México al diván. El trauma de la conquista

¿Es posible que los mexicanos tengamos algún tipo de trauma psicológico generado por la conquista? Veamos el argumento esbozado por el filósofo Samuel Ramos en su célebre libro El Perfil del hombre y la cultura en México, publicado en 1934. Para este autor, el mexicano padecía de un complejo de inferioridad que se evidenciaba en su permanente tristeza, en la constante necesidad de presumir sus pequeños logros y en la incapacidad de definir una identidad nacional sin tener que copiar modelos europeos, los cuales son considerados como mejores y superiores; el muy conocido “malinchismo”.

Según Ramos, este sentimiento de inferioridad se generó a partir de un conjunto de hechos que fueron traumáticos para los mexicanos a lo largo de su historia, pero el primero y el más impactante fue la conquista. Frente a la llegada de los peninsulares, los pueblos originarios fueron incapaces de adaptarse al cambio ya que el apego total a sus costumbres los hacía mantener la mirada fija en un pasado mítico que les impedía caminar hacia el futuro y el progreso. Así, el violento encuentro con los europeos no solo significó la pérdida de sus instituciones, tradiciones, formas de organización y de ejercicio del poder, sino que generó una total resistencia al cambio evidenciada en la profunda melancolía y un complejo de inferioridad que lleva al mexicano a iniciar cualquier empresa con la seguridad de que va a fracasar… todo ello debido al trauma de la conquista.

Para comprender la postura de Ramos debemos tener presente que el citado libro fue escrito en un contexto histórico en el que era recurrente retomar conceptos de las ciencias naturales o de las disciplinas psi (psicoanálisis, psiquiatría, psicología) para comprender fenómenos sociales y dirigir políticas públicas; en tanto la sociedad era entendida como un conjunto de órganos que solían enfermar y “degenerar”. En consecuencia, la ciencia justificó el racismo y las políticas orientadas a “regenerar” las consideradas razas inferiores -como la eugenesia- ya que dicha inferioridad obedecía a una nociva herencia atávica.

En dicho contexto, ¿qué significado tuvo el concepto “trauma” para comprender la psicología del mexicano?

Según Luis Sanfelippo, autor de Trauma. Un estudio histórico en torno a Sigmund Freud (2018), esta ha sido una categoría que ha cambiado de significado de acuerdo al momento histórico: si bien comenzó a ser utilizada a mediados de siglo XIX para comprender accidentes físicos que dejaban repercusiones orgánicas, fue gracias a Sigmund Freud  que el trauma se desplazó de lo físico a lo psíquico. En sus primeros trabajos, el autor reflexionó sobre los traumas de las mujeres que presentaban síntomas histéricos; durante la primera guerra mundial debatió con sus colegas sobre los complejos cuadros que presentaban los soldados que en el campo de batalla tenían que experimentar sucesos de una violencia inusitada; y sobre el  final de su vida Freud extendió sus consideraciones sobre la memoria del pueblo judío y las consecuencias traumáticas de la violencia contra ellos a lo largo del tiempo. Es decir, pasó del territorio de la clínica al ámbito social, de la memoria individual a la colectiva.

En términos generales podemos definir el trauma como una experiencia lo suficientemente impactante y dolorosa para el sujeto, al punto de dejar una huella mnémica, como una especie de herida abierta en la memoria; suceso que el sujeto trata de olvidar, pero al reprimir ese recuerdo, este vuelve al presente en forma de síntoma una y otra vez, cual pasado que habita el presente en calidad de fantasma. Por ello, el trabajo psicoanalítico consiste en definir el vínculo entre el síntoma del presente con el suceso traumático del pasado, en aras de restituir la trama de significaciones del sujeto. Esto no cambiará el pasado, pero una modificación en la interpretación desde el presente posibilitará la desaparición del síntoma.

Cuando Ramos llevó el concepto de trauma a la historia de México, propuso que los sucesos traumáticos quedaran como una huella permanente en la memoria de la especie, al punto de heredarse genéticamente. Por lo tanto, para Ramos era perfectamente comprensible que el dolor experimentado por los indígenas durante la conquista al presenciar masacres, numerosas atrocidades y el derrumbe de su mundo, fuese impreso en el código genético y a su vez, convertido en fundamento del carácter melancólico y el complejo de inferioridad. Esta forma de ver al mexicano fue parte de una narrativa signada por la eugenesia cual discurso “científico”, legitimador de políticas de discriminación y exclusión social.

Tratar de comprender la conquista como evento traumático para el mexicano contemporáneo, 500 años después, significa acercarnos más a la retórica política y una lectura ideologizada del pasado que a la historia. Aceptarla significa asumir que los actuales mexicanos somos descendientes directos de los pueblos originarios que padecieron la conquista y que, además, hubo mecanismos transgeneracionales que nos vincularon a todos en una memoria colectiva, lo cual carece de fundamento. Buscar respuestas a problemas colectivos del presente en una lectura pseudo-psicoanalítica del pasado, nos lleva a una narrativa autocomplaciente de víctimas y villanos; melodrama simplista que oculta la complejidad de los fenómenos históricos.

Para citar: Andrés Ríos Molina, México al diván. El trauma de la conquista, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/index.php/amoxtli/1834/1834. Visto el 27/04/2024