Manda Moctezuma a sus naguales a atacar a los españoles en Chalco

Texto original con ortografía de la época:

Convocó finalmente una junta de magos y agoreros, profesión muy estimada en aquella tierra, donde había muchos que se entendían con el demonio, y la falta de ciencias daba opinión de sabios a los más engañados. Propúsoles que necesitaba de su habilidad para detener aquellos extranjeros, de cuyos designios estaba receloso. Mandóles que saliesen al camino y los ahuyentasen o entorpeciesen con sus encantos, a la manera que solían obrar otros efectos extraordinarios en ocasiones de menor importancia. Ofrecióles grandes premios si lo consiguiesen y los amenazó con pena de la vida si volviesen a su presencia sin haberlo conseguido.

Esta orden se puso en ejecución, y con tantas veras, que se juntaron brevemente numerosas cuadrillas de nigrománticos y salieron contra los españoles, fiados en la eficacia de sus conjuros y en el imperio que a su parecer tenían sobre la naturaleza. Refieren el padre José de Acosta y otros autores fidedignos, que cuando llegaron al camino de Chalco, por donde venía marchando el ejército, y al empezar sus invocaciones y sus círculos se les [173] apareció el demonio en figura de uno de sus ídolos, a quien llamaban Tezcatlepuca, dios infausto y formidable, por cuya mano pasaban, a su entender, las pestes, las esterilidades y otros castigos del cielo. Venía como despechado y enfurecido, afeando con el ceño de la ira la misma fiereza del ídolo inclemente, y traía sobre sus adornos ceñida una soga de esparto que le apretaba con diferentes vueltas el pecho, para mayor significación de su congoja, o para dar a entender que le arrastraba mano invisible. Postráronse todos para darle adoración, y él sin dejarse obligar de su rendimiento, y fingiendo la voz con la misma ilusión que imitó la figura, los habló en esta sustancia: «Ya mejicanos infelices, perdieron la fuerza vuestros conjuros: ya se desató enteramente la trabazón de nuestros pactos. Decid a Motezuma, que por sus crueldades y tiranías tiene decretada el cielo su ruina; y para que le representéis más vivamente la desolación de su imperio, volved a mirar esa ciudad miserable, desamparada ya de vuestros dioses.» Dicho esto desapareció, y ellos vieron arder la ciudad en horribles llamas, que se desvanecieron poco a poco, desocupando el aire y dejando sin alguna lesión los edificios. Volvieron a Motezuma con esta noticia temerosos de su rigor, librando en ella su disculpa; pero le hicieron tanto asombro las amenazas de aquel dios infortunado y calamitoso, que se detuvo un rato sin responder, como quien recogía las fuerzas interiores, o se acordaba de sí para no descaecer, y depuesta desde aquel instante su natural ferocidad, dijo, volviendo a mirar a los magos y a los demás que le asistían: «¿qué podemos hacer si nos desamparan nuestros dioses? Vengan los extranjeros, y caiga sobre nosotros el cielo, que no nos hemos de esconder, ni es razón que nos halle fugitivos la calamidad». 

Para citar:
de Solís y Rivadeneyra, Antonio , Historia de la Conquista de Méjico: población y progresos de la América Septentrional conocida por le nombre de Nueva España, Madird, Espasa-Calpe, 1970 [1684], pp. 172-173
Lugar(es):
  • Chalco
Persona(s):
  • Moctezuma Xocoyotzin
Actor(es):
  • Tezcatlipoca