El tamaño de la guerra de 1521

Es difícil medir, pensar, sentir el tamaño de la guerra que asoló al centro de México entre 1519 y 1521, y particularmente, la campaña final que fue el sitio de México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco entre mayo y agosto de 1521.

Muchas visiones suelen exagerar la significación de este conflicto como parte de historia universal o global: sería el primer gran triunfo del colonialismo europeo, inauguración de una serie de victorias que continuaron hasta el siglo XX; como Cortés sería el primero de un linaje de conquistadores europeos y blancos que incluirían a Francisco Pizarro y a Cecil Rohdes. La historia nacional mexicana la ve como el cataclismo final de la etapa histórica prehispánica, o mesoamericana, y el inicio de una nueva etapa novohispana. Desde la visión de los vencidos inventada en el siglo XX ha sido lamentada como la trágica destrucción del mundo mesoamericano, un suceso tan portentoso como inevitable.

Muchas de estas autoras y autores también explican la guerra de 1521 como algo “necesario”. Se arguye que la victoria española era inevitable y que su costo en vidas humanas fue tan lamentable como ineludible. Se argumenta que “así son todas las conquistas”, que la historia es siempre violenta, que no nos da más que para elegir entre los malos y los más malos. Suele aducirse, igualmente, que los mexicas también destruían a sus enemigos, que otras potencias europeas lo hubieran hecho peor. En esta lógica se inserta esta guerra en una cadena de cataclismos análogos, la triste retahíla de atrocidades que la historia se empeña en llamar progreso o evolución, todos ellos lamentables pero necesarios. Mejor dar vuelta de hoja al tema y pensar en lo positivo que trajo la conquista.

Es frecuente que se aduzca también que no podemos juzgar, o comprender, lo que pasó hace 500 años con nuestras visiones y valores de hoy. Y sin embargo, al explicar la guerra como parte de una cadena más amplia, lo que hacen estas visiones precisamente es privarla de su particularidad, negarse a examinarla en sus propios términos. Porque estos argumentos no nos sirven realmente para dimensionar la guerra a ojos de sus participantes, entre 1519 y 1521, a ojos de las mujeres y hombres que vivieron y murieron en ella, sino para justificar sus consecuencias 500 años después.

En contra de estas visiones, y su prisa en voltear la página, hagamos un breve recuento, lo más neutral posible de lo que fue esta guerra para sus participantes. Recurro a cifras estimadas, sabiendo que son inciertas, porque desde nuestra perspectiva moderna esta es una de las principales maneras de dimensionar los fenómenos sociales.

La campaña final de la guerra, el sitio de México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco, involucró probablemente a 100,000 atacantes y unos 40,000 defensores. A los primeros acompañaban otros 20,000 a 30,000 cargadores, ayudantes, así como miles de mujeres. Estos inmensos contingentes provenían de la mayoría de los altépetl del Valle de México mismo, aliados a los conquistadores, y también de entidades políticas de las regiones aledañas, lo que implicó una movilización sin precedentes de tropas y recursos. La guerra excedía con mucho las dimensiones de los conflictos tradicionales mesoamericanos. estos pueblos participaron, y sufrieron en sus territorios y espacios, las campañas anteriores de conquista y construcción de alianzas que abarcaron los valles de Puebla, México, Morelos y Toluca. El sitio afectó también de manera directa a toda la población civil de la capital mexica (entre 50,000 y 100,000 personas), a las ciudades aledañas (otros 200,000 personas probablemente).  Anteriormente había involucrado a todo el Valle (unos 500,000 a 1,000,000 de personas).

La campaña final provocó decenas de miles de muertes, la mayoría probablemente de civiles no combatientes. Fue acompañada de violaciones masivas de mujeres mexicas y de otros pueblos sometidos, así como por el saqueó y destrucción de las casas y patrimonio de los vencidos. Decenas de miles de combatientes, y pobladores, fueron esclavizados, secuestrados, traficados. En su fase final, de julio y agosto, la estrategia de los atacantes fue la destrucción casi completa de la ciudad atacada, una demolición casa por casa, edificio por edificio, llevada a cabo por millares de trabajadores mesoamericanos, un antecedente de a los bombardeos del siglo XX.

Como el sitio se realizó durante la época de lluvias en Mesoamérica, provocó la interrupción de la temporada agrícola en la parte occidental del Valle de México, el teatro de los combates. Por otro lado, el abastecimiento de los gigantescos ejércitos debe haber desviado mucho de la producción y las reservas de otras regiones del Valle, particularmente Chalco y Xochimilco, las más fértiles y productivas. También Tlaxcala, Huexotzinco y otros aliados indígenas vieron mermada su producción de alimentos, pues sus agricultores estaban movilizados como combatientes. La guerra produjo, entonces, en una hambruna o escasez de alimentos en la región que habrá producido millares de víctimas, añadida a la destrucción de viviendas e infraestructura que debilitó la economía de toda la zona.

En suma, el resultado de la guerra fueron decenas, tal vez centenas de millares de personas desplazadas, atacadas, asesinadas, despojadas, esclavizadas. No es exagerado afirmar que entre 1519 y 1521, a resultas de la guerra y las epidemias, falleció la mitad o más de la población de México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco y una proporción significativa de la población del Valle de México.

Por eso la podemos llamar una “guerra total”. Este concepto del siglo XX se refiere a los enfrentamientos entre estado-nación modernos que involucran a sus ejércitos y  también a toda su población civil, como colaboradora en el esfuerzo bélico y como objetivo militar de sus enemigos. Algo parecido sucedió en el Valle de México en 1521 y sus consecuencias fueron tan devastadoras en ese ámbito y particularmente de la ciudad de México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco como las que consecuencias de las guerras mundiales, las guerras de Corea y Vietnam, las guerras postcoloniales y civiles en amplias regiones de nuestro planeta en los últimos 100 años. Sabemos por la experiencia presente, que el impacto de esas guerras es multigeneracional, que décadas después se sienten, se re-sienten y se padecen sus efectos demográficos, sociales, emocionales.

Recurro a la analogía con las guerras del siglo XX no para construir una cadena de atrocidades que minimice la de 1521, sino con el objetivo contrario, para que podamos sentir y comprender mejor esta terrible destrucción a la luz de las que nos son más cercanas, cuyas heridas están todavía abiertas. Para que intentemos imaginarla, sentirla como la vivieron quienes fueron afectados o destruidos por ella, niñas y niños, mujeres y ancianos, jóvenes combatientes, capitanes arrojados, espectadores y víctimas, esclavos y vencedores. Y también para que recordemos que nuestros muertos recientes demandan hoy que los recordemos, que hagamos luto por ellos, que busquemos formas de justicia. También esas mujeres y hombres de hace 500 años merecen que nos detengamos a evocarlos, que nos demos tiempo de lamentar su muerte y sus sufrimientos antes de intentar normalizarlos con argumentos y comparaciones.

Para citar: Federico Navarrete , El tamaño de la guerra de 1521, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2742/2742. Visto el 24/04/2024