El istmo de Tehuantepec y su integración a la economía global durante la época colonial

La región de Tehuantepec se integró a la dinámica económica de la monarquía al concretarse la derrota de Tenochtitlán, cuando Hernán Cortés se obsesionó por encontrar el estrecho que, le habían informado, unía a los dos mares, el Pacífico con el Atlántico. Cortés envió hombres a explorar y no tardaron mucho en alcanzar su objetivo, recorrieron el río Coatzacoalcos, descubrieron que había excelentes maderas, sobre todo en los Chimalapas y suficiente población indígena. De tal forma que a partir de 1526 un representante suyo se apersonó en Tehuantepec para instalar un astillero. Fue tal el interés de Cortés por aquellos territorios que los incluyó dentro del marquesado del Valle, merced otorgada por la Corona en 1529. El mismo realizó el viaje al istmo para supervisar las obras, se tiene noticia de su presencia desde finales de 1532 y durante varios meses de 1533. De esa estancia, hoy en día todavía se conserva un faro que se piensa él mandó instalar. En octubre de ese año zarparon dos navíos que trataron de explorar “la Mar del Sur”, como se le conocía al océano Pacífico. Varias cartas de Cortés están firmadas en Tehuantepec, aunque no describió el lugar, consignó que los productos que necesitaba llegaban a Veracruz y de ahí iban por mar a Coatzacoalcos, entonces llamada villa del Espíritu Santo, después buena parte del viaje se hacía por el río y luego otro trecho se recorría por tierra con tamemes, los indios cargadores. Este camino se transitó en el siglo XVI porque era la forma de comunicar Veracruz con otros puertos como Acapulco y Huatulco, desde donde salían los navíos para ir al Callao en Perú, no obstante, para el siglo XVII esta vía entró en decadencia.

A fines del siglo XVIII el virrey Bucareli quiso reactivar el camino del istmo, el suyo sería el primero de muchos intentos por encontrar la mejor vía hasta que el ferrocarril, a principios del siglo XX, vino a colmar el viejo sueño cortesiano. En los documentos coloniales a Tehuantepec se le llama “garganta del reino” lo cual hace alusión al istmo, pero también a que era punto entre dos reinos. Geográficamente era la última provincia al sur de la Nueva España, frontera con el reino de Guatemala. De hecho, por sus tierras pasaba el camino real de México a Guatemala, siendo paso obligado para los viajeros y las recuas de mulas cargadas de mercancías que iban desde Oaxaca a Chiapas y a Guatemala.

Tehuantepec formó parte del marquesado del Valle hasta 1560, fue reintegrado a la Corona con el argumento de que los puertos no se otorgaban en merced, y sus descendientes solo tuvieron derecho a conservar la villa de Jalapa y las haciendas marquesanas, donde se criaba ganado que proveía mercados locales y regionales. Varias de las producciones locales ligaron al Istmo de Tehuantepec con circuitos mercantiles lejanos. El repartimiento de mercancías, sistema comercial que forzaba a los indios a vender su producción a precios bajos y comprar mercancías a un alto precio, se practicó por los alcaldes mayores (autoridades provinciales) desde principios del siglo XVII. La región estaba integrada por varios nichos geográficos, estrechamente relacionados con los grupos étnicos que los habitaban: binnizá (zapotecos), ayuujks (mixes), slijuala xanuc (chontales), ikoots (huaves) y angpøn (zoques). El repartimiento respetó esta lógica y no se exigió a los pueblos aquello que no producían. Se tiene constancia que la grana cochinilla solo se criaba en los pueblos situados en las montañas (Guienagati y Guevea). También el añil y el achiote entraron en el circuito forzado, así las tintas rojas y azules, de Tehuantepec y de otros muchos lugares, invadieron los mercados europeos. Una buena parte de la economía regional se basaba en el comercio de sal, cuya blancura y sabor era muy apreciada, y se vendía en varios lugares del obispado oaxaqueño y de la vecina Chiapas, incluyendo la ciudad de Antequera y otros sitios distantes, de hecho, constituyó la producción económica más importante por lo menos hasta el siglo XIX. Además, el pescado y el camarón obtenido en los pueblos ikoots y zapotecos eran vitales para la alimentación de la región.   

No se sabe el destino exacto de la grana, el achiote y el añil que salió del Istmo, pero al mostrar un dato ligado a la actividad de un protagonista de la época, se evidencia la conexión de esta región con lugares lejanos. En la década de 1780 Bartolomé Bejarano volvió a su pueblo natal Manzanilla, España, después de trabajar varios años como administrador de las haciendas marquesanas y de ser corregidor de la villa de Xalapa. En su viaje de vuelta cargó con varios bienes, entre ellos una mesa, seguramente hecha con madera de los Chimalapas, la cual fue donada por su hijo a la iglesia de Aznalcóllar (Sevilla) en 1791. La mesa estuvo en la sacristía muchos años hasta que sobrevino un incendio y se quemó. A pesar de ello, quedó la huella de la donación del mueble manufacturado en el istmo a este pueblo español evidenciando que hubo más relaciones y movimientos de lo que imaginamos.

Imágenes:

1. Faro de Cortés, foto de Fernando Villalana.

2. Salinas de Tehuantepec, en Relaciones geográficas del siglo XVI. Antequera. edición por René Acuña. 2 v. México, UNAM/ Instituto de Investigaciones Antropológicas, 1984.

3. Jurisdicción de Tehuantepec en Relaciones geográficas del siglo XVI. Antequera. edición por René Acuña. 2 v. México, UNAM/ Instituto de Investigaciones Antropológicas, 1984.

Para saber más

  • Escalona Luttig, Huemac, Rojo profundo: Grana cochinilla y conflicto en la jurisdicción de Nexapa, Nueva España, siglo XVIII. Tesis de doctorado, Universidad Pablo Olavide de Sevilla, 2016.
  • Machuca, Laura, Haremos Tehuantepec, una historia colonial (siglos XVI-XVIII). Oaxaca, México, Dirección General de Culturas Populares CONACULTA/ Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Oaxaca/ Fundación Alfredo Harp Helú/ CIESAS, 2008.
  • Machuca, Laura, Comercio de sal y redes de poder en Tehuantepec en la época colonial.  Prefacio. Michel Bertrand. México, CIESAS, Fomento Cultural BANAMEX, 2007.
  • Velázquez, Emilia, Eric Léonard, Odile Hoffmann y M-F. Prévôt-Schapira (coords). EL istmo mexicano: una región inasequible. Estado, poderes locales y dinámicas espaciales (siglos XVI-XXI). México, CIESAS/IRD, 2009.
Para citar: Laura Machuca Gallegos, El istmo de Tehuantepec y su integración a la economía global durante la época colonial, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2982/2982. Visto el 18/05/2024