La resignificación de Santiago apóstol en Mesoamérica

La evangelización en Mesoamérica fue un proceso muy complejo que no puede explicarse únicamente con la sustitución religiosa, la complejidad se extiende más allá del cambio de unos elementos por otros, implicó maneras de asimilar un esquema religioso nuevo y diferente.

La religión católica no fue estática, enfrentó retos para cristianizar a la población e implementó diversas estrategias de adoctrinamiento para lograr su cometido. A este esfuerzo se sumaron las propias creencias que trajeron consigo los soldados europeos que llegaron bajo la empresa de conquista al “Nuevo Mundo”, con ellos llegaron también su Dios y sus santos, los cuales fueron evocados durante momentos de extremo peligro como las contiendas que entablaron con los grupos mesoamericanos. Al respecto, puede citarse la batalla de Centla, enfrentamiento en el que grupos mayas chontales fueron derrotados gracias a la aparición de un hombre sobre un caballo blanco que se presentó para auxiliar a los españoles. La presencia de ese enigmático hombre fue asociada con Santiago.

En efecto, el apóstol Santiago tenía como práctica común aparecer en las guerras y ayudar a derrocar al enemigo. En este sentido, cuando los indígenas de la Cuenca de México se aliaron en apoyo a los europeos, también contaron entre sus filas con Santiago para socorrerlos. Refiere la historia de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl que, durante la retirada de Hernán Cortés hacia Tlaxcala, cuando los españoles fueron atacados con la firme intención de que abandonaran Tenochtitlan, en ese momento de desesperación ocurrió un acto milagroso: la fe de Cortés hizo que la ayuda divina se hiciera presente y contribuyera al escape de los sobrevivientes españoles y sus aliados indígenas. Nuevamente se hace referencia a Santiago, aunque esta vez acompañado del mismo Dios, la virgen y hasta el apóstol San Pedro. Encontrándose a salvo, Cortés agradeció a sus aliados y les prometió, en nombre de su majestad, dejarlos en sus territorios y aumentar sus posesiones. De este suceso llama la atención el hecho de que los pueblos aliados a Cortés, al mismo nivel que los españoles, se hayan considerado vencedores y, en este sentido, favorecidos por la intervención divina.

Hernán Cortés, desde su camino iniciado en Veracruz, había solicitado al rey en una de sus misivas que enviara religiosos franciscanos y dominicos para evangelizar a los neófitos. Así, al término de la lucha armada y la consecuente caída de Tenochtitlan, se inició una etapa de reconstrucción de la ciudad y se implementó una campaña de evangelización. Sin embargo, ya en la práctica, esta tarea resultó más complicada que el simple hecho de colocar cruces o figuras de vírgenes en los antiguos templos mesoamericanos, que bautizar masivamente a los representantes de la nobleza indígena o que tratar de instruir en la fe cristiana a los descendientes de aquellos gobernantes locales.

El intento de erradicar la antigua religión mesoamericana no fue fácil, si bien el culto a las divinidades europeas se convirtió en algo público, por el contrario, las deidades de los grupos locales se refugiaron en los espacios ocultos de los hogares y lugares recónditos, lejos de la mirada y el escrutinio de los europeos, es decir, se consignaron en el ámbito privado. Pero su fuerza divina continuó, siguieron teniendo dioses que regían sus actividades y no tardaron en encontrarle un sentido similar a los santos impuestos. De ahí que no resulte raro que el apóstol Santiago de los españoles, un defensor en toda la extensión de la palabra se haya convertido en el protector de algunos pueblos indígenas, aunque con sus salvedades y especificaciones propias. Concretamente, el referido apóstol se encuentra presente en varios lugares que llevan el nombre de Santiago, su atributo principal fue auxiliar a sus fieles durante un enfrentamiento bélico, blandir su espada en defensa de ellos era una de sus virtudes.

Ahora bien, para los grupos mesoamericanos la guerra fue imprescindible, representó una de las prácticas rituales más significativas para poder obtener cautivos y realizar los sacrificios necesarios para mantener el indisoluble pacto que tenían con los dioses que les dieron la vida. A tal grado tenían presente la guerra, que existieron dioses asociados a esta actividad, tal fue el caso de Huitzilopochtli, Dios mexica de la guerra, concebido cuando su madre guardó en su seno una pluma que cayó del cielo, el espontáneo embarazo ofendió al resto de los hijos, por lo que fraguaron matar a Huitzilopochtli en cuanto naciera, sorpresivamente el Dios nació armado y mató a sus hermanos. Este relato fue analizado por Antonella Fagetti en contraste con la narración oral que subyace en San Miguel Acuexcomac, Puebla, misma que refiere la historia de una mujer que vivía encerrada por sus padres y que se embarazó luego de ver un lucero caer, el hijo que nació de este acto se llamó Santiaguito y a los ocho años pidió que le dieran un machete y un caballo para irse al cielo. Sin lugar a duda, y tomando en consideración las similitudes que encierran ambas narraciones, podría señalarse que algunas atribuciones del Dios de la guerra mexica se continuaron en la propia figura del apóstol Santiago.

En este sentido, es preciso mencionar que las deidades mesoamericanas no permanecían siempre en el mismo lugar y tenían un carácter humanizado, entre ellas podían pelearse, enamorarse y reproducirse. Se les podía encontrar en los cruces de caminos, los cerros y los templos. También se encargaban del equilibrio en el mundo, por lo que estaban asociadas a elementos como el agua, el fuego, la tierra y tenían clara relación con los animales y las plantas. De igual forma, eran protectoras de los pueblos y, en algunos casos, proveían de las herramientas necesarias para el desarrollo de actividades como la caza, la pesca y la agricultura. Con todas estas cualidades, es entendible que algunos santos, como el propio Santiago, presenten características que distinguieron a las antiguas deidades mesoamericanas: se le podía ver paseando de noche, salir con su caballo, en los campos de cultivo. Las muestras de sus andanzas eran visibles en los zapatos sucios y desgastados que portaba. En resumen, es factible señalar que el proceso de evangelización en Mesoamérica no sólo generó una resignificación de los dioses y santos, sino de las prácticas de religiosidad.

Para leer más:

  • Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de, “Historia de la nación chichimeca”, en Obras históricas, 2 v., ed., estudio introductorio y apéndice documental por Edmundo O’ Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1975, (Serie de historiadores y cronistas de Indias, 4), v. 2, 263 p.
  • Faguetti, Antonella, “El nacimiento de Huitzilopochtli-Santiago: un mito mexica en la tradición oral de San Miguel Acuexcomac”, en Cuicuilco, v. 10, núm. 29, septiembre-diciembre 2003, p. 1-12.
  • Navarrete, Federico, “La transfiguración de Santiago Matamoros”, en Revista de la Universidad de México, v. 611, 2002, p. 41-46.
  • Rivera Domínguez, Ligia, “Las nuevas funciones de los santos: Santiago Apóstol tutela el ciclo fértil del maíz”, en Escritos. Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje, núm. 39-40 enero diciembre 2009, p. 37-56.
Para citar: Maribel Aguilar Aguilar, La resignificación de Santiago apóstol en Mesoamérica, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1776/1771. Visto el 02/05/2024