Tlaxcala, un altépetl compuesto y multiétnico

Al hablar de Tlaxcala, el altépetl universalmente conocido por ser el enemigo irreductible de los mexicas y que, después de Cempoala, pactó una alianza estratégica con las huestes españolas guiadas por Cortés, es muy importante mencionar que la ciudad y su territorio, aunque relativamente pequeños, tenían una organización política compleja y estaban habitados no sólo por gente hablante de la lengua náhuatl, sino también por otras etnias mesoamericanas, entre las cuales sobresalían los otomíes.

Las crónicas producidas en el siglo XVI por los tlaxcaltecas, como la Historia de Tlaxcala del historiador Diego Muñoz Camargo, enfatizan la división política de la ciudad en cuatro parcialidades: Ocotelulco (en la colina de los pinos), Tizatlan (lugar de tiza), Tepeticpac (en la punta del cerro) y Quiahuiztlan (lugar de lluvia). Cada una de estas secciones era regida por su propio tlatoani y tenía cierta autonomía en diversas cuestiones como la organización social, el comercio, la recaudación de los tributos, la impartición de justicia y el cuidado de sus edificios públicos, caminos, templos y obras hidráulicas. En caso de conflicto bélico, las cuatro partes tenían que ponerse de acuerdo, negociar y organizar conjuntamente la defensa del altépetl, las alianzas con otros pueblos, las declaraciones de guerra, las campañas de conquista y las llamadas “guerras floridas” (xochiyaóyotl), enfrentamientos rituales gracias a los cuales las ciudades del Altiplano Central se abastecían de prisioneros de guerra que eran sacrificados en las fiestas como obsequio a los dioses.

El Lienzo de Tlaxcala, producido por el cabildo de la ciudad como muestra de la participación destacada de los tlaxcaltecas en la conquista de México y de otras regiones de la Nueva España, representa gráficamente la división en cuatro cabeceras, con sus respectivos barrios, iglesias, jefes y escudos de armas. En la parte superior de este extenso paño, del cual hoy en día sólo tenemos copias tardías, las parcialidades se dispusieron espacialmente en los cuatro rumbos, según una antigua tradición mesoamericana, mientras que en el centro se resaltó el emblema real de la Casa de los Habsburgo, el cerro sagrado dedicado a la diosa Matlalcueye (rebautizado con el nombre de Malinche en señal de admiración y respeto hacia la intérprete de Cortés) y la cruz cristiana, que fue pintada como testimonio de la conversión del pueblo tlaxcalteca y de la alianza indisoluble con la corona española y la religión católica.

Sin embargo, sería difícil imaginar el poderío militar de Tlaxcala, que en la época prehispánica supo resistir muchos intentos de acoso por parte de la triple alianza encabezada por Tenochtitlan y que a la llegada de los españoles tuvo un papel central en la conquista de México, sin reconocer que una parte importante de los ejércitos tlaxcaltecas estaba compuesta por pueblos aliados, que por diversas razones se habían establecido en los límites externos del territorio de ese altépetl. Muñoz Camargo señala el caso muy destacado de los otomíes:

“Hay otro lenguaje que se llama la lengua otomítica, que es otra lengua de indios que hay en toda esta Nueva España, que, después de la lengua mexicana, no hay otra mayor ni de más gente, ni que más tierra corra. Éstos poblaron en esta provincia porque se vinieron huyendo de los reyes mexicanos, a causa que se rebelaron contra ellos, y los tlaxcalienses los recibieron por sus vasallos y les dieron tierras en que labrasen, con aditamento que les fuesen tributarios y pecheros, y los sirviesen de guardar raya y fronteras contra los mexicanos culuas”. (Muñoz Camargo, Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala, p. 78)

Los asentamientos otomíes en las fronteras de la provincia de Tlaxcala servían entonces como territorios “tapón” entre los tlaxcaltecas y los enemigos mexicas. Los contingentes otomíes fungían como tropas defensivas y tuvieron este importante papel no solamente en el período precortesiano, para asegurar la resistencia contra los ataques constantes del imperio mexica, sino también en el contexto del primer encuentro entre Tlaxcala y las huestes españolas. Como cuentan tanto las fuentes hispánicas como las indígenas, el caudillo de la cabecera de Tizatlan, Xicoténcatl, fue encargado de organizar las primeras escaramuzas con las tropas de Cortés y medir el poderío militar de las fuerzas expedicionarias en septiembre de 1519. La gran mayoría de las huestes tlaxcaltecas estaban conformadas por auxiliares otomíes, que no obstante su valentía ampliamente reconocida en Mesoamérica, fueron no lograron vencer a los españoles y sus aliados indígenas en las cercanías del pueblo de Tecóac, en los límites orientales del territorio tlaxcalteca. Estos claros reveses convencieron rápidamente a los cuatro gobernantes de Tlaxcala, en especial a Maxixcatzin de Ocotelulco y a Xiconténcatl de Tizatlán, de la necesidad de concluir una alianza tlaxcalteca-española para enfrentarse a los mexicas.

Para citar: Gabriel Kruell, Tlaxcala, un altépetl compuesto y multiétnico, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/index.php/amoxtli/1719/1719. Visto el 26/04/2024