Cholula, ciudad santuario de Mesoamérica

La ciudad de Cholula, una de las más antiguas y prestigiosas de Mesoamérica, era considerada por los pueblos nahuas, otomíes, popolocas y mixtecos del centro y sur de México en la época posclásica (900-1521 d.C.) como un inmenso santuario al cual acudían mercaderes, sacerdotes y gobernantes con la intención de intercambiar mercancías y conocimientos y con el fin de establecer alianzas o legitimar su poder político. Aunque la ciudad era mucho más antigua y sus orígenes pueden ser rastreados arqueológicamente hasta el período clásico (100-900 d.C.), Cholula representaba en el imaginario mesoamericano del posclásico, una urbe prototípica, heredera de Tula e irradiadora de la cultura tolteca fundada por el gobernante-sacerdote Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl.

En crónicas del período colonial temprano, como la espléndida Historia tolteca-chichimeca, se cuenta como un grupo de toltecas huyó de Tula después de su caída y, luego de una larga migración, logró establecerse en Cholula, que para ese entonces todavía no se llamaba así (su antiguo glifo pictográfico representaba una rana arriba de un cerro, pero el topónimo náhuatl Cholollan deriva del verbo choloa, “huir”, quizás haciendo alusión a la huida de los toltecas). A la llegada de los toltecas, la ciudad estaba gobernada por los olmecas xicalancas, un grupo étnico muy antiguo y para nosotros todavía envuelto en el misterio (no sabemos si hablaban náhuatl, alguna lengua otomangue o mixe-zoque). En la primera mitad del posclásico (900-1200 d.C.) los olmecas xicalancas se extendían desde las costas de Veracruz y Tabasco -de donde tomaron su nombres de olmecas, “hombres del hule”, y xicalancas, “hombres de Xicalanco”, el emporio más importante de Mesoamérica en la Laguna de Términos- a las estribaciones occidentales del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl (como reporta el historiador chalca Domingo Chimalpáin). El poder de los olmecas-xicalancas, gobernantes de Cholula en aquel entonces, era inmenso y los toltecas tuvieron que someterse y sufrir acosos y burlas, hasta que decidieron pedir ayuda de los chichimecas que había quedado en la región norteña y semidesértica de Tula, de la cual habían huido. Gracias a esta alianza, los grupos toltecas y los chichimecas toltequizados se hicieron con el poder en Cholula y durante varios siglos convirtieron a la ciudad en el impresionante santuario que vieron los españoles en 1519.

El templo principal de Cholula, conocido en náhuatl como tlachihualtépetl, “cerro hecho a mano”, era el más grande de Mesoamérica, rebasando en tamaño y altura a la Pirámide de Sol en Teotihuacán. Los pobladores de Cholula contaban que se trataba de un inmenso tzacualli, “repositorio”, o Tlalocan, “morada de Tláloc”, repleto de todas las riquezas acuáticas. Como si fuera un especie de dique, existía el peligro de que si se abría alguna grieta en la construcción, la ciudad y sus alrededores se inundarían, rebalsando tempestuosamente toda el agua contenida en el cerro. En caso de ataque por parte de enemigos, uno de los últimos recursos de los cholultecas hubiera sido abrir alguna hendidura en la pirámide, para anegar a todos los agresores en un inmenso diluvio.

En la época prehispánica nadie se atrevía a atacar la ciudad santuario, dado que ésta era un lugar sagrado y representaba un foro de intercambio y un cruce de culturas, centro difusor de la toltecáyotl en Mesoamérica. Ni siquiera los soberbios mexicas, que encabezaban la Triple Alianza entre Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan, tenían planes para avasallar a Cholula, destruir sus templos, robarse sus dioses e imponerle tributo, como al contrario intentaban hacer constantemente con las ciudades vecinas de Huejotzingo y Tlaxcala. Es por esta razón que la cruel matanza de Cholula, perpetrada por las huestes de Cortés y sus aliados indígenas de Cempoala y Tlaxcala, representó un acto inaudito, cuya gravedad fue percibida por los cuatro rincones de Mesoamérica y que infundió a los mexicas -en particular en su jefe Moteuczoma- un temor que los convenció de la necesidad de negociar con los españoles y les hizo ver la imposibilidad de aniquilar fácilmente a los invasores, acompañados de un sinnúmero de indígenas rebeldes.

Para citar: Gabriel Kruell, Cholula, ciudad santuario de Mesoamérica, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1753/1753. Visto el 15/04/2024