El regreso del ejército aliado a Tlaxcala relatado por sus protagonistas

El 1 de julio de 1520, los tlaxcaltecas y sus aliados salieron derrotados de Tenochtitlan, con muchas bajas, heridos, cansados, mojados y sin comida. Del 2 al 6 de julio, apenas lograron dejar atrás a los enemigos mexicas y tetzcocanos y llegaron a Tlaxcala el día 8. Este recibimiento es recordado de manera diferente por sus protagonistas y su análisis complejiza la visión tradicional sobre la conquista de México. 

Del lado tlaxcalteca, existen numerosas fuentes que relatan este encuentro desde su propia perspectiva; una de las más elocuentes (y menos consultada) es la oración pronunciada por Don Antonio Calmecahua y Antonio Temaxahuitzin, generales de Tlaxcala, durante la llamada “Noche Triste” y  mencionada en la probanza de méritos y servicios de los descendientes de Pedro de Alvarado:

“[…] os invocamos a vos, muy claro y resplandeciente Sol y Luna y Estrellas, y a los Aires del dia y Sereno de la noche, para que con vuestra ayuda salgamos de los peligros desta guerra tan justa que tenemos”

Otra fuente fundamental es el conocido e influyente Lienzo de Tlaxcala. Este documento fue enviado al rey Felipe II por los tlaxcaltecas como una prueba de su participación en la conquista de México-Tenochtitlan, Michoacán, Guatemala, entre otros.   Sobre este episodio, el Lienzo resalta el recibimiento del ejército aliado en Xaltelolco, ya en territorio tlaxcalteca, donde el señor Citlalpopoca cuenta con los dedos de sus manos los bastimentos ofrecidos.  En contraprestación, Citlalpopoca recibe un estandarte de guerra que pertenecía al capitán mexica Matlaxopilli de manos de Hernán Cortés.

Ese mismo día, todos juntos llegan a Hueyotlipan donde, según el Lienzo, son recibidos por Maxixcatzin. Tan importante es este hecho que en el Lienzo ocupa dos cuadros del relato. Aquí, Maxixcatzin sujeta en su mano derecha su elegante mosqueador y en la mano izquierda una divisa, misma que, según la descripción de Muñoz Camargo, era muestra del reciente triunfo del ejército tlaxcalteca-español en la batalla de Otumba.

En la lámina 29, en la que se muestra la confirmación de la alianza, se encuentra a Cortés y  Maxixcatzin (o Xicoténcatl); el español da al líder tlaxcalteca un Quetzalteopamitl o “gran estandarte de los mexicas” que había sido ganado durante la batalla de Otumba y que fue presentado como un obsequio para los señores tlaxcaltecas.

En Tlaxcala, en territorio aliado y pacífico, el ejército se dedicó a descansar y a cuidar de los heridos ya que algunos quedaron cojos o mancos. Entre ellos se encontraba el propio Cortés quien, en la batalla de Otumba, había recibido un fuerte golpe en la cabeza y había perdido dos dedos de su mano izquierda. Vale la pena resaltar que en la memoria tlaxcalteca sobre este episodio, los intercambios más recordados fueron aquellos que involucraron las divisas de guerra de sus enemigos mexicas.

Por el otro lado, el personaje autoconstruído por Cortés se presenta a sí mismo como un conquistador poderoso, omnisciente, embaucador y movido por una inagotable seguridad en sí mismo. Sin embargo, en la Segunda Carta de Relación escrita al emperador Carlos V en octubre 1520, se relata el recibimiento dado por los tlaxcaltecas luego de su derrota en Tenochtitlan en términos muy diferentes a los habituales. Cansado, derrotado y muy hambriento, Cortés confiesa tener dudas de que vaya a tener un buen recibimiento en Tlaxcala; él sabía perfectamente que un ataque de sus aliados podría ser fatal para la suerte de su expedición y exponía su propia vida.

Este temor lo llevó a que en Hueyotlipan, según su versión el primer pueblo de Tlaxcala en el que obtuvo un recibimiento amistoso, entregara el poco oro que había logrado rescatar de su huida de Tenochtitlan a cambio de comida. En palabras del mismo Hernán Cortés:

 

“aunque muchas de las provisiones que nos daban eran por nuestros dineros, y aunque no querían otro sino de oro, y éramos forzado [a] dárselo por la mucha necesidad en que nos veíamos.”

El pesar con el que Cortés aceptó esta transacción es evidente, y demuestra que en este momento específico y de manera excepcional, su hambre y necesidad eran más grandes que su ambición.

Tres días después de este episodio, Cortés escribe que Xicoténcatl y Maxixcatzin van a visitarlo. Para refrendar la alianza en peligro, Cortés se apresura a regalarles sus propias joyas a los poderosos gobernantes tlaxcaltecas (tal vez refiriéndose a las divisas de guerra de plumas):

“y les di algunas pocas cosas de joyas que se habían escapado, de que fueron muy contentos [Maxixcatzin y Xicoténcatl], y me fui con ellos aa la dicha ciudad [Tlaxcala], donde así mismo hallamos buen recebimiento.”

En toda esta narración, es el capitán de los castellanos el que pide favores, ruega por clemencia y da sus escasas riquezas ante los señores poderosos que lo patrocinan. Si el Lienzo de Tlaxcala se esfuerza en mostrar todo lo que los tlaxcaltecas dieron al ejército aliado, contabilizándolo y exponiéndolo en varias escenas, la Carta de Cortés hace especial énfasis en todo el oro y joyas que a los castellanos les costó esta ayuda.

Hay algo que el éxito de la categoría colonial de “Indio” (y su espejo liberal, “Indígena”) suele encubrir. Cortés y sus huestes recordaban y valoraban la acción de los tlaxcaltecas de manera individual. No fue sólo recibir el apoyo de una colectividad informe y homogénea “los tlaxcaltecas”. Los descendientes de Pedro de Alvarado recordaron  la importancia de Don Antonio Calmecahua y Antonio Temaxahuitzin. En el arribo de los derrotados a Tlaxcala, Cortés señala específicamente que fueron Xicoténcatl y Maxixcatzin quienes negociaron con él descanso y alimento por oro y joyas. La historia de la conquista de México no puede seguir contándose sin los nombres y acciones de Calmecahua, Temaxahuitzin, Xicoténcatl, Maxixcatzin, Citalpopoca, doña Marina, doña Luisa Xicoténcatl y muchos otros hombres y mujeres tlaxcaltecas.

Mientras el Lienzo muestra la entrega de divisas de guerra mexicas como un gran triunfo de los tlaxcaltecas, específicamente de los señores Citlalpopoca, Maxixcatzin y Xicoténcatl, la Carta de Relación pinta un panorama de humillación y derrota. El recuerdo de la llegada a Tlaxcala por parte de sus protagonistas nos permite cuestionar y reflexionar sobre muchas de las que consideramos verdades absolutas de la conquista de México, como la permanente superioridad española, el anonimato “indígena” o la manipulación de Cortés hacia los tlaxcaltecas.

Para leer más:

  • Chavero, Alfredo y Genaro López “El Lienzo de Tlaxcala” 1892.
  • Cortés, Hernán “Cartas de Relación” Editorial Porrúa. 1978
  • Muñoz Camargo, Diego “Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala” Biblioteca Tlaxcalteca, El Colegio de San Luis. 2000.
  • Toulet Abasolo, Lucina “Tlaxcala en la conquista de México: el mito de la traición” 5ta edición. 2017
Para citar: Margarita Cossich Vielman, Antonio Jaramillo Arango, El regreso del ejército aliado a Tlaxcala relatado por sus protagonistas, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2198/2198. Visto el 26/04/2024