Llegada a Huejotzingo. Consejo de papas y caciques
E así caminando, llegamos aquel día a unos ranchos que están en una como sierrezuela, que es población de Guaxocingo, que me parece que se dicen los ranchos de Iscalpan, cuatro leguas de Cholula; y allí vinieron luego los caciques y papas de los pueblos de Guaxocingo, que estaban cerca, e eran amigos e confederados de los de Tlascala, y también vinieron otros pueblezuelos que están poblados a las faldas del volcán, que confinan con ellos, y trajeron todos mucho bastimento y un presente de joyas de oro de poca valía, y dijeron a Cortés que recibiese aquello, y no mirase a lo poco que era, sino a la voluntad con que se lo daban; y le aconsejaron que no fuese a México, que era una ciudad muy fuerte y de muchos guerreros, y que corríamos mucho peligro; e que ya que íbamos, que subido aquel puerto, que había dos caminos muy anchos, y que uno iba a un pueblo que se dice Chalco, y el otro Tamanalco, que era otro pueblo, y entrambos sujetos a México, y que un camino estaba muy barrido y limpio para que vayamos por él, y que el otro camino lo tienen ciego, y cortados muchos árboles muy gruesos y grandes pinos porque no puedan ir caballos ni pudiésemos pasar adelante; y que abajado un poco de la sierra, por el camino que tenían limpio, creyendo que habíamos de ir por él, que tenían cortado un pedazo de la sierra, y había allí mamparos e albarradas, e que han estado en el paso ciertos escuadrones de mexicanos para nos matar, e que nos aconsejaban que no fuésemos por el que estaba limpio, sino por donde estaban los árboles atravesados, e que ellos nos darán mucha gente que lo desembaracen. E pues que iban con nosotros los tlascaltecas, que todos quitarían los árboles, e que aquel camino salía a Tamanalco; e Cortés recibió el presente con mucho amor, y les dijo que les agradecía el aviso que le daban, y con el ayuda de Dios que no dejará de seguir su camino, e que irá por donde le aconsejaban.
- Huejotzingo
- Hernando Cortés
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