Toltecas y cristianos

En Mesoamérica existió durante siglos, si no es que milenios, una distinción entre dos tipos de personas y de grupos humanos: toltecas y chichimecas. Los primeros eran sedentarios, habitantes de ciudades, plantadores y comedores de maíz, practicantes de artes como la plumería y la escritura. Los pueblos toltecas se asociaban también con regiones húmedas, lacustres o fluviales, donde crecían los tules de su nombre y donde se practicaban una agricultura intensiva por medio de canales, campos elevados, chinampas y otras tecnologías complejas. Fue en estas regiones favorables a la agricultura que surgieron muchas de las principales ciudades de tradición tolteca, incluida México-Tenochtitlan. Los chichimecas tenían una vida rústica de cazadores y se asociaban con los desiertos o zonas agrestes, como describe Maribel Aguilar en su artículo “Los chichimecas y el septentrión mesoamericano”.

Los toltecas decían provenir de la antigua ciudad de Tollan, o Tula. Casi todos hablaban náhuatl porque era la lengua franca de ese complejo y plural universo de culturas e idiomas, pero también hablaban mixteco, maya chontal, quiché, yucateco, tarasco y muchas otras lenguas dependiendo de su origen y su historia. Los linajes de élite, nobles y sacerdotes sobre todo, presumían ser descendientes de grupos diferentes que habían vivido en esa urbe abandonada y destruida hacía mucho tiempo. Otros habían sido convertidos en toltecas por medio de intercambios culturales y ceremonias religiosas. Este fue el caso del gobernante 8-Venado de la Mixteca. Igualmente, casi todos los pueblos del centro de México, incluidos los mexicas, fueron chichimecas que se transformaron en toltecas por medio de matrimonios, aprendizajes y otros intercambios.

Tollan ha sido siempre una ciudad misteriosa. Todos los toltecas, artistas y gobernantes, agricultores y sacerdotes, comerciantes y sacrificadores, la admiraban y la añoraban. Contaban que sus edificios estaban construidos con metales y piedras preciosos y cubiertos con plumas de colores; presumían que en sus campos crecían mazorcas de maíz tan grandes que podían ser abrazadas por una persona y que el algodón nacía ya teñido con vivos colores. Recordaban también a su sabio gobernante, Quetzalcóatl, y su terrible caída que provocó la destrucción de su ciudad.

 Al mismo tiempo, todos tenían memorias de esta ciudad y la localizaban incluso en diferentes lugares de la geografía humana y religiosa de Mesoamérica. Por eso, algunos afirman que Tollan fue el sitio que hoy llamamos Teotihuacan, otros que es Tula del estado de Hidalgo; encontramos ciudades toltecas también en Cholula, Coatzacoalcos, Yucatán y las tierras altas de Guatemala. Además, en todos los lugares que fueron, se imaginaron, o buscaron imitar a la antigua Tollan donde vivían diversos tipos de personas, de diferentes orígenes y que hablaban diversas lenguas. En verdad parece que Tollan era un ideal de vida urbana y refinada, como Atenas o Roma para los europeos. Es un modelo de ciudad anclado en urbes concretas que se levantaron en Mesoamérica, pero que las rebasa en su larga vida histórica.

Desde antes de 1519 comenzó una atracción entre los españoles y la tradición tolteca. Los suntuosos objetos de oro que “rescataron”  las primeras expediciones de Hernández de Córdoba en 1517 y de Juan de Grijalva en 1518, así como las noticias que escucharon de grandes ciudades llenas de metales preciosos y maravillas despertaron su ambición. Desde entonces aprendieron que los naturales de Yucatán y Veracruz llamaban culúas, o colhuas, al señor y nación que nosotros llamamos mexica o azteca, porque se referían al linaje tolteca de origen de los gobernantes de México-Tenochtitlan. Cuando los capitanes de la expedición de 1519, encabezados por Hernán Cortés, decidieron poblar y conquistar estas tierras, contra las órdenes legales del gobernador de Cuba, fue porque tenían la esperanza de dominar las ciudades toltecas que habían oído describir.

Y los diferentes toltecas los estaban esperando. Desde el primer momento que llegaron a la costa de sus tierras, el señor Moctezuma envío embajadas para seducirlo y amenazarlo, muy de acuerdo con la tradición tolteca, presumiendo los maravillosos objetos de pluma y metales preciosos, de piedras y pieles de seres vivos, producciones de las mejores tradiciones artísticas de la antigua Tollan. Lejos de intimidarlo, como estaba acostumbrado a hacerlo con estos despliegues de esplendor, sólo acrecentó la codicia de los expedicionarios por las riquezas metálicas y su admiración y seducción por un mundo urbano y sofisticado que soñaban dominar.

Otros toltecas también comenzaron a dialogar con los expedicionarios a partir de 1519. Los señores tlacochcalcas que vivían en Cempoala, Veracruz, y en Cempoala, Hidalgo, como propone Agustín García Márquez en su artículo “Merced de Axapusco”, y sus vecinos de Axapusco y Tepeyehcualco, quienes vieron en ellos una oportunidad de vengarse contra los toltecas de México-Tenochtitlan por haber quemado los libros de su historia, bajo el gobernante Itzcóatl.

De ser cierto esta versión, en 1519 Hernán Cortés aprendió de estos grupos la historia del señor tolteca Quetzalcóatl, partido por el oriente hacía cientos de años, y que prometió que volvería algún día a reclamar su trono. O más bien, siempre hay que recordarlo, aprendió de la traducción y la interpretación que Marina le hizo de las palabras de estos señores que le mostraban sus antiguos libros. Por este medio, los tlacochcalcas le explicaron también la geopolítica del centro de México y le mostraron mapas que mostraban la geografía, incluyendo información sobre el carácter lacustre de México-Tenochtitlan, o Tolan, como era llamada por los mixtecos y otros pueblos.

Fue así cómo los toltecas y sus tradiciones fueron la llave de entrada de los españoles al mundo mesoamericano.

Para citar: Federico Navarrete , Toltecas y cristianos, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1598/1598. Visto el 24/04/2024