Entran los españoles a Texcoco pacíficamente como aliados
[…] una tropa de hasta diez indios, al parecer desarmados, que venían a paso largo con señas de mensajeros o fugitivos, y traían levantada en alto una lámina de oro en forma de bandera que se tuvo por insignia de paz. Era el principal de ellos un embajador, por cuyo medio rogaba el rey de Tezcuco a Cortés que no hiciese daño en los pueblos de su dominio, dando a entender que deseaba entrar en su confederación, a cuyo fin tenía prevenido en su ciudad alojamiento decente para todos los españoles de su ejército, y serían asistidos fuera de los muros con lo que hubiesen menester las naciones que le acompañaban. Examinóle con algunas preguntas Hernán Cortés, y él que no venía mal instruido, respondió a todas sin embarazarse, añadiendo: que su amo estaba ofendido y quejoso del emperador que reinaba entonces en Méjico […]
[355] Hernán Cortés despachó al enviado, respondiendo a su príncipe que admitía la paz y aceptaba el alojamiento que le ofrecía, deseando corresponder enteramente a la buena inteligencia con que solicitaba su amistad.
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