Las razones de los mexicas: esplendor y control

En la presente serie de artículos analizamos las razones que tuvieron los mexicas y su gobernante Moctezuma para recibir pacíficamente en su capital, México-Tenochtitlan, a los expedicionarios españoles encabezados por Hernán Cortés entre noviembre de 1519 y junio de 1520. En el texto de la semana pasada discutimos como las reglas mesoamericanas de la hospitalidad obligaron a los mexicas a recibir a los invasores para demostrar su poder. En esta entrega, veremos cómo esta hospitalidad funcionó también como una forma de control sobre esos seres extraños y peligrosos. Al desplegar su poder frente a ellos, al envolverlos en sus redes rituales y de riquezas, al satisfacer sus peticiones y necesidades, los mexicas querían capturar a los españoles y hacer que decidieran a volver a su país con su rey, tan poderoso como desconocido.

En las tradiciones políticas de los pueblos de raíz mesoamericana, la hospitalidad también podía y puede ser una forma de coerción. El día de hoy, comunidades que buscan una solución a problemas urgentes, como el acceso al agua, retienen hoy a un ministro, a un gobernador, incluso a un primer mandatario, hasta obtener una solución a su sed; así, retuvieron en tiempos coloniales a párrocos y funcionarios; y antes de eso, a comerciantes pochtecas y embajadores. Esta retención se realiza siempre de manera cordial, como una invitación a comer y beber, y la puerta se deja siempre abierta. Pero también es una trampa difícil de escapar.

Durante medio año, los poderosos mexicas mantuvieron a los invasores venidos del otro lado del mar y a un buen número de sus aliados tlaxcaltecas y de otros altépetl mesoamericanos en el palacio de Axayácatl. Los alimentaron con esplendor, les dieron todo lo que necesitaban para vivir, los trataron con espléndida hospitalidad. Al mismo tiempo, los tuvieron rodeados, bajo observación, los acompañaron a todos los lugares que visitaban, anticipando y encauzando sus deseos y demandas.

Después de conocer la violencia que los extraños podían ejercer contra embajadores, cargadores, sacerdotes y pueblo en general, tras la guerra en Tlaxcala y la masacre en Cholula, los mexicas tenían claro que lo mejor era tenerlos contentos, bien alimentados, darles toda la información y todo los metales preciosos que quisieran. Después de comprobar su capacidad para tejer alianzas con sus enemigos acérrimos, como los tlaxcaltecas, con sus vasallos conquistados tras duras campañas, como los huejotzingas y los chalcas, incluso con sus aliados principales, como una parte de la casa real de Texcoco, también tenían claro que lo mejor era vigilarlos y averiguar lo más posible sobre sus negociaciones con los diferentes gobernantes mesoamericanos.

No podría afirmar, pero tampoco negar, que las mujeres y los hombres mexicas hayan intentado seducir a los españoles, satisfacer todos sus caprichos, alimentarlos con las viandas más lujosas y pesadas para domesticar su ímpetu masculino y guerrero. Domesticarlos en otras palabras, para reducir y controlar la amenaza que representaban.

En su reciente obra, Cuando Moctezuma conoció a Cortés, Matthew Restall afirma que el tlatoani mexica intentaba capturar a los españoles y sumarlos a su zoológico, los jardines sagrados donde reunía especímenes de todos los seres conocidos y extraordinarios del mundo. La hipótesis parece descabellada, en primer lugar, porque invierte la manera en que comprendemos todo el proceso, nuestra certidumbre de que siempre fueron los europeos quienes cazaron, capturaron, engañaron y despojaron de sus riquezas a los nativos de otros continentes y luego los llevaron a mostrar a las cortes, a los gabinetes de curiosidades, a los circos, museos y zoológicos de su continente. Pero más allá de esta reacción casi automática, su propuesta la Restall es plausible.

Una de las actividades y afanes primordiales de los mexicas era reunir en su capital todos los seres y objetos extraordinarios del mundo conocido: desde tigres y peces, moluscos, lobos hasta piedras preciosas, plumas, incluidos dioses, seres extraordinarios y deformes, así como objetos únicos y exóticos. Este “coleccionismo” era fundamental para el funcionamiento religioso de la ciudad como centro cósmico y para su prestigio y autoridad política como principal capital de la poderosa Triple Alianza.

 Como señala Restall, Moctezuma coleccionaba desde 1504 al menos vestigios de navíos naufragados y otros objetos de origen español. Más allá de que las circunstancias que hayan forzado a recibir a los españoles, más allá de que Cortés haya combinado las alianzas y la violencia, las amenazas y las promesas para forzar las manos de Moctezuma y llegar a México-Tenochtitlan, el premio final podría ser del tlatoani mexica si lograba capturar a estos seres desconocidos y temibles, controlar su violencia, vencer su astucia diplomática.

Si los mexicas lograban apoderarse de los españoles y capturar a algunos en el espacio sagrado, donde coleccionaban los seres de todo el mundo, habrían demostrado de manera incuestionable su poderío.  Visto desde esta perspectiva, la idea de la “captura” de los españoles suena realmente amenazante. Imaginamos con facilidad un destino atroz para el resto de la expedición. Sin embargo que los mexicas masacraran a todos los españoles y guardaran sólo algunos como una especie de trofeo no era la única manera de capturarlos. En la próxima entrega discutiremos las opciones que tenían Moctezuma y los suyos para emplear la violencia contra los invasores y veremos que no eran muy atractivas ni fáciles.

Pensemos, por ahora, una razón pacífica y hospitalaria como la que terminó por adoptar Moctezuma y la que mantuvo y defendió, al parecer, hasta el final de sus días. Desde que llegó a las costas del Anáhuac, Cortés proclamó una y otra vez su voluntad de conocer al Señor más poderoso de la tierra y de hacerle llegar ciertos presentes y mensajes; también afirmó la necesidad y deseo que tenían los expedicionarios de obtener oro y riquezas que pudieran llevar a su rey. Moctezuma terminó por conceder cada uno de sus reiterados deseos y demandas, tal vez porque albergaba la convicción y la esperanza de que si cumplía la voluntad de estos invasores lograría que volviera satisfecho al lugar desconocido del que había venido. La idea de saciar los apetitos y ambiciones españolas era perfectamente plausible para los mesoamericanos, pues así mantenían tranquilas a sus deidades y a sus enemigos, a los diferentes seres del mundo por medio de intercambios y sacrificios, guerras y rituales que buscaban mantener el equilibrio del mundo.

 La pregunta sería, más bien, por qué razones nos resulta casi imposible de concebir a nosotros que los mexicas pudieran satisfacer las demandas de los españoles. ¿Por qué no atinamos a imaginar que la sed de riquezas y de dominio de los europeos pudiera ser saciada “así de fácilmente”?

 

 

Para citar: Federico Navarrete , Las razones de los mexicas: esplendor y control, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1892/1892. Visto el 21/04/2024