En los primeros días de agosto de 1521, la guerra por México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco había llegado a una situación de desesperante estancamiento. Cercada en unos cuantos barrios de Tlatelolco, la población mexica sufría los estragos de la batalla, el hambre, la sed y las enfermedades. Pero la voluntad de resistencia no parecía cejar. Por otro lado, los atacantes aliados, no tenían la fuerza para avasallar a sus enemigos, ni para forzarlos a rendirse. Sostener el asalto a México-Tlatelolco era crecientemente costoso, en términos de vidas y recursos.Por eso, no soprende que ambos bandos hayan recurrido a sus armas más poderosas, con la esperanza de salir de esa situación, armas que mostraban el amor español por la tecnología militar y el amor mexica por la magía militar de Huitzilopochtli.

Los amoxtli de esta semana exploran esta desesperante etapa final del sitio. Gabriel Kruell nos describe la manera en que los gobernantes mexicas trataron de usar las armas sagradas de su dios patrono Huitzilopochtli para vencer a sus enemigos. 

Reproducimos también un pasaje de la novela Huesos de Lagartija de Federico Navarrete, donde se describe la reacción mexica al contemplar el arma española: una catapulta de madera.

Finalmente, Federico Navarrete discute en un amoxtli los famosos cantos de lamento de la conquista con que las historias mexicas narraron estos sufrimientos y que son la base de la visión de los vencidos. Sin embargo, demuestra que estos textos han sido mal traducidos y mal interpretados por la historia nacionalista mexicana.