Epidemias, catástrofes demográficas y decadencia del poderío indígena en los Andes centrales del período colonial temprano

Como en el caso de México-Tenochtitlan, la conquista de Cuzco no fue el resultado de la acción de unos pocos cientos de españoles con ventajas bélicas o algún tipo de superioridad racional sobre los amerindios. Las principales fuerzas que llevaron a las caídas de Cuzco y México-Tenochtitlan no fueron las armas de fuego, las espadas de acero, el uso de caballos o algún tipo de habilidad política extraordinaria por parte de los españoles, lo que los haría capaces de engañar y manipular continuamente a los ingenuos pueblos indígenas para sus propios fines políticos.

En las primeras décadas del siglo XVI, las principales fuerzas que actuaron en las caídas de Cuzco y México-Tenochtitlán provenían de estructuras sociales y políticas indígenas. Nos referimos a la presión que sufrían las cientos de comunidades políticas debido a los tributos impuestos en especie o servicio que tenían que pagar a Cuzco o México-Tenochtitlan. Por otro lado, las comunidades políticas cercanas a los dominios inca y mexica se sentían amenazadas por las conquistas de esos dos grupos y, muchas de ellas, ya habían luchado contra el Tahuantinsuyu o la Triple Alianza para quedar afuera de sus dominios. Además, las propias élites incas y, con menos frecuencia, también las élites mexicas no estaban libres de feroces disputas internas por los más altos poderes y honores políticos. En pocas palabras, el Tahuantinsuyu y la Triple Alianza tenían enemigos y antagonistas en abundancia, fuera y dentro de las regiones cubiertas por sus dominios. Por lo tanto, las principales fuerzas que actuaron en las rápidas caídas de Cuzco (1533-36) y México-Tenochtitlan (1520-21) deben buscarse mucho más en las estructuras sociopolíticas indígenas y en las complejas alianzas entre los pueblos indígenas descontentos -alianzas entre ellos y con los españoles- que en las armas, acciones y planes de los conquistadores españoles, los cuales no estaban dirigiendo todo este proceso y siendo seguidos ingenuamente por líderes y guerreros indígenas que no tenían sus propios objetivos y agenda política.

Por lo tanto, las élites de los pueblos indígenas que se aliaron entre sí y con los conquistadores españoles en las décadas de 1520 y 1530 para derrocar a los incas y mexicas; chachapoyas, cañaris y huancas o tlaxcaltecas y totonacas, salieron fortalecidos de estos procesos históricos. Esto se demuestra por las conquistas que estos grupos lograron después de las caídas de Cuzco y México-Tenochtitlan en regiones previamente dominadas por incas y mexicas, con o sin los españoles. La disolución del Tahuantinsuyu y la Triple Alianza significó mucho más un reordenamiento en las políticas locales de dominación y tributo, en el que participaron los españoles, que una agitación política radical en la que, supuestamente, los españoles estarían al mando y las élites indígenas estarían sometidas a ellos desde las luchas contra los incas del Cuzco y los mexicas de Tenochtitlan.

Sin embargo, habiendo sido así, ¿por qué las élites indígenas victoriosas, que derrotaron a los incas y mexicas, vieron reducirse sus poderes tan rápidamente y marcadamente en las décadas siguientes? Al mismo tiempo, ¿por qué los españoles y sus instituciones -en las mismas décadas- tuvieron tanto éxito en sujetar ciudades y pueblos indígenas y en depender cada vez menos de sus antiguos y alguna vez poderosos aliados indígenas? El factor principal en el rápido declive del poderío indígena en los Andes centrales y Mesoamérica en las décadas posteriores a las caídas de Cuzco y México-Tenochtitlan fueron las muertes por epidemias, exacerbadas por hambrunas y sobreexplotación, que resultaron en una disminución catastrófica de la población en estas dos grandes regiones de América indígena.

La viruela, el sarampión y la gripe se encuentran entre las enfermedades que más mataron a los pueblos indígenas y sus efectos fueron devastadores en el Circuncaribe, donde los españoles estaban desde 1492, especialmente en las Antillas Mayores, donde las poblaciones indígenas originales se redujeron a pequeñas fracciones ya en los años 1510 y 1520. Estas enfermedades circularon de manera muy generalizada y durante miles de años en el Viejo Mundo, caracterizado por la proximidad territorial entre Europa, Asia y África alrededor del Mar Mediterráneo, lo que facilitó la interconexión política y comercial. Por lo tanto, los habitantes de estos tres continentes desarrollaron una mayor resistencia inmunológica a tales enfermedades, desconocidas por los cuerpos de los amerindios, pues no existían en América antes de la presencia de europeos en este continente.

En los Andes Centrales, estas nuevas enfermedades llegaron a mediados de la década de 1520, incluso antes de la presencia de los propios españoles en esa región, que llegaron allí hacia el final de la década. Las enfermedades avanzaban y se transmitían a través de las rutas comerciales que conectaban el noroeste y el norte de América del Sur con el Circuncaribe. Las rutas que conectaban las regiones de Colombia, Ecuador y Perú con sur de América Central fueron fundamentales en la propagación de epidemias, ya que los españoles estaban en la parte sur de América Central desde principios de la década de 1510 y, en 1519, fundaron la ciudad de Panamá, que se convirtió en la base principal para organizar las expediciones de conquista que se fueron a Ecuador y Perú.

Las epidemias, que afectaron y mataron casi exclusivamente a indígenas, jugaron un papel central en la manera en que los conquistadores españoles eran vistos por sus aliados y enemigos indígenas. En general, los indígenas de los Andes Centrales y Mesoamérica asociaron las causas de estas enfermedades a la presencia y la potencia de los españoles y sus huacas, viracochas, teteoh o nahuales, entre los cuales estaban el Cristo, el Espíritu Santo, la Virgen, la cruz y algunos santos. De esta manera, las epidemias eran vistas como expresiones del poder de los españoles, sea por los propios españoles, que creían que su único dios estaría actuando a su favor al propagar estas plagas contra los enemigos paganos, o por los pueblos indígenas, que atribuyeron la aparición de estas nuevas enfermedades a la actuación de estos humanos y no humanos extranjeros. Por lo tanto, estos nuevos agentes eran, al mismo tiempo, motivos de repulsa y atracción para los amerindios. ¿Sería mejor alejarse o aliarse con estos hombres? ¿Cómo adquirir medios de contacto, intercambio y negociación con los poderosos seres no humanos que estaban con ellos? ¿Cómo contar con los favores y apoyo de esos poderes en guerras contra enemigos tradicionales o incluso contra los propios españoles?

Además de este papel central en las conquistas y alianzas políticas entre indígenas y españoles, las epidemias que azotaron los Andes Centrales generaron un panorama de desolación en los años posteriores a la caída del Tahuantinsuyu que golpeó las regiones costeras de Ecuador y Perú con más fuerza, pero no excusó las regiones más altas del mundo andino. La caída demográfica en la costa peruana en los años 1530 a 1550 fue tan inmensa que muchas regiones se quedaron despobladas, siendo casi imposible saber qué pueblos indígenas las habitaban, ya que han desaparecido por completo. En regiones de mayor altitud, el impacto de las epidemias en la despoblación fue ligeramente menor, pero también muy significativo, especialmente en regiones de mayor presencia española, como en la ruta de Lima, Huamanga, Cuzco y Potosí.

Los efectos mortales de las epidemias se incrementaron por las guerras y luchas: entre pizarristas y almagristas y entre estos dos grupos y los poderes del naciente Virreinato del Perú (entre los años 1540 y 1550); por las guerras entre españoles e incas del Cuzco contra los incas de Vilcabamba, que duraron desde la década de 1530 hasta el arresto y ejecución de Tupac Amaru en 1572. Además, las epidemias y las guerras generaron desorganización en la producción de alimentos, lo que provocó hambrunas y facilitó más muertes por epidemias, produciendo un círculo vicioso difícil de interrumpir y que afectó más duramente a los sectores sociales más bajos. “El mundo se había enloquecido”, decían los participantes del Taki Onqoy, un movimiento indígena de revuelta contra esta situación que, en la década de 1560, predicó la eliminación y muerte de todos los españoles y de todo lo que tenía relación con ellos: ropas, sombreros, animales, plantas e incluso a los indígenas que se habían aliado o colaborado con ellos. Otra voz muy elocuente en este contexto de catástrofe demográfica es la de Guamán Poma de Ayala, un escritor quechua-cristiano que, entre las últimas décadas del siglo XVI y principios del siglo XVII, escribió una larga historia del mundo andino prehispánico y colonial para enviar al rey de España. En este trabajo, titulado Nueva corónica y buen gobierno, Guamán Poma expresa y repite una alerta al rey: los indígenas estaban en peligro de desaparecer y las Indias del Perú se quedarán despobladas de ellos, en una situación que no era benéfica ni a las sociedades indígenas ni al rey; era benéfica solamente a los conquistadores y encomenderos que buscaban apropiarse de todos los bienes y tierras del virreinato.

Lejos de ser exageradas, las voces de los participantes del Taki Onqoy y los escritos de Guamán Poma de Ayala marcan dos momentos de una verdadera catástrofe demográfica experimentada por el mundo indígena de los Andes centrales a partir de la década de 1520. Se estima que cien años después, es decir, en 1620, la población indígena de los Andes centrales se había reducido a cerca de 5% del total existente al final período prehispánico. Los estudios indican que esta población disminuyó de, aproximadamente, 10 millones a, aproximadamente, 0.6 millón en 1620 (en el altiplano central mexicano y Oaxaca, la disminución fue de 25 millones a 1 millón de indígenas en 1605). Estas calamitosas y drásticas bajas en las poblaciones indígenas a lo largo del primer siglo del período colonial no ocurrieron solamente por cuenta de las muertes causadas directamente por epidemias, guerras y hambrunas, sino también por cuenta de la consecuente y aguda disminución en las tasas de natalidad, ya que aquellos que murieron por epidemias, si todavía estuvieran vivos, tendrían hijas e hijos, los cuales, por lo tanto, dejaron de nacer. Esta suma, es decir, los que murieron por epidemias y los que no nacieron, generó este catastrófico declive demográfico, que duró aproximadamente un siglo y tuvo su momento más bajo de declive de la población, a principios del siglo XVII. A partir de ese momento, las poblaciones indígenas de los Andes Centrales empezaron a se recuperar, pero nunca más alcanzaron las mismas cifras o niveles que tenían al final del período prehispánico.

Este drástico cambio en la población fue el principal factor de una transformación política radical en los Andes Centrales y también en Mesoamérica: el rápido declive de las instituciones políticas y de poderío indígena, especialmente las antiguas y ricas élites de raigambre prehispánica y sus confederaciones, alianzas y conquistas conjuntas. Esto ocurrió de modo articulado con el rápido aumento de las instituciones y poderes hispánicos, que pasaban a controlar un mundo progresivamente con más españoles y menos indígenas, especialmente indígenas con poder. Aun así, tanto en el virreinato de la Nueva España como en el virreinato de Perú, la población indígena prosiguió como mayoría en relación con los españoles durante todo el período colonial, lo que nos indica que la conexión entre cambio de población y pérdida de poder político no es únicamente una cuestión cuantitativa. Esta conexión también involucra aspectos cualitativos, relacionados, por ejemplo, con la distribución del poder entre las comunidades políticas e instituciones indígenas, que fueron destrozadas, reducidas o transformadas radicalmente a medida que se redujeron sus poblaciones. Al mismo tiempo, las instituciones hispánicas se estaban implementando y expandiendo con el apoyo de la población local de españoles, de la corona y, también, de autoridades indígenas locales, quienes, ante situaciones y escenarios muy desfavorables, tendían a aceptar acuerdos no siempre muy favorables para los pueblos indígenas.

Aunque en ritmo e intensidad variaron según cada región y época, esta triste dinámica se ha repetido en todo el continente americano durante el período colonial: reducciones drásticas de la población debido a epidemias que son seguidas por la disminución radical del poder político de las comunidades indígenas y por la pérdida del control de sus propios territorios. En el primer siglo del período colonial, esta dinámica ocurrió de manera más acentuada en las islas del Circuncaribe, en las regiones costeras de América Central y del Sur, en el altiplano central mexicano y alrededores y en las llanuras aluviales de la Gran Amazonia. Llegó a otras regiones en los siglos siguientes y avanzó a través de los siglos XIX y XX, cuando se hizo universal en el continente bajo el mando de los Estados-nación, que reemplazaron a los imperios coloniales europeos en la lucha contra los poderes e instituciones políticas indígenas. El resultado de esa dinámica histórica funesta es claramente visible en la actualidad, sea en la dimensión muy reducida de los contingentes de personas indígenas en comparación con los no indígenas en países como Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina y Chile, por ejemplo, o sea en la realidad de privación de territorios y de derechos políticos en que todavía viven numerosas comunidades indígenas en casi todos los países de nuestro continente.

 

Para saber más:

  • COOK, Noble David. La catástrofe demográfica andina. Peru 1520-1620. Traducción Javier Flores Espinoza. Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú, 2010 (Colección Estudios Andinos, 6).
  • SPALDING, Karen. The crises and transformation of invaded societies: Andean area (1500-1580). In: The Cambridge history of the native peoples of the Americas. Volume III. South America. Part 1. Editores Frank Salomon e Stuart Schwartz. Cambridge: Cambridge University Press, 1999. pp. 904-972.
  • STERN, Steve J. Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista española, Huamanga hasta 1640. Madrid: Alianza Editorial, 1986.
  • WAIZBORT, Ricardo & PORTO, Filipe. Epidemias e colapso demográfico no México e nos Andes do século XVI: contribuições da biologia evolutiva. História, Ciências, Saúde – Manguinhos.  Rio de Janeiro, v. 25, n. 2, p. 391-407, Junio de 2018. Disponible en <http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0104-59702018000200391&lng=en&nrm=iso>. Acceso en 2 de abril de 2020.
Para citar: Eduardo Natalino dos Santos, Epidemias, catástrofes demográficas y decadencia del poderío indígena en los Andes centrales del período colonial temprano, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1958/2587. Visto el 18/04/2024