Parto y guerra mexica. La captura femenina y masculina de cuerpos enemigos

Para los mexicas, la manera de morir determinaba el destino de la persona fallecida. Los decesos de mujeres durante el primer parto y las capturas o fallecimientos de varones en las guerras eran las muertes de mayor prestigio. Después de su muerte escoltaban en sus batallas diarias al Sol: las mujeres del anochecer al amanecer y los varones del amanecer al anochecer. ¿Por qué se otorgaba dicho prestigio a este tipo de decesos?

Recordemos que en la organización sociopolítica de los antiguos nahuas, parte del poder se detentaba en la capacidad –individual y colectiva– de capturar personas, incoporarlas y convertirlos en mexicas. Para esta labor de singular importancia existía una división sexual del trabajo: mujeres y varones se dedicaban a la captura y la incorporación de cuerpos extranjeros para convertirlos en parientes consanguíneos; pero cada proceso de incorporación era distinto y la diferencia la determinaba el sexo/género: las mujeres a través del parto y los hombres por medio de las batallas. El parto, la guerra, el sacrificio y la antropofagia fueron elegidos como códigos para entender y llevar a cabo estos procesos.

Esta hipótesis podría ser una opción para entender algunas correlaciones entre las fiestas de Tlacaxipehualiztli y Ochpaniztli. Cada una ellas eran ceremonias sumamente complejas y no podremos describirlas, pero puedo resaltar que, desde este punto de vista, cada una permitía culminar las capturas de enemigos producidas por cada género y que fueron fundamentales para sostener el mundo mexica. Al mismo tiempo, en estas ceremonias se dibujaba el ideal mexica del camino masculino y femenino: la conformación de niños en guerreros captores y de niñas en guerreras captoras.

En este sentido, considero que Tlacaxipehualiztli correspondería a los pasos que debería seguir un varón para conformarse como un guerrero; también eran los festejos y las ceremonias relacionadas con los mexicas en su posición de captores ante otros pueblos. Allí, se realizaba la promoción de rangos y estatus de los participantes, en los que se hacía tácita la incorporación de los cautivos de guerra en el seno mexica por medio del sacrificio humano de las víctimas y de banquetes antropofágicos que ritualmente se realizaban para dicha ocasión. 

Sólo por mencionar un aspecto relevante de la correlación entre guerra y parto desde el campo masculino, recordemos un momento del ritual: al segundo día del Tlahuahuanaliztli, los cautivos y los guerreros captores modificaban entre sí sus relaciones. Los enemigos cautivos eran amarrados al temalácatl, (las famosas piedras de sacrificio) y en este proceso, según las fuentes documentales, el cautivo y el captor, se convertían en hijo y padre entre sí. Sahagún y sus colaboradores registaron:

 

“Y el que posee un cautivo no come la carne de su cautiv; decía ¿acaso me comeré a mí mismo? Cuando alcanzaba a [su cautivo] decía: él es mi estimado hijo, y el cautivo decía: él es mi estimado padre. (Auh in male, amo uel qujquaia, yn jnacaio imal, qujtoaia, cujx çan no ne njnoquaz: ca yn iquac caci, qujtoa, ca iuhquj nopiltzin: Auh in malli, qujtoa ca otatzin) (Sahagún, Códice Florentino lib. II:54 en Graulich y Olivier 2004:142).

 

Finalmente, a estos cautivos se le desollaba y se le extraía el corazón. Posteriormente, el captor y su familia ofrecían un banquete con el cuerpo de su propio hijo (de cual ellos no podían consumir) y atravesaban por un proceso de duelo tal cual hubiera perdido a un hijo de la familia.

En la fiesta de Ochpaniztli, por su parte,  se resaltaban cuatro fases en que existían dos desenlaces. El primero era el paso de convertirse de niña en doncella; el segundo de joven casadera en mujer casada; el tercero de mujer casada a mujer embarazada y, esto último, tenía dos posibles desenlaces: pasar de embarazada a madre o de grávida a mujer fallecida. Ochpaniztli también era el homenaje de los y las mexicas capturados y muertos en combate en manos enemigas. Aquí también existían sacrificios humanos que expresaban este homenaje a las pérdidas mexicas provocadas por la búsqueda de incorporar otros cuerpos.

 El parto era considerado una batalla, el feto del vientre era un enemigo –lo que no es novedad en otros contextos amerindios (como ha mostrado Tristan Platt en el caso de los aymara de Bolivia), la parturienta y la partera eran guerreras que requería de estrategias bélicas y de caza. La mujer en el parto era una guerrera en busca de cautivar a un enemigo. El niño era tratado como un cautivo de guerra y en el parto, la partera gritaba dando indicaciones -igual que los jefes de los ejércitos lo hacían en las guerras. El parto era una batalla de vida y muerte. En caso que la mujer embarazada muriera, la partera pronunciaba lo siguiente:

 

¡Oh, mujer fuerte y belicosa, hija mía muy amada! Valiente mujer, hermosa y tierna palomita, señora mía, habéis os esforzado y trabajado como valiente; habéis vencido; habéis hecho como vuestra madre la señora Cihuacoatl o Quilaztli; habéis peleado valientemente; habéis usado de la rodela y de la espada como valiente y esforzada, la cual os puso en la mano vuestra madre la señora Cihuacoatl Quilaztli [...] Levantáos, hija mía, y componeos. Id aquel buen lugar que es la casa de vuestro padre y madre el Sol [...] Hija mía, habéis adquirido la gloria de vuestra victoria y de vuestra valentía [...] La buena muerte que moristeis se tiene por bienaventurada y por muy bien empleada en haberse empleado en vos [...] (Sahagún, 2002, tomo II, lib. VI, cap. XXIX:613-614 en López 2013:454).

 

Cada uno de ellos y de manera diferenciada trababan batallas cuerpo a cuerpo para la captura de cuerpos enemigos: los varones en las guerras y las mujeres en los partos. Es claro que no eran el mismo tipo de enemigos y que se capturaban distintos tipos de cuerpos extranjeros. Además, estas batallas no era una condena unidireccional para los cautivos. Existía la posibilidad de que la guerrera o el guerrero mexica fueran derrotados y, por ende, capturados y muertos por sus contrincantes.

En la búsqueda de tejer de manera masculina o femenina el parentesco mexica se podrían o incorporar más cuerpos o perder miembros mexicas. En Tlacaxipehualiztli se honraba a los mexicas como captores y en Ochpaniztli a las y los mexicas valientes pero que habían caído en sus batallas, que habían sido cautivos de sus enemigos. Y por ello, cuando sucedía, los mexicas los consideraban como muertos dignos de las mejores honras.

 

Pasa leer más:

  • Fujigaki Lares, Alejandro. 2015. La disolución de la muerte y el sacrificio. Contrastes de las máquinas de transformaciones y mediaciones de los rarámuri y los mexica. Tesis de doctorado, IIA-UNAM.
  • Graulich, Michel y Guilhem Olivier. 2004. “¿Deidades insaciables? La comida de los dioses en el México Antiguo”, Estudios de la cultura Náhuatl, No. 35, pp. 121-155.
  • López Hernández, Miriam. 2013. Sexualidad entre los antiguos nahuas. Análisis de las representaciones, discursos y prácticas sexuales, Tesis de Doctorado en Antropología, IIA-UNAM, México.
  • Platt, Tristan. 2002. “El feto agresivo. Parto, formación de la persona y mito-historia en los Andes.” Estudios Atacameños, no.022, 127-155.
Para citar: Alejandro Fujigaki Lares, Parto y guerra mexica. La captura femenina y masculina de cuerpos enemigos, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/index.php/amoxtli/1942/1942. Visto el 05/05/2024