Pintar la orilla

En las calles vamos dejando pintada una fila de círculos color agua, marcando una línea hecha de puntos y de años, la silueta de dos grandes islotes, el de México- Tenochtitlan y el de México-Tlatelolco, tal como eran hace 500 años. Somos muchas, danzantes que cantan y tocan el tambor, jóvenes que pintan la calle con sus sellos circulares, camarógrafos que los filman, vecinos que se acercan. Nos une la convicción de traer a la luz un pasado que ha sido enterrado, de despertar memorias, de celebrar la vida que ha renacido sobre esas ciudades desaparecidas.

Como una procesión, sobre el asfalto de la Ciudad de México, entre los baches, frente a las casas y los mercados, pasando gasolineras y cruceros, entre los claxons y la curiosidad vamos trazando la silueta, metro a metro, círculo por círculo, a lo largo de 23 kilómetros. Si la viéramos de arriba, sería una larguísima línea punteada que rodea la ciudad moderna, que hace visible la silueta perdida de las viejas ciudades. Como esas silueta de los cuerpo muertos que a veces vemos en las series de televisión. Pero el cuerpo que dibujamos, la figura muerta que volvemos a inscribir en la ciudad viva, ruidosa, no es el de una persona, es la de esas ciudades antiguas, hoy destruidas, sobre las que se construyó la nuestra. Es un pasado que nos han dicho tantas veces que quedó atrás, que está muerto, que debemos superar.

Contra este imperativo de no no ver, de no recordar, los círculos brillantes sobre el asfalto negro quedan como huellas, como memoria de aquello que enterramos bajo nuestros edificios, nuestra moderna impaciencia. Pueden ser las huellas de esos pasados que queremos recordar, que deseamos traer a la vida.

En primer lugar, los círculos son las huellas del agua, como su color, y también de esas islas hechas de chinampas y de ahuejotes, un inmenso jardín y pantano, donde las personas y los lagos, el agua y las plantas, las aves y los insectos, las larvas y los limos prosperaban y convivían, habían prosperado y convivido durante siglos. Las huellas nos recuerdan ese ecosistema lacustre excepcionalmente rico y profundamente human- izado, controlado por diques y canales, cuidado con esmero, pero siempre desobediente y rebelde. Nos recuerdan también la manera en que ha sido destruido desde hace 500 años, por todos aquellos que no lo comprendieron, quienes no valoraron los conocimientos y las prácticas milenarias de sus habitantes. La silueta es la evidencia del ecocidio de una cuenca lacustre excepcional que ha producido nuestra ciudad de hoy, un valle que muere de sed entre asfalto y humo, tan diferente a los antiguos tulares donde silbaba el viento.

Estos círculos de 20 centímetros, tan tercos en su repetición como modestos en su tamaño, nos pueden recordar también a otras muertes. La de las víctimas de las guerras que han asolado nuestra cuenca y nuestro valle. Desde antes de 1521, sin duda, pues no sabemos cuántas urbes se levantaron y fueron destruidas o abandonadas en estas aguas y estas montañas desde hace 3000 años. Y también, desde luego, las muertas y los muertos de esa guerra de hace 500 años que llamamos conquista, que probablemente arrancó la vida a la mitad de los habitantes de las ciudades mexicas. Mujeres y ancianos muertos de hambre, niñas y niños muertos de enfermedades, jóvenes y varones muertos en la guerra, en una batalla cruenta y cruel, peleada hasta la última calle, hasta la última person. Los cadáveres que quedaron tendidos en los pisos, en los canales, sobre los techos. Las personas que no fueron sepultadas, honradas, recordadas siquiera porque eran multitud entre las casas derruidas. Pero también queremos recordar a las víctimas de las otras violencias y guerras que vinieron después y que han atravesado nuestras ciudades, nuestro valle hasta el día de hoy., una cadena de guerras, rebeliones, repre- siones, catástrofes. Cada círculo quedará, tal vez, como el fantasma de una conciu- dadana o de un conciudadano, de un habitante de las ciudades de ayer o de una pobladora de la actual. Fantasmas de esas historias terribles de privación y violencia que siguen siendo las nuestras y que no queremos olvidar, no queremos borrar.

Todos juntos, unidos en esa línea tan real como imaginaria que sigue avenidas, que voltea en esquinas, que atraviesa viaductos, que acompaña las líneas del metro, los círculos dibujan la gran figura de dos ciudades, de sus casas y sus chinampas, de sus calzadas y canales. Dos ciudades construidas con el esfuerzo de miles de personas, destruidas con el esfuerzo de otras tantas, y luego vueltas a construir con más esfuerzo aún. Unas ciudades que primero fueron otomíes, luego nahuas, luego españolas, luego mexicanas, sin dejar de ser otomíes, sin dejar de ser nahuas, sin dejar de ser españolas. Unas ciudades levantadas con el sudor de cargadores y de cocineras, de carpinteros y

canteros que reciclaban piedras y vigas, que construían lo nuevo con lo viejo. Una ciudad que hoy, 500 años después, no deja de tener en sí misma, en su traza, en sus nombres, en sus callejones, en su corazón, esas ciudades viejas, sus habitantes, sus lenguas, sus recuerdos. Una ciudad que no existiría sin las anteriores y que por eso, hoy les rinde homenajes, las recuerda. Los círculos, las huellas, son un tatuaje que hacemos en nuestro rostro urbano, un dibujo de nuestra memoria, de nuestra voluntad de recordar, de revivir, de mantener vivo lo que nunca ha muerto, pero siempre ha sido ocultado, negado.

Cada marca es una apuesta porque la ciudad de hoy, en 2021, sea la ciudad de todas y de todos, de las muertas y los vivos, del agua y de la montaña, de los otomíes, los nahuas, los africanos, los españoles y todos los que han venido a vivir, a perderse en ella. Cada paso es un paso de nuestra memoria y de nuestro dolor, pero también de nuestro amor por esta ciudad imposible, de nuestro orgullo por su complejo legado y su vitalidad incesante. Un homenaje a estas grandes ciudades y a todas y todos sus habitantes.

Para citar: Federico Navarrete , Pintar la orilla, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2876/2876. Visto el 28/03/2024