Rumores, miedo y violencia en el campamento español

En Cholula en octubre de 1519, como en Tlaxcala un mes antes y en México-Tenochtitlan en mayo de 1520, los expedicionarios encabezados por Hernán Cortés escucharon rumores entre sus aliados indígenas de que sus enemigos tramaban un ataque nocturno, por sorpresa, para terminar con ellos. Conforme estos rumores ganaron fuerza provocaron creciente temor entre los castellanos, quienes extremaron sus precauciones y comenzaron a ver con creciente desconfianza a los incontables servidores, cargadores y acompañantes nativos que los rodeaban. En Tlaxcala y en Cholula las especies relativas al ataque fueron confirmadas, finalmente, por la propia Marina.

Podemos identificar aquí una dinámica en que los rumores de ataques enemigos que propalan los aliados indígenas, siempre con sus propias intenciones, hacen eco en los miedos de los españoles hasta crecer y convertirse en amenazas cada vez más “reales” que, a su vez, justificaban el uso de la violencia más extrema por parte de los amenazados: la mutilación de 50 embajadores en Tlaxcala, la masacre de miles de civiles desarmados en Cholula y luego en México-Tenochtitlan.

Empecemos por los rumores. Según nos cuentan las historias españolas fueron siempre sus aliados quienes les advirtieron de que los enemigos estaban infiltrados en el “campamento” de los expedicionarios y tramaban atacarlos a traición. En el caso de Tlaxcala, fueron los de Cempoala quienes acusaron a los tlaxcaltecas de tramar un ataque nocturno contra los españoles. En Cholula fueron primero unos naturales de Cempoala y luego un creciente número de tlaxcaltecas quienes les dieron información cada vez más alarmante de las trampas en las calles preparadas para matar a los caballos, las piedras apiladas en las azoteas y los ejércitos mexicas listos para exterminar a los españoles. En el origen de estos rumores se puede adivinar la intención de los cempoaltecas y tlaxcaltecas de azuzar la desconfianza de los españoles frente a sus enemigos mutuos, y también de usar la información para confirmar su alianza con ellos.

Ambas motivaciones obedecen a la lógica de la política mesoamericana de disputas entre grupos enemigos en que los rumores y las intrigas eran claves en la construcción de alianzas y guerras. Por esa misma razón, no son enteramente confiables: los aliados de los españoles les decían lo que les convenía a ellos, y lo que pensaban que los españoles querían oír, no necesariamente lo que realmente estaba sucediendo.

Por otro lado, para comprender la manera en que los expedicionarios recibieron estos rumores hay que tomar en cuenta la situación real en que vivían. Desde fines de julio de 1519, cuando se mudaron a vivir a Cempoala a invitación del gobernante de ese lugar, los españoles dependían completamente de los indígenas para su supervivencia. Eran sus aliados nativos quienes les daban alojamiento y comida, quienes cargaban sus pertenencias, quienes los guiaban y aconsejaban. Cada soldado español tenía a su servicio al menos una concubina y cocinera. En todo momento los 400 expedicionarios estaban rodeados por centenares o millares de nativos que iban y venían a su alrededor para atender cada una de sus necesidades. Estas circunstancias eran claramente ventajosas para los españoles, pues les proporcionaban todo tipo de servicios culinarios, sexuales y logísticos, pero es evidente que no tenían control de su propio entorno. Es difícil, por ejemplo, que pudieran saber el origen de todos los sirvientes, concubinas y acompañantes que los rodeaban, por lo que el campamento podía ser infiltrado fácilmente por enemigos o por simples curiosos. Tampoco entendían nada de lo que los naturales hablaban y de la información que transmitían en sus diferentes idiomas, que no conocían. Entre tal multitud de “naturales” que iban y venían era natural que surgieran todo tipo de rumores y de desconfianzas.

En momentos de tensión, como la guerra contra los tlaxcaltecas en septiembre, o la estancia en Cholula en octubre de 1519, la total dependencia de los españoles respecto de sus aliados y acompañantes se volvía una debilidad. Entonces todos los nativos podían ser enemigos y todas sus conversaciones parecían conspiraciones, pues ningún español podía comprenderlas. Los ires y venires de tantas y tantos desconocidos se percibían como amenazas. Las acciones más inocentes podían ser interpretadas como preparativos de un ataque. Ante su incapacidad de entender lo que pasaba, los españoles estaban enteramente a merced de los rumores que les comunicaban sus aliados.

De esta manera el círculo de desconfianzas iniciado por los indígenas se amplificaba gracias al sentimiento de dependencia y al miedo de los españoles. Y tanto en Tlaxcala como en Cholula, fue Marina la intérprete quien tuvo el poder para “confirmar” los rumores a oídos del capitán Cortés. La confianza que los nativos y los españoles depositaban en su palabra le daba la autoridad para verificar las especies. Esto no significa, desde luego, que las noticias que ella transmitió a su capitán fueran verdaderas, sino que fueron tenidas como tales porque eran la culminación, la confirmación del ciclo de rumores y de miedos, de desconfianzas y de sospechas.

De inmediato, como vimos en el artículo “Cholula: terrorismo y castigo” del amoxtli de la semana pasada, Cortés procedió a torturar a los indígenas acusados de “conspiradores” y de esta manera transformó el rumor en una verdad jurídica que le permitía atacar a sus enemigos, realizando un “castigo” por su “traición” o “felonía”.   Sin embargo, debemos tener claro que en la tradición inquisitorial ibérica el tormento no servía para averiguar cosas nuevas, sino para confirmar verdades ya conocidas y sobre todo para dar certeza jurídica. Por ello no podemos dar por sentado que se confirmara la existencia de conspiraciones verdaderas, sólo las sospechas de los propios expedicionarios. El hecho incuestionable sigue siendo que no hubo un ataque contra los españoles ni en Tlaxcala, ni en Cholula, ni en México-Tenochtitlan y que sus acusaciones de conjuras en su contra no pasan de ser eso, meras conjeturas.

 

 

Para citar: Federico Navarrete , Rumores, miedo y violencia en el campamento español, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1772/1772. Visto el 25/04/2024