Una guerra multiplicada de historias y de mundos

Como lector es instigante aprender cómo gran parte del esfuerzo individual y colectivo de y en Noticonquista consiste en (re)construir una o muchas historias capaces de cuestionar grandes narrativas que pretenden ser únicas y totales. La premisa es que la historia (la antropología, la arqueología, etc.) es una serie de conversaciones de larga duración, inacabada, en la cual, cada visita y visitante activa nuevos caminos de interpretación. Este esfuerzo no siempre es fácil ni cómodo. Al evidenciar lo que no vimos se suscita un sentimiento de vergüenza por no verlo antes, como cuando por accidente pisamos a otra persona por falta de atención, quizá de cuidado.

El verbo (re)construir denota traer a estas conversaciones que conforman las historias a: las personas, los colectivos, los seres, los eventos, las posiciones y las reflexiones que comúnmente no se enuncian o son relegadas. El deseo es poblar con más agentes y agenciamientos esas historias a través de nombrar, evidenciar y cavilar sobre temas y fuentes omitidas. Las omisiones, en el mejor de los casos, se justifican por los contextos que permiten idealmente dar sentido a un evento, un hecho o una fuente (pero sabemos que cada contexto tiene sus disputas de poder de enunciación y de silenciamiento). La labor de nombrar a más agentes y agencias precipita mayor cantidad de vínculos a ser tomados en cuenta en nuestros análisis.

Tener la disposición de que, tal vez, no podemos verlo todo en todo lo que vemos (It happen. But.. como diría Marshal Sahlins) es un leiv motiv de la reflexividad histórica y antropológica. Es una disposición epistemológica y política que debe llevarse al método y a los textos porque de no hacerlo estaríamos siendo un poco menos científicxs. Más aún, porque al practicar esta disposición veremos cómo se multiplican las mismas fuentes y los mismos hechos sociales de los que hemos venido hablando (sea diacrónica o sincrónicamente), veremos cómo hay más respuestas y más preguntas. Entonces, la multiplicidad de lecturas de la historia o de las historias es resultado del acto de multiplicar perspectivas. En desquite: limitar o reducir perspectivas empobrece lsa narrativas históricas y antropológicas.

 

La guerra también se multiplica

Como ya se ha escrito en este portal, tenemos cada vez más claro que para entender lo sucedido hace 500 años en México-Tenochtitlan, aquella historia única donde el genio de un solo hombre, estoico guerrero, que concibió una excepcional estrategia transcultural en tierras desconocidas y dirigió a un conjunto de indios rencorosos contra los mexicas –que además juraron lealtad eterna a un rey lejano e inhóspito– queda chica al entendimiento (Ver textos de Federico Navarrete, Margarita Cossich, Antonio Jaramillo, entre otros).

Es compartido reconocer que los procesos, las batallas, las guerras, las victorias y las derrotas de aquella época no son precisamente una disputa entre dos bandos (indios y españoles; buenos y malos, etc.). Cada vez es más fácil plantear y pensar que tales procesos, batallas y así sucesivamente fueron tejidas (no siempre de manera planeada) en enmarañados de personas, colectivos y paisajes. Por ejemplo, la diversidad embutida en la noción de “lo indio” de aquella época se ha multiplicado (aunque muchas veces las fuentes describen explícitamente la filiación cultural específica). Además, al constatar que algunos colectivos actuaron conforme las dinámicas mesoamericanas, podemos aclarar que esos “indios” remiten a un entramado de muchas y muy variadas personas. Así, aquella misma noción se multiplica en la lectura. El hecho de poblar con más agentes y agenciamientos esas mismos nociones o términos, abren paso a hipótesis más operativas para dar cuenta de la complejidad del pasado. Sin duda, lo mismo sucede cuando conocemos con más detalle la diversidad de los colectivos que componían a “los españoles”. Así, se multiplican las perspectivas únicas.

Sobre la guerra de hace 500 años se mencionan constantemente (tanto en el Tonalpohualli como en el Calepino) cómo las estrategias que gestaron triunfos y derrotas de todos los bandos dependieron de cómo se permitían, se mantenían y/o se suspendían los flujos de personas, sustancias (alimentos, armamento, suministros, etc.) y relaciones (alianzas, traiciones, parentescos, etc.) que eran fundamentales en cada batalla específica. Controlar esos flujos (para conectar o desconectarlos) fue determinante. Los mexicas-tenochcas no hubieran podido ser derrotados sin los elementos del paisaje que antes los habían hecho casi invencibles y que se ensamblaron con la llegada de nuevos cuerpos (no sólo humanos; el agua, las bacterias, el variola virus) en esos mismos paisajes (los 12 bergantines). El contexto político y militar mesoamericano ya implicaba tensiones constantes entre los colectivos involucrados (algunos de ellos con lazos de parentesco); fricciones de alianza y de hostilidad. En resumen, personas, grupos, paisajes, objetos, animales, virus, bacterias están desde ese momento histórico interactuando hasta ahora.

A la guerra también se le suman más agentes y vínculos sustanciales y relacionales; y se constata en los restos que esas guerras nos dejaron. Por ejemplo, un tzompantli mexica (Fig. 1 y Fig. 2) y un documento español que relata los triunfos de las batalla de los ibéricos (Fig. 3) son objetos (más que objetos, la verdad) que condensan eventos de quienes participaron en aquellas batallas. En ellos, se da cuenta cómo los humanos eran sólo un vínculo más de todas esas guerras. En las Fig. 1 y 2 vemos cómo el tzompantli exhiben los huesos de enemigos capturados o muertos, tanto de españoles como de sus caballos; en el caso de la Fig. 3 también se registra una destrucción de imágenes y parafernalias que no se no se refiere solo a humanos vivos; el “Incendio de todas las ropas y libros y atavios de los sacerdotes idolatricos que se los quemaron los frailes” incluye cráneos semi-descarnados y uno de ellos con protuberancias bucales con colmillos, estandartes y figuras que evocan divinidades. ¿Cómo pensar estas guerras sólo compuestas de humanos cuando los guerreros van ataviados de jaguares y águilas, evocando a Cristos y diversos dioses y santos, así como sus muertos y a sus ancestros?           

Guerras: (re)conexiones y desconexiones

La guerra entre los involucrados en 1521 es un vórtice cosmohistórico específico urdido de conexiones inéditas en la historia de esos mundos: nunca se habían encontrado de esa manera humanos, más humanos y mundos de los continentes ahí encontrados. Y estas conexiones crearon a posteriori otras desconexiones en el planeta (la muerte y la extinción masiva de colectivos, idiomas, plantas, animales, nichos ecológicos, etc. se intensificaría a partir de hace cinco siglos). Estamos, pues, ante la gestación de (re)ensamblajes de vida, de muerte y de no-vida que nos constituyen ahora.

Las guerra de 1521 no se entenderían sin esas conexiones y desconexiones con los más que humanos, con lo vivo y lo muerto y, retomando a Elizabeth Povinelli, tal vez también, lo no-vivo. Como esta antropóloga plantea, el análisis del biopoder tiene que analizarse con el geontopoder. Es por ella necesario considerar estos aspecto cosmopolíticos o cosmohistóricos, refiriéndonos que una sola lógica, lectura y posición no basta para narrar los acontecimientos y que, de hecho, dan cuenta de lo más interesante: las convergencias divergentes. Tal vez no hay suceso más trágicamente divergente que una guerra y sus consecuencias.

La Gran Conexión planetaria (humana y más que humana) que provocó el dominio colonial de hace 500 años alimentó una Gran Desconexión: la idea de que lo humano y la humanidad en ciernes pudiera existir desconectada de parte de sí misma (disociada de los humanos dominados) y, también, desconectada de las diversas formas de vida de la cual formaba parte. La caída de México-Tenochtitlan (entendida de manera conjunta a la invasión colonial del continente) mudó para siempre el rumbo del planeta y activó, a gran escala, la transformación de la historia humana y de la historia natural (Chakrabarty 2009). Ya que lo que conocemos como capitalismo y Antropoceno no serían posibles sin esas guerras coloniales, esos triunfos, derrotas y las reconfiguraciones que provocaron. Pareciera que la guerra entre aquellos humanos repercute hasta hoy; pareciera que las disputas actuales por el extractivismo sistemático (en y de los territorios, personas, colectivos que lo han habitado) construyeran cada paisaje que arruina en un tzompantli terrorífico; en donde sólo podemos ver los restos cadavéricos de diversas especies colocados en estacas y las cenizas de las ropas, libros y atavíos de un planeta derrotado.

Es un logro contar con un foro académico de historia pública que discuta la apertura a la pluralidad de conexiones para entender la guerra y la historia. Y que nos motive a saber que no basta con que esa pluralidad de posiciones se ciña al club de los humanos -ni del pasado ni del presente. El peligro de la historia única (Chimamanda Adichie) es tal porque se nutre de y por una historia indivisa. En este caso, el peligro de la historia única no sólo remite al riesgo de anquilosar las jerarquías humanas, sino, sobretodo las jerarquías entre todos los terranos: bacterias, plantas, animales. El riesgo es no multiplican las perspectivas y, con ello, el conjunto de (re)conexiones y conexiones diacrónicas y sincrónicas en las que habitamos.

 

Para conocer más:

Para citar: Alejandro Fujigaki Lares, Una guerra multiplicada de historias y de mundos, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/index.php/amoxtli/2684/2684. Visto el 05/05/2024