica, generalmente en sus momento más críticos, no solo se sufre físicamente sino en el pensamiento y las emociones.
El ejército mexica contaba con una amplia experiencia bélica de casi cien años, con formas de combate y entrenamiento sofisticado. Contaban con niveles de inteligencia militar, logística y estrategia muy claros, que probablemente desde la perspectiva de una historiografía más occidentalizada, siempre se había visto solo como un grupo de “salvajes con palos”, pero que ahora sabemos por los diversos estudios, que realmente el ejército mexica estaba a la altura de cualquier sociedad estatal de la antigüedad.
Una de las particularidades en la defensa de la ciudad, era que los mexicas tenían una importante experiencia en la operatividad lacustre, es decir que los combates anfibios a través de las canoas no les resultaría extraño. Por ello es por lo que uno de los grandes componentes defensivos que utilizaría Cuauhtémoc en la defensa de Tenochtitlan, sería la incorporación de unidades anfibias de combate, las que resultaron ser muy dinámicas y adaptables a la hora de ser desplegadas en los escenarios de combate donde fuera necesario.
Cuauhtémoc tuvo que demostrar su liderazgo militar en los combates, pese a ser un joven de cerca de veinticinco años. En algunas narraciones indígenas, Cuauhtémoc echa mano de la ideología militarista, que como ya comentamos estaba a prueba, promoviendo una serie de arengas en las cuales ponía a su ejército en los niveles más altos de alerta y emotividad militar necesaria como nunca se había dado, pues la situación así lo requería.
No olvidemos, que parte del entrenamiento mexica incluía, como dicen las fuentes,: “haciéndolos dormir mal y comer peor, para que, desde niños, supiesen de trabajos y no se criasen con regalo”. Ese entrenamiento estaba en su momento más álgido, pues la llegada de suministros a la ciudad, derivado del corte de agua y alimentos, era cada vez más precaria y era momento de que ese tipo de educación diera sus frutos. Por ello es por lo que Cuauhtémoc contaba con una tropa eficiente, entrenada que bajo la ideología militarista estaba efectivamente dispuesta a dar todo por la defensa de la ciudad.
Como narran algunas fuentes, como el caso de Bernal Díaz al decir, “Dejemos de sus sacrificios y volvamos a decir que desde que otro día amanecía ya estaban sobre nosotros, todos los mayores poderes que Guatemuz podía juntar…”.
Algunos ejemplos los tenemos cuando el tlatoani moviliza unidades anfibias para la defensa de espacios lacustres y estratégicos como fue la fractura de los caños, el ataque en la ciudad de Xochimilco, y en general para movilizar las tropas eficientemente en diversos contextos defensivos visto en las fuentes.
En varias ocasiones, Cortés envío mensajes para que la guerra terminara, pero era imposible que ello sucediera ya que esa ideología militarista impedía a Cuauhtémoc rendirse pues estaba decidido a morir antes de que ello sucediera.
Y en efecto al conocer el lago y su ciudad, Cuauhtémoc ideó diversas estrategias defensivas que incluyeron constantes ataques nocturnos a los campamentos hispano-indígenas para evitar el refresco de las tropas. Apertura de zanjas y trampas a lo largo de las calzadas para contener a las tropas terrestres que atacaban por las mismas. El constante hostigamiento de las tropas terrestres que iban por las calzadas desde la operatividad de las canoas.
En el plano estricto de los combates cuerpo a cuerpo, se utilizaban tácticas de combate con niveles altos de letalidad, combinados con algunas estrategias de sumisión de enemigos que permitía su captura para los futuros sacrificios humanos, no solo hispanos sino del enemigo en general, incluyendo la captura y sacrificio de las tropas indígenas aliadas de Cortés.
Cada vez que podían robar y reutilizar el equipamiento militar hispano en contra de ellos, lo hacían. Se menciona el caso de un cuerpo de ballesteros que fueron capturados y obligados a enseñar a los mexicas a utilizar dichos artefactos, que finalmente no fueron del todo eficientes, pero nos habla del interés mexica en usar todas las herramientas disponibles, incluyendo la de sus enemigos para dicha defensa.
Conociendo los mexicas que los caballos eran estratégicos para los españoles, procuraban matarlos antes de que fueran usados contra ellos. En varias ocasiones se concentraban los ataques de flechas y piedras en los equinos, con el fin de ir causando bajas importantes a los hispanos.
Cuauhtémoc dedicó sus tropas en un constante hostigamiento de los diversos campamentos hispano-indígenas, o como les llamaban ellos, los reales, muchas veces atacando estratégicamente los fardajes, donde se encontraba todo el equipamiento y alimentos hispano-indígeas, con el fin igualmente de debilitar su infraestructura de avituallamiento y pertrechos.
Pero desde esta perspectiva, la estrategia de Cuauhtémoc se veía insuficiente, pues constantemente llegaban dichos pertrechos a los campamentos de Cortés, producto de la infraestructura indígena que los aprovisionaban incesantemente de diversos productos como tortillas y quelites.
La situación se tronó cada vez más complicada, cuando las tropas en Tenochtitlan fueron superadas; se había replegado hacia Tlatelolco, habían quemado el Templo Mayor, que probablemente fue el punto de quiebre emocional más importante de las tropas, se había utilizado incluso artillería de asedio contra algunos puntos de la ciudad, solo quedaba proteger un reducto de mujeres, niños, ancianos e impedidos que Cuauhtémoc había ordenado defender a sus guerreros, en una zona que se llama Amáxac.
Cuando las tropas hispano-indígenas penetraron las defensas en Amáxac, incluso las mujeres entraron operativamente a la defensa de la ciudad, y en general la crisis humanitaria estaba ya sobrepasada, hambrunas, epidemia, cadáveres por todos lados, por lo que solo quedaba a Cuauhtémoc recurrir a una estrategia de huida en base a sus más importantes guerreros.
Ordenó a estos hacer frente a los hispano-indígenas mientras intentaban la huida, las mujeres se cubrieron el rostro de lodo y se pusieron andrajosas ropas para esconderse y salir del problema junto con sus hijos.
Cuauhtémoc utilizó todos los recursos disponibles para la defensa de su ciudad, pero fue insuficiente derivado de lo que ya todos conocemos, las hambrunas, las epidemias que diezmaron a la población. Considero que, desde el plano operativo y militar, los intentos de defensa de Tenochtitlan fueron buenos, considerando que la ciudad nunca había sido atacada, no obstante, se juntaron muchos factores que finalmente impidieron a Cuauhtémoc defender el Imperio y las ciudades gemelas de Tenochtitlan y Tlatelolco.
Para leer más:
- Cervera Obregón Marco Antonio, Guerreros aztecas, Nowtilus, Madrid, 2007.
- Díaz del Castillo Bernal, Historia verdadera de la conquista de México, Porrúa, México, 2015.
- Sahagún Fray Bernardino, Historia general de las cosas de la Nueva España, México, Porrúa, 2015.