Cortés prepara sus tropas para enfrentar a Pánfilo de Narváez II

Texto original con ortografía de la época:

Entonces respondimos, y también juntamente con nosotros Juan Velázquez de León y Francisco de Lugo
y otros capitanes, que tuviese por cierto que, mediante Dios, habíamos de vencer o morir sobre ella, y que mirase no le convenciesen con partidos, porque si alguna cosa hacía fea, le daríamos de estocadas. Entonces, como vio nuestras voluntades, se holgó mucho, y dijo que con aquella confianza venía; y allí hizo muchas ofertas y prometimientos que seríamos todos muy ricos y valerosos. Hecho esto, tornó a decir que nos pedía por merced que callásemos, y que en las guerras y batallas es menester más prudencia y saber para bien vencer los contrarios, que no demasiada osadía; y que porque tenía conocido de nuestros grandes esfuerzos que por ganar honra cada uno de nosotros se quería adelantar de los primeros a encontrar con los enemigos, que fuésemos puestos en ordenanza y capitanías; y para que la primera cosa que hiciésemos fuese tomarles el artillería, que eran diez y ocho tiros que tenían asestados delante de sus aposentos de Narváez, mandó que fuese por capitán un pariente suyo de Cortés que se decía Pizarro, que ya he dicho otras veces que en aquella sazón no había fama de Perú ni Pizarros, que no era descubierto; y era el Pizarro suelto mancebo, y le señaló sesenta soldados mancebos, y entre ellos me nombraron a mí; y mandó que, después de tomada el artillería, acudiésemos todos a los aposentos de
Narváez, que estaba en un muy alto cu; y para prender a Narváez señaló por capitán a Gonzalo de Sandoval con otros sesenta compañeros; y como era alguacil mayor, le dio un mandamiento que decía así: "Gonzalo de Sandoval, alguacil mayor desta Nueva-España' por su majestad, yo os mando que prendáis el cuerpo de Panfilo de Narváez, e si se os defendiere, matadle, que así conviene al servicio de Dios y del rey nuestro señor, por cuanto ha hecho muchas cosas en deservicio de Dios y de su majestad, y le prendió a un oidor. Dado en este real" ; y la firma, Hernando Cortés, y refrendo de su secretario Pedro Hernández. Y después de dado el mandamiento, prometió que al primer soldado que le echase la mano le daría tres mil pesos, y al segundo dos mil, y al tercero mil; y dijo que aquello que prometia que era para guantes, que bien veíamos la riqueza que había entre nuestras manos; y luego nombró a Juan Velázquez de León para que prendiese a Diego Velázquez, con quien había tenido la brega, y le dio otros sesenta soldados; y
asimismo nombró a Diego de Ordás para que prendiese al Salvatierra, y le dio otros sesenta soldados, que cada capitán de éstos estaba en su fortaleza e altos cues, y el mismo Cortés por sobresaliente con otros veinte soldados para acudir adonde más necesidad hubiese, y donde él tenía el pensamiento de asistir era para prender a Narváez y a Salvatierra; pues ya dadas las copias a los capitanes, como dicho tengo, dijo: "Bien sé que los de Narváez son por todos cuatro veces más que nosotros; mas ellos no son acostumbrados a las armas, y como están la mayor parte dellos mal con su capitán, y muchos  dolientes, les tomaremos de sobresalto ; tengo pensamiento que Dios nos dará victoria, que no porfiarán mucho en su defensa, porque más bienes les haremos nosotros que no su Narváez; así, señores, pues nuestra vida y honra está, después de Dios, en vuestros esfuerzos e vigorosos brazos, no tengo más, que os pedir por merced ni traer a la memoria, sino que en esto está el toque de nuestras honras y famas para siempre jamás; y más vale morir por buenos que vivir afrentados"; y porque en aquella sazón llovía y era tarde no dijo más. Una cosa he pensado después acá, que jamás nos dijo tengo tal concierto en el real hecho, ni fulano ni zutano es en nuestro favor, ni cosa ninguna destas, sino que peleásemos como varones
; y esto de no decirnos que tenía amigos en el real de Narváez fue muy de cuerdo capitán, que por aquel
efecto no dejásemos de batallar como esforzados, y no tuviésemos esperanza en ellos, sino, después de Dios, en nuestros grandes ánimos. Dejemos desto, y digamos cómo cada uno de los capitanes por mí nombrados estaban con los soldados señalados cómo y de qué manera habíamos de pelear poniéndose esfuerzo unos a otros. Pues mi capitán Pizarro, con quien habíamos de tomar la artillería, que era la cosa de más peligro, y habíamos de ser los primeros que habíamos de romper hasta los tiros, también decía con mucho esfuerzo cómo habíamos de entrar y calar nuestras picas hasta tener la artillería en nuestro poder, y cuando se la hubiésemos tomado, que con ella misma mandó a nuestros artilleros, que se decían Mesa y el Siciliano y Usagre y Arbega, que con las peIotas que estuviesen por descargar se diese guerra a los
del aposento de Salvatierra. También quiero decir la gran necesidad que temamos de armas, que por un peto o capacete o casco o babera de hierro diéramos aquella noche cuanto nos pidieran por ello y todo cuanto habíamos ganado ; y luego secretamente nos nombraron el apellido que habíamos de tener estando batallando, que era "Espíritu Santo, Espíritu Santo"; que esto se suele hacer secreto en las guerras porque se conozcan y apelliden por el nombre, que no lo sepan unos contrarios de otros; y los de Narváez tenían su apellido y voz "Santa María, Santa María." Ya hecho todo esto, como yo era gran amigo y servidor del capitán Sandoval, me dijo aquella noche que me pedía por merced que cuando hubiésemos tomado el artillería, si quedaba con la vida, siempre me hablase con él y le siguiese; e yo le prometí, e así lo hice, como adelante verán.

Para citar:
Díaz del Castillo, Bernal , Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Ciudad de México, Editorial Patria, 1983 [1632], pp. 353-355
Lugar(es):
  • Cempoala
Persona(s):
  • Hernando Cortés
  • Gonzalo de Sandoval
  • Bernal Díaz del Castillo
  • Andrés de Tapia