Españoles incitan a los tlaxcaltecas al cristianismo: Tlaxcaltecas aceptan ser bautizados pero rechazan destrucción de sus dioses

Texto original con ortografía de la época:

Habiendo estado muy atentos a todo, e habiendo oído tan blandas y tan amorosas palabras, tan vivas y de tan grande eficacia, que les penetraba los corazones infundiendo en ellos milagrosamente la gracia del Espíritu Santo, y estando llenos de esta plenitud, respondieron muy tiernamente y lagrimosos a estas y tan profundas palabras, diciendo de esta manera:

"¡Oh valeroso capitán y más que hombre! verdaderamente no podemos creer sino que sois hijo de los dioses y el más valiente y esforzado príncipe de la tierra, y gran señor de los hombres blancos y barbudos, y el más temido varón que hasta hoy hemos visto los nacidos, ni oído en el mundo, ¿cómo deshaces y tienes en poco con tan gran atrevimiento la deidad de nuestros dioses y suma alteza de aquellos que desde el cielo gobiernan la tierra? ¿Por ventura hablaisnos por engaño o cautela, para que ignoremos que no sois vosotros los que habéis bajado del cielo para remedio a los hombres que vivimos en la tierra?

Declaraos ya con nosotros, y no queráis que con torpe engaño caigamos en otros mayores errores; porque si ansí es como decís, que no hay más de un solo dios, y que todos los demás son compuestos y fabricados por manos de hombres, y que no hablan ni se mueven, y que son estatuas sin sentido, ansí es verdad, y te lo concedemos y confesamos.

Mas estos bultos y estatuas a quien servimos y adoramos son imágenes, figuras y simulacros de los dioses que en la tierra fueron hombres, y por sus hechos heroicos y famosos subieron al cielo, allá adonde viven en eterno descanso, como agora vosotros que sois como dioses, que quedando acá sus estatuas entre nosotros, se fueron a residir a sus lugares y moradas de gozo, adonde viven con descanso, y desde allá nos envían ala tierra con sus divinas influencias, con su virtud y gran poder todo lo necesario, viendo que sus bultos y figuras son adoradas de las gentes. Y ansí no sabemos ilustre capitán cuál sea la causa que traéis inclinado contra ellos, por qué nos dices y amonestas que no hay más de un dios, y que es este creador del cielo y de la tierra, que es el verdadero, y que a éste servís y adoras tú y tus compañeros, y a éste nos persuades que creamos, e que creyendo en él, seremos todos unos, echándonos agua en las cabezas en nombre y virtud de ese mismo dios, e que nos llamaremos cristianos, quedando con esto limpios y lavados de nuestras culpas y pecados, e que seremos hijos suyos.

E que porque esto tenga efecto y sea válido, que ante todas cosas hemos de consentir que nos derribes y desbarates nuestros ídolos, que son semejanzas de nuestros dioses a los cuales adoramos y reverenciamos de tantos siglos atrás nosotros y nuestros antepasados, que con tanta religión observaron y guardaron en el culto de ellos, ¿cómo quieres tú que con tanta facilidad los dejemos y que consintamos que con tus violentas y sacrilegas manos te dejemos profanar los dioses que en tanto tenemos y estimamos? Valeroso capitán para qué quieres mover agora negocio tan intratable alterando los corazones de los nuestros en querer intentar un caso tan duro como éste y tan dudoso quebrantando un fuero tan inviolable.

Que si con tan denodado atrevimiento y temerario lo hicieses, los hombres que vivimos en la tierra y tan sujetos a la voluntad de los dioses, no lo habrías comenzado a poner por obra, cuando ellos todos se indignarían contra todo el mundo, y lo destruirían y tornarían por su propia causa y deidad, cuando viesen que los hombres los menospreciábamos en la tierra, nos enviarían hambres, pestilencias y otros desastres, e infortunios y grandes calamidades, desechándonos de si, expeliéndonos como a hombres malditos y apartados de su amistad, que no nos hablarían más, ni menos nos responderían como nos responden; y el sol y la luna y demás estrellas relumbrantes se enojarían contra nosotros, y no nos mostrarían más su luz ni claridad. Mira pues, señor y muy temido caballero delos dioses blancos y barbudos, lo que queréis emprender; mira que te queremos mucho, y te rogamos que no lo hagas, no te suceda algún trabajo, porque tenemos por experiencia que cuando ansí algunos de nosotros llegamos con insolencia a algunas de estas reliquias indignamente, caen sobre nosotros grandes relámpagos, rayos y truenos del cielo, en castigo de tan grande osadía y atrevimiento.

Y dejando este aparte que es negocio que toca a los dioses, todas las demás cosas que nos has dicho, que es ir contra Culhua y asolar y destruir por fuerza de armas con cruda y fuerte guerra, todo nos parece poco pon ello debajo de tu señorío y mando, no lo estimamos y tenemos en nada, en comparación de lo que nos has dicho, ni el tenerte por amigo, ni el reconocer por tal al gran señor que te envía, que es el que nos dices que se llama emperador monarca del mundo, aquel que de tan lejanas partes nos envía a saludar y a visitar. Y para corresponder a tan gran merced como ésta, nos obliga a que le sirvamos y agradezcamos, ayudándole en todo lo que se le ofreciere, teniéndole siempre por verdadero señor y amigo nuestro. Mira lo que ha menester de nosotros, dínoslo si quiere algo de las cosas de nuestra tierra, que por la amistad que le tenemos y a ti te hemos cobrado, lo haremos muy de veras y cumplidamente, porque esta nuestra paz y amistad ha de ser para siempre eterna y perdurable, hasta la fin de los siglos futuros y advenideros. Por tanto mira lo que quieres, que aquí estamos muy prontos para todas las ocasiones que se te ofrecieren a ti y a tus valerosos compañeros, ansí en la paz y en la guerra, ansí lo puedes enviar a decir al gran señor que te ha enviado".

Cuyo razonamiento propuso en nombre de todos el poderoso y gran señor Maxixcatzin, que era muy discreto y el más mozo de los cuatro caciques [...] 

Para citar:
Muñoz Camargo, Diego , Historia de Tlaxcala, Tlaxcala, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social; Universidad Autónoma de Tlaxcala, 2013 [1998], pp. 178-181
Persona(s):
  • Hernando Cortés
  • Maxixcatzin