Presagios de la venida de los españoles

Texto original con ortografía de la época:

[...] diez años antes que los españoles viniesen a esta tierra, hubo una señal que se tuvo por mala abusión, agüero y extraño prodigio, y fue que apareció una columna de fuego muy flamífera, de llamas muy encendidas, de mucha claridad y resplandor, con unas centellas que centelleaban en tanta espesura que parecía que polvoreaba centellas, de tal manera, que la claridad que de ella salía hacía tan gran resplandor, que parecía la aurora de la mañana. La cual columna parecía estar clavada en el cielo, teniendo su principio desde el suelo de la tierra, de do comenzaba de gran anchor, de suerte que desde el pie iba adelgazando, haciendo punta que llegaba a tocar el cielo en forma piramidal, la cual aparecía a la parte del medio día y de media noche para abajo, hasta que amanecía y era de día claro, que con la fuerza del sol y su resplandor y rayos era vencida. La cual señal duró un año, comenzando desde el principio del año que cuentan los naturales de doce casas, que verificada en nuestra cuenta castellana,  acaeció el año de dieciséis. Y cuando esta abusión y prodigio se veía, hacían los naturales grandes extremos de dolor, dando grandes gritos, voces y alaridos, en señal de gran espanto y dándose palmadas en las bocas, como lo suelen hacer. Todos estos llantos y tristeza iban acompañados de sacrificios de sangre y de cuerpos humanos, como solían hacer en viéndose en alguna calamidad y tribulación, ansí como era el tiempo y la ocasión que se les ofrecía, ansí crecían los géneros de sacrificios y supersticiones. Conesta tan gran alteración y sobresalto, acuitados de tan gran temor y espanto, tenían un continuo cuidado e imaginación de lo que podría significar tan extraña novedad; procuraban saber por adivinos y encantadores qué podía significar una señal tan extraña en el mundo jamás vista ni oída. Háse de considerar que diez años antes de la venida de los [F. 61 v] españoles, comenzaron a verse estas señales, mas la cuenta que dicen de diez casas fue el año de mil y quinientos y dieciséis años, dos años antes que los españoles llegasen a esta tierra.

El segundo prodigio, señal y agüero o abusión que los naturales de México tuvieron, fue que el templo del demonio se abrasó y quemó, el cual llamaban el templo de Huitzilopuchtli, sin que persona alguna le pegase fuego, que estaba en el barrio de Tlacatecco. Fue tan grande este incendio y tan repentino, que salían por las puertas del dicho templo llamaradas de fuego que parecía que llegaban al cielo, y en un instante se abrasó y ardió todo, sin poderse remediar cosa alguna, lo cual quedó todo deshecho. Esto que acaeció, no fue sin gran alboroto y alterna gritería, llamando y diciendo las gentes: "¡Ea Mexicanos! venid a gran prisa y con presteza con cántaros160 de agua a apagar el fuego", y ansí las más gentes que pudieron acudir al socorro vinieron, y cuando se llegaban a echar el agua y querer apagar el fuego que a esto llegó gran multitud de gente, entonces se encendía más y crecía más la llama, con más fuerza, y ansí sin ningún remedio, se acabó de quemar todo.

El tercer prodigio y señal fue que cayó un rayo en un templo idolátrico que tenía la techumbre pajiza, que los naturales llamaban xacal, el cual templo llamaban el templo de Tzonmolco, que era de dicado al ídolo Xiuhtecuhtli lloviendo una agua menuda como una mollina, cayó del cielo, sin trueno ni relámpago alguno sobre el dicho templo, lo cual ansímismo tuvieron por gran abusión, agüero y prodigio de muy mala señal, y se quemó y abrasó todo.

El cuarto prodigio fue, que siendo de día y habiendo sol, salieron cometas del cielo por el aire, y de tres en tres, por la parte de occidente que corrían hasta el oriente, con tanta fuerza y violencia, que iban desechando y desparciendo de sí brasas de fuego o centellas por donde corrían que llevaban tan grandes colas, que tomaban muy gran distancia su largor y grandeza. Y al tiempo que estas señales se vieron hubo alboroto, ansí mismo muy gran ruido y gritería y alarido de gentes.

El quinto prodigio y señal fue que se alteró la laguna mexicana sin viento alguno, la cual hervía y rehervía y espumaba en tanta manera, que se levantaba y alzaba en gran altura, de tal suerte, que el agua llegaba a bañar a más de la mitad de las casas de México, y muchas de ellas se cayeron y hundieron; y las cubrió y del todo se anegaron.

El sexto prodigio y señal fue que muchas veces se oía y muchas noches, una voz de mujer que a grandes voces lloraba y decía, acuitándose con mucho llanto con grandes sollozos y suspiros ¡Oh hijos míos! del todo nos vamos ya a perder. Y otras veces decía: ¡Oh hijos míos, a dónde os llevará y dónde os podré llevar a esconder!

El séptimo prodigio fue que los laguneros de la laguna mexicana, nautas o piratas o canoístas cazadores, cazaron un ave parda a manera de grulla, la cual incontinente la llevaron a Motecuhzoma para que la viese, el cual estaba en los palacios de la sala negra, habiendo ya declinado el sol hacia el poniente, que era de día claro. La cual ave era tan extraña y de tan gran admiración, que no se puede imaginar ni encarecer su gran extrañeza, la cual tenía en la cabeza una diadema redonda de la forma de espejo muy diáfano, claro y transparente, por la cual se veía el cielo y las estrellas, y los astillejos que los astrólogos llaman el signo de Géminis; y cuando esto vio Motecuhzoma lo tuvo a muy gran extrañeza y maravilla por gran agüero prodigio y abusión y mala señal en ver, por aquella diadema de aquel pájaro, estrellas del cielo. Y tornando segunda vez Motecuhzoma a ver y a mirar por la diadema y cabeza del pájaro, vio grande número de gentes que venían marchando desparcidas yen escuadrones de mucha ordenanza muy aderezados y a guisa de guerra, y batallando unos contra otros o escaramuceando en figuras de venados y otros animales. Y entonces, como viese tantas visiones y tan disformes, mandó llamar a sus agoreros y adivinos, que eran tenidos por sabios. Habiendo venido a su presencia, les dijo la causa de su admiración. Habréis de saber mis sabios y amigos, cómo yo he visto muy grandes y extrañas cosas por una diadema de un pájaro que me han traído por cosa nueva y extraña, que jamás otra como ella no se ha visto ni cazado, y por la misma diadema que es transparente como un espejo, he visto una manera de unas gentes que vienen en ordenanza, y porque lo veáis vedla vosotros, y veréis lo propio que yo he visto y queriendo responder a su señor de lo que les había parecido de cosa tan inaudita, para echar sus juicios y adivinanzas, conjeturas o pronósticos luego de improviso se desapareció el pájaro, y ansí no pudieron dar ningún juicio ni pronóstico cierto ni verdadero.

El octavo prodigio y señal de México fue, que muchas veces aparecía y se veían dos hombres unidos en un cuerpo que los naturales lo llaman tlacanetzolli, y otros veían cuerpos con dos cabezas procedentes de un sólo cuerpo, los cuales eran llevados a los palacios de la sala negra del gran Motecuhzoma, adonde en llegando a ellas desaparecían y se hacían invisibles. Todas estas señales y otras que a los naturales les pronosticaban su fin y acabamiento, porque decían que había de venir la fin y que todo el mundo se había de acabar y consumir, e que habían de ser creadas otras nuevas gentes y venir otros nuevos habitadores del mundo, y ansí andaban tan tristes y despavoridos, que no sabían qué juicios sobre esto hubiesen de echar, sobre cosas tan raras y peregrinas y tan nuevas, nunca vistas ni oídas.

Para citar:
Muñoz Camargo, Diego , Historia de Tlaxcala, Tlaxcala, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social; Universidad Autónoma de Tlaxcala, 2013 [1998], pp. 159-162