La persona y el rostro de la batalla en la destrucción final de México Tenochtitlan y Tlatelolco.

Como ya hemos comentado en otros artículos de Noticonquista, la intervención armada de las tropas hispano-indígenas, dejaron a lo largo de dicho operativo una estela de destrucción en la ciudad de Tenochtitlan y Tlatelolco. En dichos trabajos y otros de corte más científico hemos avanzado en materia de las formas de combate, operatividad de los ejércitos, sistemas de armamento entre otros aspectos muy propios de la Historia Militar.

Sin caer en una equivocada y mal entendida “visión de los vencidos”, en la cual los mal llamados “invasores” españoles acabaron con toda una ciudad, debemos destacar, que la intervención armada llevada a cabo por la amplia multitud de grupos indígenas en conjunto, con la muy reducida estructura militar española, fueron quienes realmente dieron el golpe final a la ciudad, es decir los mismos indígenas fueron los verdaderos perpetradores y destructores de Tenochtitlan y Tlatelolco.

Uno de los aspectos que más le interesa a la Moderna Historia Militar, es sacar a la luz, con un alto nivel de objetividad y reflexión humanística, sin perder por ello una perspectiva científica y académica, el valor de la persona por sí misma como la principal protagonista de las consecuencias estremecedoras de dichos acontecimientos, sin caer necesariamente en un bando u otro.

Más allá de una ideología política, una conmemoración, tomar partido desde una perspectiva hispanista o indigenista; detrás de las guerras hay personas quienes sufrieron el embate de sus consecuencias, en ambos bandos, sin importar si eran españoles, aliados indígenas o mexicas. Ese es el principal valor que aporta el hacer una Historia Militar de Mesoamérica y la “conquista de México”, el rescatar a todas aquellas personas que perdieron la vida y sufrieron de una u otra manera los estragos de una guerra con tan larga duración y que tantas discusiones ha generado, tanto en el escenario académico como en la cultura popular mexicana y española. 

Como es natural en cualquier conflicto bélico, ya sea por aspectos estratégicos o en el simple ardor de las batallas, la destrucción de recursos materiales y sobre todo la gran pérdida de vidas humanas, es la más lamentable consecuencia de cualquier conflicto hostil que ha dejado la historia de la humanidad.

Desde el quiebre de la infraestructura hidráulica con la que iniciaron las hostilidades en Tenochtitlan, el despliegue de los bergantines y una discutible capacidad de destrucción de la artillería e ingeniería de asedio, propia de las estrategias de la tradición poliorcética europea; acompañada de la quema de unidades habitacionales indígenas e incluso de los templos principales como el de Huitzilopochtli, son algunos de los tantos ejemplos que podemos encontrar en las fuentes sobre lo que representó la destrucción material de toda la ciudad.

Debemos saber que es precisamente en los momentos de crisis, como el caso de la guerra aquí mencionada, donde normalmente lo peor y mejor de las personas sale a relucir. Sin duda alguna la destrucción sistematizada de la ciudad es producto de un plan estratégico hispano-indígena, que fue mermando a sus habitantes hasta el centro ceremonial mismo de Tenochtitlan y Tlatelolco.

El retrato que dan las diversas fuentes, del momento en que las tropas hispano- indígenas van superando a las estaciones de defensa mexica, y de la destrucción que va quedando nos muestra una ciudad diezmada, enferma y mutilada, la cual sin duda nos recuerda otros escenarios de intervención armada, igualmente dramáticos de la historia de la humanidad. Entre ellos destacamos los casos de asentamientos antiguos como Numancia, Masada, Roma, Babilonia o casos tan contemporáneos como la misma ciudad de Alepo en Siria, pues si algo nos enseña la Historia Militar es que, en las guerras, normalmente los grandes perdedores de estas son los no combatientes.

Cuando finalmente Cortés y su gente entran a la ciudad, van recorriendo las calles repletas de cadáveres, personas enfermas con notorios signos de hambruna y sed, varios de ellos también agonizantes, todo ello con importantes señales de uno de los aspectos que más no ha enseñado la Moderna Historia Militar, el acercarnos a los rostros de la batalla: las mujeres, niños y ancianos que son quienes más padecen dichos conflictos.

Afortunadamente la mayoría de los lectores de este texto no ha estado nunca en una guerra y esperemos no estarlo nunca, pero la Historia Militar nos permite tener un acercamiento lo más objetivo posible de los hechos ocurridos y de sus consecuencias, siempre y cuando esté basada en una documentación de primera mano, una metodología adecuada de investigación e interpretación y sobre todo evitando en la medida de lo posible, una visión con intereses más subjetivos.

Si bien las sociedades antiguas vivían en un mundo más hostil que el nuestro, generalmente en estados permanentes de guerra, Mesoamérica no era la excepción y no digamos el Imperio mexica, ello no representa que las consecuencias de vivir en un escenario de crisis de estas magnitudes, no implique también las consecuencias emocionales y psicológicos que ello representa, un punto que pocas veces los investigadores se detienen a entender en el caso de conflictos militares como la guerra de Tenochtitlan en 1521.

Por ejemplo, sabemos que cuando el Templo Mayor de Tenochtitlan fue incendiado, implicó para los mexicas un fuerte golpe militar, pero también emocional, pues como narran las fuentes: “como vieron los mexicanos que se quemaba el cu, lloraron amargamente porque tomaron mal agüero de ver quemar el cu (Fray Bernardino de Sahagún).

Esto es solo un ejemplo de una pérdida material importantísima para los mexicas, pero ya no digamos de las pérdidas humanas, que evidentemente generaron entre la población niveles de estrés, angustia y una profunda tristeza, que pocas veces contemplamos a la hora de hacer historia.

Las fuentes mencionan que: “En todo esto no cesaba la guerra por el agua. Matábanse unos a otros por las canoas. Y había gran hambre en los mexicanos, y gran enfermedad, porque bebían del agua de la laguna y comían sabandixas, lacartixas y ratones, etcétera, porque no les entraba ningún bastimento, y poco a poco fueron acorralando a los mexicanos, cercándolos por todas partes” (Fray Bernardino de Sahagún).

No es interés del presente texto, hacer un recuento de los sucesos más dramáticos de este momento final de la caída de Tenochtitlan. Ya Don Miguel León Portilla nos deja una descripción muy clara en su famosa obra: La Visión de los vencidos. Considero que, en realidad, lo más conveniente a estas alturas, es llevar a cabo una nueva reflexión, que permita replantear la destrucción de Tenochtitlan y lo que ello representa para ambos bandos y no poner solo a los mexicas como las víctimas de dicha historia.

Algunos casos muy conocidos como los Cantares Mexicanos, recogidos por León Portilla y Salvador Reyes Equiguas, nos ayudan a comprender como una de las tantas fuentes históricas del lado indígena, que en efecto, la caída de Tenochtitlan, como en cualquier guerra, implicó lamentables pérdidas humanas.

No olvidemos que mucha de la población no combatiente, que va a sufrir los estragos de la guerra de 1521, es decir niños, mujeres, ancianos e impedidos, de alguna manera habían sido partícipes de esta ideología militarista y expansionista que el estado mexica había promovido, pues como advertimos en otros textos, desde la infancia la población mexica estaba educada en dicha forma de vida, lo que incluye sufrir tarde o temprano sus consecuencias como producto de un contexto cultural dedicado a la guerra.

Los imperios no duran para siempre y tarde o temprano terminan cayendo, generalmente a sangre y fuego, de ahí que no veo conveniente seguir promoviendo una visión equivocada, en la cual se siga viendo a los mexicas solo como las víctimas indefensas de la conquista. Por el contrario, la destrucción de Tenochtitlan es una evidente consecuencia de estructurar una sociedad expansionista y militarista a la que le había llegado su momento. 

La historia nos sigue mostrando el rostro de las batallas y las guerras, y el caso de la destrucción y caída de México Tenochtitlan y Tlatelolco, representan realmente todos los lados de la moneda. No solo los guerreros y efectivos caídos en ambos bandos, no solo mexicas como las víctimas de la guerra, sino también debemos contemplar y estudiar las implicaciones de las bajas hispano-indígenas quienes también perdieron familiares, amigos, niños y mujeres involucrados en el conflicto.

Las víctimas de la conquista fueron en realidad todos, en ambos bandos, hispano-indígenas y mexicas, quienes tuvieron importantes pérdidas en esta extenuante guerra mesoamericana. Aquellos que perdieron todo lo que materialmente tenían, comida, casas, animales, etc. Quienes fueron más allá al perder un ser querido o que simplemente quedaron mutilados o perdieron una parte importante de su salud en dichas hostilidades, fueran o no combatientes.

No olvidemos que, en ambos bandos, se menciona en las fuentes, diversos casos de españoles o aliados indígenas que perdieron alguna extremidad o quedaron tuertos, después de haber sido atravesados por una punta de proyectil de obsidiana, un perdigón de arcabuz, o una embestida con macuahuitl o espada. Fracturas, mutilaciones y todo tipo de heridas, dejarían secuelas en ambos bandos que pocas veces nos detenemos a entender.

Evidentemente la peor parte, se la llevaron quienes perdieron la vida en ambos bandos, quienes estaban desde sus más profundas convicciones defendiendo una postura del porqué era importante pasar de la diplomacia a las hostilidades, y dar su vida por lo que pensaban era lo correcto.

Son muchas las emociones y calamidades que pasaban por la mente de combatientes y no combatientes en plena conquista de México y destrucción de Tenochtitlan; ya fuera rabia, venganza, valentía, miedo, desconcierto, tristeza, entre otros tantos, que van más allá de una cosmovisión, de una cultura o de una pertenencia etnolingüística, sean occidentales o mesoamericanos, el dolor de las pérdidas en la guerra es igual para todos.

Este tipo de razonamientos nos permite acercarnos a otra “visión de los vencidos” y la destrucción de México Tenochtitlan, como un contexto mucho más complejo, en una guerra que se ha dado simplemente en llamar “La conquista de México”.

Para llevar a cabo una objetiva reflexión al respecto, no podemos olvidar que en este contexto, no solo había dos bandos, dos formas de pensar estructurado en cosmovisiones, como siempre se ha querido destacar en los estudios mesoamericanos; dos formas de hacer la guerra y entender el mundo, o “invasores” y “víctimas”.

Realmente detrás de toda guerra, lo más importante es la persona por sí misma, quien es finalmente los que sufren y padecen el conflicto en todas sus facetas, sean mujeres, niños, ancianos, varones, españoles, mexicas, otomíes, poblaciones caribeñas y africanas, tlaxcaltecas, texcocanos, o cualquier otro grupo socio cultural o étnico. Estas son quizá, las principales reflexiones que más nos deja e interesa a los recientes estudios en Historia y Arqueología Militar. 

Las victimas de la conquista y la destrucción de Tenochtitlan, fueron realmente todos aquellas personas quienes participaron voluntaria o involuntariamente en las guerras de la conquista de México y que al final perdieron algo, más allá de los aspectos puramente materiales.

 

Para leer más:

  • Cantares Mexicanos, Edición, estudios e introducción de Miguel León Portilla, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 2014.
  • Cervera Obregón Marco Antonio y Barrera Alan, “Movimientos poblacionales durante las guerras de conquista del Imperio mexica”, en Puell de la Villla, Fernando y García Hernán, David (eds.)  Los efectos de la guerra: desplazamientos de población a lo largo de la historia. Madrid: Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado-UNED.2017.
  • Keegan John, El rostro de la batalla, Editorial Turner, 2004.
Para citar: Marco Antonio Cervera Obregón , La persona y el rostro de la batalla en la destrucción final de México Tenochtitlan y Tlatelolco., México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2749/2749. Visto el 19/04/2024