El asesinato de Moctezuma
¿Quiénes lo mataron? ¿Por qué lo hicieron? ¿Cómo murió? Éstas son las preguntas clave que rondan en torno al cuerpo de Moctezuma, aquellas que su fantasma nos ha pedido que respondamos, a lo largo de cinco siglos. Quizás, los fantasmas de todas las víctimas de asesinato en la historia lo piden. Porque no hay la menor duda: Moctezuma fue asesinado.
No solo Moctezuma fue asesinado cerca de finales de junio de 1520 (quizá, lector, veas estas líneas a 500 años del día, incluso de la hora de su muerte), sino también su personaje, y este asesinato lento se ha perpetrado una y otra vez a lo largo de este medio milenio. La razón por la cual Moctezuma ha sufrido el asesinato de su personalidad está íntimamente ligada a la razón por la que su muerte fue encubierta y por la que una cortina de humo de mentiras ha conseguido que su muerte sea un crimen no resuelto hasta ahora. Dicha conexión se develará al final de este ensayo.
Moctezuma murió exactamente en la mitad de la guerra mexica-española (también llamada conquista de México). Durante los catorce primeros meses, esta guerra había sido una guerra fría, la guerra abierta a gran escala sólo estalló en mayo de 1520. Durante los 14 siguientes meses la masacre y la esclavización no cesarían. De forma contraria a lo que afirma el conquistador, Moctezuma no fue hecho prisionero por los españoles hasta mayo, cuando inició el conflicto abierto, o quizás hasta el mes siguiente. Capturado por las fuerzas hispano-tlaxcaltecas asediadas en la ciudad, el huey tlahtoani murió a finales de junio, pocos días antes de que los invasores huyeran de Tenochtitlan.
Entonces, ¿cuáles son las respuestas a las preguntas iniciales? Como detallo en Cuando Moctezuma conoció a Cortés (pp. 246-254, 279-285) los múltiples alegatos y veredictos pueden ser agrupados en cinco versiones.
La primera tiene su origen en el relato que Hernando Cortés escribió para el rey más adelante en ese mismo año de 1520. En esta versión, Moctezuma fue sacado al techo de la fortaleza (como llamaba el palacio en el que habían sido sitiados), donde una piedra arrojada por “la gente” le asestó un golpe en la cabeza con una herida “tan grande, que de allí en tres días murió”. Cortés no presentó acusaciones implicando que su muerte fue un accidental -un veredicto de homicidio involuntario. La segunda versión es similar en los detalles, pero agrega el elemento de la culpa: los mexicas “rebeldes” arrojaron piedras deliberadamente, y en algunas variantes, también insultos y flechas. Esta versión empieza a aparecer en la segunda mitad del siglo XVI en fuentes semi-indígenas (esto es, fuentes de autoría colectiva entre nahuas cristianizados y españoles) y predominó a lo largo de todo el siglo XVII. En los siglo XVIII y XIX, los conquistadores fueron frecuentemente considerados no solo inocentes del crimen, sino desconsolados -incluso al punto de derramar lágrimas- por la trágica muerte del emperador.
La tercera versión se desarrolla, también, en el tardío siglo XVI y representa una evolución de la segunda versión. En ella, Moctezuma se encuentra muy angustiado, debido a que su gente se ha vuelto contra él; se rehúsa a comer, a beber, incluso a cambiar el vendaje de sus heridas. En otras palabras, se suicida a pesar de los esfuerzos de los españoles por salvarlo. Esta versión, en realidad, redobla la mentira sobre la inocencia de los conquistadores y la culpa mexica, por lo tanto, no sorprende que haya sido la más favorecida por los escritores españoles. Por ejemplo, Francisco Cervantes de Salazar, quien escribió en 1560, imaginó un poético intercambio entre un Cortés suplicante y un Moctezuma con el corazón y cabeza rotos por las piedras de los mexicas rebeldes: “el corazón se me hace pedazos,” confiesa el emperador. Retomada por cronistas tardíos, como Antonio Herrera o Bernal Díaz del Castillo, esta versión mantuvo su vida útil durante muchos años.
La cuarta versión de la historia se construyó sobre la segunda y la tercera, con un nuevo detalle: los asesinos no son mexicas rebeldes anónimos, sino seguidores del advenedizo Cuauhtémoc; incluso en algunas variantes, él mismo es el asesino. Los motivos de Cuauhtémoc no eran solamente políticos -consolidar su poder como nuevo huey tlahtoani- sino también religiosos, pues en esta versión Moctezuma es imaginado como un converso al cristianismo. Esta es una variante relativamente tardía, quizás no desarrollada sino hasta el siglo XVII y hunde sus raíces en los relatos en torno a la pasión de Cristo: el episodio correspondiente al Ecce Homo, donde Poncio Pilato enfrenta a un Cristo cautivo a una multitud hostil, encuentra su correlato en la escena donde Cortés exhibe a Moctezuma ante la hostil multitud mexica, transformando al emperador en un mártir cristiano. Esta cuarta versión es más que cuestionable; lo que nos lleva a cuestionar qué tanto de la lapidación de Moctezuma es una invención.
La quinta y última versión de la historia es la única que absuelve tanto a Moctezuma como a los mexicas y apunta el dedo acusador a los capitanes españoles. Tiene su origen en el temprano siglo XVI y, significativamente, no sólo fue escrita por nahuas sino también en varias fuentes españolas y semi-indígenas. Las variaciones se centran en el método utilizado para el asesinato -estrangulamiento, una paliza hasta la muerte, una puñalada en alguna u otra parte del cuerpo- pero culpan a Cortés y otros capitanes, ya sea por ordenar el asesinato o por cometerlo con sus propias manos.
Esta quinta versión es, por mucho, las más convincente y creíble, la menos fantasiosa y la más obvia. Asimismo, se relaciona con otras múltiples líneas de evidencia. Bajo circunstancias similares, los conquistadores mataron a Hatuey en Hispaniola, a Atahuallpa en Perú y a Sagipa en Colombia. También pasaron a cuchillo a otros gobernantes cautivos del Imperio Mexica o Azteca -Cacama de Tetzcoco, Itzquauhtzin de Tlatelolco, el tlahtoani de Tlacopan y otros más. Estos acuchillamientos no fueron negados ni rodeados de misterios. Pretender que Moctezuma murió a manos de los mexicas mientras los españoles lloraban, y que estas mismos capitanes ese mismo día pasaron a cuchillo a los compañeros del emperador, es un engaño absurdo. Moctezuma murió en un asesinato masivo de la realeza indígena del imperio, el tlahtocayotl. Este asesinato masivo es, exactamente, lo que hubiéramos esperado por parte de los capitanes conquistadores un día, o incluso horas antes, de aprestarse a huir de la ciudad, de noche y bajo la lluvia.
Hay un último giro en la evidencia, la conexión entre la mala reputación atribuida a Moctezuma a lo largo de los siglos y el encubrimiento de su muerte. La gran mentira perpetrada por Cortés, sus compañeros capitanes sobrevivientes y sus cronistas fue la rendición de Moctezuma en noviembre de 1519. Ese acto inventado fue la piedra fundacional del conquistador para justificar su invasión, masacre y saqueo. La lógica narrativa de dicha mentira nos lleva directamente a la imaginaria escena de los conquistadores sobre Moctezuma llorando su muerte, lamentando el final de un emperador que les había cedido su imperio; una mentira alimenta la otra.
En verdad Moctezuma no se rindió, no cedió su imperio a los invasores; ellos estaban motivados a matarlo y eso fue lo que hicieron. A sangre fría, hundieron repetidamente sus espadas en los encadenados y desarmados señores del imperio. Al cabo de cinco siglos, ¿no será la hora de aceptar esta verdad tan incómoda?
Traducción: Lucía Beraldi
Who killed him? Why did they do it? How did he die? These three are the key questions that hang over the body of Moctezuma. They are the ones his ghost has been begging us to answer for five centuries. Perhaps the ghosts of all history’s murder victims ask the same questions. For there can be no doubt: Moctezuma was murdered.
Not only was he murdered near the end of June 1520 (you may be reading this 500 years to the day, even to the hour, since his death), but his character was assassinated too—and that slow murder that has perpetrated over and over throughout that half-millennium. The reason why Moctezuma has endured the assassination of his character is closely tied to the reason why his murder was covered up, why a smokescreen of lies has ensured that his death has remained a murder mystery for so long. That connection shall become clear at the end of this essay.
Moctezuma died at the exact mid-point of the Mexica-Spanish War. For most of the previous fourteen months it had been a cold war, with full-scale open warfare only breaking out in May 1520. For the next fourteen months, the slaughter and enslaving would not cease. Contrary to conquistador claims, Moctezuma was not put in chains until May, when the open conflict began, or perhaps not until the next month. Captured by the besieged Spanish-Tlaxcalteca invasion force, the huey tlahtoani died in the final days of June, roughly a day before the invaders broke out of Tenochtitlan.
So, what are the answers to those three questions above? As I detail in When Montezuma Met Cortés (pp. 192-200, 223-28; in Cuando Moctezuma conoció a Cortés, the edition in Spanish, pp. 246-54, 279-85), the many claims and verdicts can be grouped into five versions.
The first originated in the account that Hernando Cortés wrote for the king later that year. In this version, Moctezuma was taken out onto the roof of “the fortress” (la fortaleza; as he8 called the palace in which they were besieged), where a stone thrown by “the people” (la gente); the emperor received a head wound “so great that he died three days later” (tan grande, que de allí a tres días murió). Cortés made no accusations, implying his death was accidental—a verdict of manslaughter. The second was similar in detail, but added the element of blame: Mexica “rebels” deliberately threw stones and, in some variants, shot insults and arrows. This second version began to appear in the second half of the 16th century, in quasi-indigenous sources (that is, sources of mixed authorship by Christian Nahuas and Spaniards), and was the dominant story in the 17th century. In the 18th and early 19th centuries, the conquistadors were often described as not only innocent of the crime, but distraught—even to the point of weeping—over the emperor’s tragic demise.
A third version also developed in the late-16th century, evolving from the second version. In this one, Moctezuma is so distressed that his people have turned on him that he refuses food, water, and the dressing of his wounds, effectively committing suicide—despite Spanish efforts to save him. This version effectively doubled down on the lie of conquistador innocence and Mexica guilt, and it was not surprisingly favored by Spanish writers. For example, Francisco Cervantes de Salazar, writing in the 1560s, imagined a poetic exchange between a pleading Cortés and a Moctezuma whose heart, as well as his head, was broken by rebel Mexica stones (“el corazón se me hace pedazos,” he has the emperor confess). Picked up by later chroniclers such as Antonio de Herrera and Bernal Díaz, this version was thereby given shelf life for centuries.
The fourth version of the story builds upon the second and third by adding a new detail: the assassins are not anonymous Mexica rebels, but followers of the upstart, Cuauhtémoc; in some variants, he himself is the murderer. Cuauhtémoc’s motives are not simply to consolidate his power as the new huey tlahtoani; they are also religious, as in this version Moctezuma is often imagined as a convert to Christianity. This is a relatively late variant, perhaps not developing until the 17th century, and has clear roots in the story of the Passion of Christ; the Ecce Homo scene of the Passion, in which Pontius Pilate displays a captive Christ to a hostile mob, is paralleled by Cortés showing Moctezuma to the hostile Mexica mob, turning the emperor into a Christian martyr. This fourth version is more than questionable; it should prompt us to question how much of the story of Moctezuma’s stoning was an invention.
The fifth and final version of the story is the only one to absolve Moctezuma himself, and the Mexica, and to point the finger of accusation at the Spanish conquistador captains. It can be found as early as the 16th century and, significantly, is not only written down by Nahuas; it is in various quasi-indigenous and Spanish sources. The variants centered on the method of murder—strangulation, a beating to death, a stabbing in one part of the body or other—but all assigned guilt to Cortés and the other captains, either for ordering the killing or doing it with their own hands.
This fifth version is by far the most persuasive and credible. It is the least fantastical and most obvious. It correlates with multiple other lines of evidence. Under similar circumstances, conquistadors murdered Hatuey on Hispaniola, Atahuallpa in Peru, and Sagipa in Colombia. They also put to the sword the other captive rulers of the Mexica or Aztec Empire—Cacama of Tetzcoco, Itzquauhtzin of Tlatelolco, Tlacopan’s tlahtoani, and others. Those stabbings were neither disputed nor draped in mystery. To pretend that Moctezuma died by Mexica hands, as Spaniards wept, yet those same captains on the same day ran their swords through the emperor’s fellow rulers, is absurd delusion. Moctezuma died in a mass murder of the indigenous empire’s entire kingship, its tlahtohcayotl. That mass murder is exactly what we would have expected the conquistador captains to commit a day, even hours, before they prepared to flee the city under cover a rainy night.
There is a final twist of evidence, a link between the poor reputation given to Moctezuma over the centuries and the covering up of his murder. The great lie perpetrated by Cortés, his fellow surviving captains and his chroniclers, was that of Moctezuma’s surrender (in November 1519). That invented act was the foundation stone of conquistador justification for invasion, massacre, and plunder. The narrative logic of that lie lead directly to the imaginary scene of conquistadors standing over Moctezuma weeping as he died, lamenting the end of an emperor who had given them his empire; thus, one lie supported the other.
In fact, Moctezuma did not surrender; he did not give his empire to the invaders; they were therefore motivated to murder him; and that is exactly what they did. In cold blood, they repeatedly plunged their swords into the chained and unarmed lords of the empire. After five centuries, might it be time to accept that uncomfortable truth?
Bibliography
- María Castañeda de la Paz, Conflictos y alianzas en tiempos de cambio: Azcapotzalco, Tlacopan, Tenochtitlan y Tlatelolco (siglos XII-XVI). México: UNAM, 2013, en particular pags. 339-43.
- Michel Graulich, Moctezuma: Apogeo y caida del imperio Azteca. México: Ediciones Era, 2014, en particular pags. 450-59.
- Diana Magaloni Kerpel, “Imágenes de la conquista de México en los codices del siglo XVI,” Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas 82 (2003), en particular pags. 34-42.
- Federico Navarrete, ¿Quién Conquistó México? México: Debate, 2019.
- Matthew Restall, Cuando Moctezuma conoció a Cortés: La verdad del encuentro que cambió la historia, México: Taurus, 2019.