Cortés culpa a los mexicas de la muerte de Moctezuma y de la matanza del Templo Mayor
[...] el Capitán embió a llamar al Señor de Mexico y a sus principales sobre su fe de caballero que no recibirían daño ninguno, que solamente les quería hablar y darles las razones, del porque quería darles guerra: con que primeramente oyesen la razón muy justa que tenia para hacer este negocio, y para que entendiesen, que ellos eran los culpados, en este caso, y no los Españoles, sin que hubiese dobles ni ficción, ni tiranía en lo que el pretendía en hacerles Guerra. El Señor de Méjico con sus principales y Capitanes vinieron a oir lo que D. H. Cortes les quería decir por el Agua en Canoas, y el Capitán se entró en un Bergantín y se apartó de los otros Bergantines, con algunos Capitanes que consigo llevó: y llegándose cerca de ellos, comenzólos á hablar con su Interprete, y dijo, Señores Mejicanos ya estamos determinados yo y mis Españoles, y mis amigos los de Tlascala, para daros Guerra (donde habrán de acontecer cosas graves y temerosas de oir): esta guerra ha tenido principio de enojos de cosas que no están bien entendidas de nuestra parte, y quereisnos culpar, en lo que no tenemos culpa, habiendo sido nosotros los injuriados y afrentados y maltratados de vosotros, y muertos muchos de los nuestros, y robadas todas nuestras haciendas, sin razón y sin justicia (en [98] diciendo una pausa de estas, el Capitán mandaba luego a su Interprete que se lo dixese en su lengua) Sabed Señores míos, y sé que no lo ignoráis, que mi venida a esta Ciudad (como yo os los dije) no fue para tomaros vuestra Ciudad ni haceros guerra: sino para averiguar las quejas y agravios [que nuestros amigos los de Tlascala contaron que les habiados hecho: y para averiguar con quietud quien tenia la culpa de estos agravios y malos tratamientos de que os acusaron, vine a esta Ciudad, como visteis, y hablé en este caso lo que oísteis, para que en espacio de algunos días entendiésemos la verdad de los negocios de que fuisteis acusados. Este negocio no se pudo llegar al cabo, ni proceder en el como era menester: porque me vinieron a llamar, de parte otros Españoles, que habian venido de nuevo a la costa de la mar: y fuéme necesario dejar lo que habia comenzado, é ir con la mayor parte de mi gente, á recibir a los Españoles que me venían á buscar, y dejé en mi lugar a otro Capitán, para que estuviese aqui con los Españoles y Tlascaltecas que aqui yo dejé, y hable a Moctezuma y á todos los principales Mejicanos, para que entre tanto que yo volvía estuviesen en toda paz y [99] amistad, y de esta misma manera hablé al Capitán que yo dejé, y a todos los Españoles, y a nuestros amigos los de Tlascala, para que hubiese toda paz y sosiego hasta que yo volviese: y desto muchos de los que estáis presentes, sois testigos de vista y de oídos. Después que yo me partí de este a pocos dias, decís, que el Capitán que yo dejé, que es Pedro de Alvarado, que está aqui, a traición sin habérsele dado ninguna ocasión acometió de guerra, en una fiesta que haciades, á vuestro Dios Uitzilupuztü, y que alli mató y destruyó á toda la flor de los Mejicanos: y luego antes que los Españoles se recogiesen acudió tanta gente de guerra Mejicana contra ellos que los fuese necesario recogerse á su fuerte, y encerrarse en las casas reales, donde yo los habia dejado (y esta señal fué que el negocio de esta Guerra habia comenzado, de sobre pensado) para imputar la culpa de este negocio á mi Capitán y á mis Españoles, comenzasteis á publicar que ellos á traición os habian acometido sin que tuviesen ninguna ocasión de hacer lo que hicieron: y esto no es asi, porque venido, que fui yo, é inquirí luego de este negocio, como habia pasado, y hallé que vosotros estabades concertados [100] de en mi ausencia en esta fiesta matar á todos los que yo había dejado, asi Españoles como Indios: como supieron esto muy de cierto adelantáronse, el Capitán y los Españoles á hacer lo que hicieron, y fué bien hecho. También nos achacáis la muerte de Moctezuma, y no es verdad, por que antes que yo viniese de la Costa, por mandado de D. Pedro de Alvarado salió á las azoteas, a mandar a los Mejicanos, que cesasen de pelear (aunque iban arrodelandole, y guardándole los Españoles) no solamente no le quisisteis obedecer, pero deshonrasteisle á el y á nosotros los Españoles, y le tirasteis de pedradas, de manera que le heristeis, y murió de las pedradas, que de vosotros recibió: y no solamente no cesasteis de pelear mandoosle vuestro Señor, pero comenzasteis á pelear mas fuertemente, contra los Españoles, y quitasteisles, los bastimentos, y cuando yo vine morían de hambre, y sabiendo que yo venia, y viéndome entrar por vuestra ciudad, no hubo hombre que me hablase, ni me quisiese ver: y como entré, donde estaban los Españoles, muy maltratados ni vuestro Señor ni ninguno de vosotros me quiso ver, ni saludar y mandándoos que cesasedes de dar guerra, y nos diesedes bastimentos: no lo quisisteis hacer [101] sino, añadisteis mayor diligencia asi en pelear como en quitarnos y matar a los que nos daban algunos bastimentos abscondidamente: De manera que tuvimos necesidad de salir huyendo y de noche de donde estábamos, y salir como pudimos con muertes de muchos Españoles é Indios amigos, y con robarnos cuanto teníamos: y nos fuisteis dando caza hasta los términos de Octumba: donde de tal manera nos acosasteis de todas partes, que si no fuera por milagro de Dios, allí nos matarades, como deseabades. Todas estas cosas, y otras muchas que callo, hicisteis contra nosotros, como gente Idolatra y cruel y agena de toda Justicia y humanidad: y por tanto os venimos a dar guerra como a gente bestial y sin razón, de la cual no cesaremos hasta que venguemos nuestras injurias, y echamos por tierra a los enemigos de Dios idolatras, que no tienen ley de projimidad ni de humanidad para con sus prójimos: esto se hará sin falta alguna.
- Hernando Cortés
- Moctezuma Xocoyotzin
- Pedro de Alvarado
- traductor