Tenochtitlan-Tlatelolco. Sus primeros gobernantes indígenas después de la conquista.

Hasta hace poco la historiografía había privilegiado que la imposición de las estructuras políticas y administrativas españolas fueron consecuencia de un proceso en el que sólo estuvieron implicadas las autoridades nombradas por el rey: virreyes, audiencias y obispos. Según esta perspectiva, después de una década conflictiva, dicha imposición fue conformando una realidad cada vez más hispanizada gracias a una monarquía que conseguía una mayor centralización, la cual se llegó a consolidar en tiempos de Felipe II. En esta visión no se ha tenido en cuenta, sin embargo, que sin las estructuras políticas nativas preexistentes, la imposición del sistema español hubiera sido muy dificultosa y su eficacia muy endeble. La presencia de los gobernantes indígenas en las base del sistema que se estaba implantando, hizo posible que la mano de obra, el tributo y el abasto a las ciudades llegaran a la minoritaria población española.

Esta situación se hizo especialmente notable en la ciudad de México desde los meses que siguieron a su ocupación bajo los ejércitos hispanoindígenas el 13 de agosto de 1521. En ese tiempo se hizo necesario desplegar todo un aparato logístico para limpiar la ciudad de cadáveres y liberarla de escombros. Para realizar estas actividades y para el gobierno y control de los habitantes nahuas que comenzaron a reocupar la ciudad, Hernando Cortés nombró a un cuauhpilli, Juan Velázquez Tlacotzin, el cihuacoátl de Cuauhtémoc, quien no pertenecía a la casa real mexica. A diferencia de lo que hizo con sus aliados, los señores de Texcoco, Tlaxcala y Michoacán, Cortés desconfiaba de los miembros de las familias vinculadas con los huey tlatoque tenochcas. El control de la ciudad indígena era esencial pues con sus tributos y su mano de obra se construía la ciudad española y se mantenían los diques y la infraestructura hidráulica. A Tlacotzin, además del gobierno, se le encargó el abasto urbano para lo cual se creó un gran mercado, conocido como “de Juan Velázquez”, que estaba situado a orillas de la traza, cerca de la fuente de agua y a la salida que iba a Tlacopan. Para el gobierno de Tlatelolco, Cortés nombró a otro cuauhpilli, Pedro Temillo, con lo cual se restituía el señorío tlatelolca independiente, después de haber estado sometido desde 1473 a los tenochcas.

En 1524 dos hechos marcaron profundos cambios en esta situación. El primero fue la llegada de un contingente franciscano de doce frailes que se unieron a los tres flamencos arribados el año anterior. Estos religiosos cumplieron a futuro un importante papel vinculador entre los gobiernos indígenas y las autoridades virreinales. El segundo fue que unos meses después del arribo de los frailes, Hernan Cortés marchó a las Hibueras para someter a su rebelde capitán Cristóbal de Olid y se llevó a los gobernantes destituidos de Tenochtitlan (Cuauhtémoc), Tezcoco (Coanacoch) y Tlacopan (Tetlepanquetzal) y a los señores nombrados Tlacotzin de Tenochtitlan y Temillo de Tlatelolco; con ello generó un caos tanto entre los españoles como en las ciudades indígenas; aunque el abasto no se interrumpió pues el mercado de Tlatelolco siguió funcionando como el principal centro en este sentido.

 Por entonces los frailes comenzaron a entablar alianzas con la nobleza nativa mientras los encomenderos del cabildo y los funcionarios de la Corona se peleban por el control de la ciudad y del reino. A su regreso de las Hibueras en 1526, Hernán Cortés restableció el orden e impuso como gobernante de Tenochtitlan (quauhtlahtocáyotl) a Andrés de Tapia Motelxiuhtzin, quien había sido nombrado en 1525 como tal durante la expedición. Bernal Díaz señala que se ganó el cargo después de la muerte de Tlacoltzin y como denunciante de la conjura que Cuauhtemoc y los señores de Tacuba y Tezcoco organizaban contra Cortés, lo cual provocó su ahorcamiento. Al igual que Tlacotzin, Motelxiuhtzin era un cuauhpilli que había tenido un importante papel en las últimas campañas del tlatoani Motecuzoma II, quien lo nombró tecuhtli y mayordomo de su palacio. Al consumarse la conquista, Motelxiuhtzin continuo manteniendo una clientela militar unida a él por lazos de lealtad, sobre todo en algunos barrios de Tlatelolco, su lugar de origen, como en el Campan de Teopan, asociado con su nombramiento, en tiempos de Motecuzoma II, como huiznáhuatl o cabeza del calpulli de dicha parcialidad. Ahí trasladó la sede del gobierno indígena en 1526, como lo muestra el plano de Uppsala en el que su palacio aparece señalado con un ave negra. Para entonces ya había sido bautizado con el nombre de uno de los conquistadores más cercanos de Cortés, Andrés de Tapia, quien debió fungir como su padrino. Sus alianzas con los amigos de Cortés y con el cabildo español lo mantuvieron implicado en los tejemanejes entre los funcionarios reales y el cabildo español (órgano de los encomenderos) y en la adjudicación de tierras a los españoles. Esto le valió que sus posesiones personales en Iztacalco y Popotla le fuean ratificadas. Cuando la Primera Audiencia llegó a gobernar el territorio, Motelchiuhtzin pactó con Nuño de Guzmán quien, al no estar vinculado con los franciscanos, sus acérrimos enemigos, pudo mantenerse en el poder. Situación similar fue la de Martín Ecatzin, tlacatécatl en Tlatelolco durante la conquista, quien había acompañado también a Cortés a las Hibueras y que fue nombrado gobernador de dicha ciudad entre 1529 y 1531.

En 1530, Nuño de Guzmán había partido a la conquista de Nueva Galicia (Culiacán como es mencionado en las fuentes indígenas), y llevó consigo a Motelchiuh quien murió durante esas campañas. En dicha expedición también estuvo implicado el tercer gobernador de Tenochtitlan, Pablo Xochiquetzin, nombrado por la Segunda Audiencia en 1532, a pesar de su vinculación con el cuestionado Nuño de Guzmán, cuyo juicio de residencia había quedado pendiente. Xochiquentzin provenía igualmente de esos sectores militares ennoblecidos bajo los reinados de los huey tlahtoque Ahuitzotl y Motecuzoma Xocoyotzin. Al igual Andrés de Tapia, Xochiquetzin ejerció su gobierno desde San Pablo Teopan, donde se extendían sus redes clientelares. Su nombre denota su vinculación con una doctrina que estaba cada vez más lejana de los franciscanos y más cercana del clero secular. Ahí también vivía el hijo del difunto Motelxiuhtzin, Hernando de Tapia, intérprete de la audiencia, quien supo afianzar sus relaciones con los españoles con la llegada del virrey Antonio de Mendoza. Xochiquetzin fue también el encargado de fundar un nuevo mercado en el barrio de san Juan Moyotlán, muy cerca de una acequia por la que llegaba el abasto de las ricas chinampas de Xochimilco y de los fértiles valles de Chalco. El control de ese espacio, al que se trasladaría finalmente el tecpan o palacio de gobierno de Tenochtitlan, sería central para la consolidación de los futuros gobernante tenochcas. En Tlatelolco, la Segunda Audiencia nombró como gobernador a Juan Ahuelittoc, a quien Sahagún atribuye un gobierno de “cuatro años”, aunque debieron ser sólo tres pues su sucesor, Juan Cuauhuicónoc, subió al poder “siendo gobernador de Tenochtitlan Pablo Xuchiquen” (¿1534?). Durante su gestión se fundó el colegio de Tlatelolco.

El virrey Antonio de Mendoza, arribado en 1535, reconoció al gobernador nombrado para Tlatelolco y al año siguiente eligió para el gobierno de Tenochtitlan a un miembro acreditado de la antigua casa real mexica: Diego Alvarado Huanitzin, tlatoani de Ecatepec, hijo de Tezozomoc Acolnahuacatl y sobrino directo del huey tlatoaniAxayácatl, quien estaba casado con su prima Francisca Moctezuma. Desde la expedición de las Hibueras, Huanintzin se relacionó con los españoles y durante la Segunda Audiencia se distinguió como consejero de los asuntos indígenas, por lo que en su elección no sólo se restauraba el linaje de los antiguos señores, se reconocían también sus servicios a la Corona. Con su elección, avalada por los franciscanos, la descendencia directa de Moctezuma, representada por su hijo Pedro, señor de Tula quedaría excluida del gobierno, aunque tendría un importante papel en el barrio de Atzacualco.

El sabio gobierno de Huanintzin (que concluyó en 1539) llevó a Mendoza a nombrar para sucederlo en 1542 a otro miembro de la familia real, Diego de San Francisco Tehuetzquititzin a quien el virrey conoció durante la guerra para someter a los chichimecas del Mixtón. Este nieto de Tizoc, sobrino de Motecuhzoma II y residente en el barrio de San Pablo, recibió en 1546 del emperador Carlos V un escudo de armas como gratificación por los servicios prestados en la campaña contra los chichimecas y le concedió rentas en Mixquic y Chalco. Pero la gran epidemia de 1545, la despoblación que provocó crisis de abasto y falta de mano de obra, junto con las mayores exigencias de los españoles provocó que este gobernador fuera sumamente criticado por los macehuales. A su muerte en 1654 lo sucedería el juez xochimilca Esteban de Guzmán, muy cercano a los franciscanos y nombrado por el virrey Luis de Velasco como gobernador, cargo que ocupó por tres años. Este juez externo consolidó la organización del cabildo indígena de Tenochtitlan, con representación de sus cuatro campan, el cual había sido instaurado por orden de Carlos V en 1549.

En el tiempo que fue virrey Antonio de Mendoza gobernaron en Tlatelolco, de acuerdo con fray Bernardino de Sahagún, Juan Ahuelittoc, Alonso Quauhnochtli y Martín Tlacatécatl, quien acompaño al virrey en la campaña del Mixtón en 1541 y enfrentó la terrible epidemia de 1545. El último gobernador de Tlatelolco nombrado por este virrey fue Diego de Mendoza Imauhyatzin (a quien Sahagún llama Diego Huitznahuatlailótlac), quien ejercería el cargo entre 1549 y 1562 y durante su gobierno se instauraría el cabildo en dicha ciudad. Según algunas fuentes este gobernante era descendiente de Cuauhtémoc quien, por línea materna era tlatelolca y había sido señor de ese altépetl. El virrey Mendoza también respetaría la continuidad de los linajes antiguos en los otros dos señoríos de la Triple Alianza: en Texcoco con el nombramiento de Antonio Pimentel Tlahueliltzin hijo de Netzahualpilli y en Tlacopan con Antonio Cortés Totoquihuatzin, descendiente de esa casa señorial. En todos ellos la presencia de un convento franciscano estuvo muy vinculada con esas alianzas y en Tlatelolco, sobre todo, el colegio de Santa Cruz, donde varios miembros de la nobleza indígena y sus hijos convivían y consolidaban sus lazos con el régimen colonial.

Los gobernantes indígenas jugaron un importante papel no sólo en el control de los mercados y de la mano de obra y del tributo, sino también como colaboradores de los frailes. Frente a la indiferencia del gobierno civil español por entender la compleja organización indígena, virreyes y religiosos reconocieron muy pronto la importancia que tenían sus divisiones y estructuras comunales. Al igual que sus antepasados prehispánicos, los primeros gobernadores coloniales continuaron entablando lazos matrimoniales con sus primas y parientes. Como sucedía antes de la conquista, varios de esos señores dirigieron campañas militares con sus ejércitos en las Hibueras y Nueva Galicia, o ayudaron a someter rebeliones como la del Mixtón; sólo que ahora las glorias de dichas hazañas se atribuyeron a los capitanes españoles o a los virreyes. Muchas cosas sin embargo habían cambiado: ahora todos eran cristianos bautizados y ostentaban nombres y apellidos españoles, junto a sus títulos y apelativos indígenas. Todos eran bilingües y muchos habían emparentado con los invasores al casar a sus hijas con ellos.

Después de tres décadas de mantener posiciones de poder, esta nobleza indígena tuvo que adecuarse a los cambios provocados por las epidemias y la mortandad, las movilizaciones de población a causa de las congregaciones y de las guerras de conquista, los catastróficos cambios ecológicos producidos por la colonización española y la imposición de sistemas tributarios y del control de la mano de obra cada vez más estrictos, que marginaron tanto a los encomenderos como a los propios señores nativos. A  la larga, dichos cambios provocaron la marginación de los linajes gobernantes y su suplantación por cabildos a la manera de las repúblicas españolas, formados en la mayor parte de los casos por macehuales enriquecidos o por mestizos. Con la pérdida de sus privilegios, a fines de la centuria, varios de estos nobles recordaban las glorias de sus linajes y describían con nostalgia aquellos tiempos en que eran los señores de la tierra.

 

Para saber más:

  • Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nuev España, edición Carmelo Sáenz de Santa María, Madrid, CSIC, 1982, cap. CLXXVII, p. 523. 
  • Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de Nueva España, 2 v., edición de Josefina García Quintana y Alfredo López Austin, México, CONACULTA, 1989, Lib. VIII, cap. II, v. II, p. 498.
  • Rossend Rovira Morgado, “De valeroso quauhpilli a denostado Quauhtlahtoani entre los tenochcas: radiografía histórica de don Andrés de Tapia Motelchiuhtzin”, Estudios de Cultura Náhuatl, num. 45, enero-junio de 2013, pp. 157-195.
  • María Castañeda de la Paz, “Apropiación de elementos y símbolos de legitimidad entre la nobleza indígena. El caso del cacicazgo tlatelolca”, Anuario de Estudios Americanos, vol. 65, num. 1, enero-junio 2008, pp. 21-47.
  • Barbara Mundy, La muerte de  Tenochtitlan, la vida de México, México, Libros Grano de Sal, 2018.
Para citar: Antonio Rubial García, Tenochtitlan-Tlatelolco. Sus primeros gobernantes indígenas después de la conquista., México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/3014/3014. Visto el 26/04/2024