Las conquistas de Oaxaca

Hablar del estado de Oaxaca hoy día es hablar de diversidad étnica, cultural y lingüística. Esa misma diversidad recibió a los conquistadores españoles que pisaron, en 1519 por primera vez, las tierras tropicales de la Chinantla, motivados por noticias de abundantes riquezas, también hizo que tengamos que hablar de múltiples conquistas que se dilataron por más de una década. Sabemos, por las crónicas y testimonios de los siglos XVI y XVII, que en diez años se desarrollaron dieciséis expediciones, pero es probable que en realidad fueran más y no hayan quedado testimonios escritos para la posteridad. El paso de las rutas hacia Guatemala también fue el acicate de la expansión española hacia el sur de Mesoamérica.

Los pueblos que habitaban el territorio oaxaqueño, tan extenso como ambientalmente contrastante –mixtecos, nahuas, triquis, amuzgos, zapotecos, ixcatecos, cuicatecos, chocholtecos, mixes, mazatecos, chinantecos, chatinos, chontales, huaves y zoques– se encontraban inmersos en un panorama complejo de enemistades y alianzas cambiantes entre sí. Los teúles, como así llamaban los mexicas a los españoles, aprovecharon estas dinámicas indígenas para ir tomando y pacificando territorios; unas veces por vía de la diplomacia, y con mucha frecuencia por fuerza de las armas, no sin grandes dificultades.

            El soldado Bernal Díaz del Castillo nos pone en situación acerca de cómo comenzó todo y narra el devenir de la empresa española en Oaxaca. En 1519, estando Hernán Cortés en Tenochtitlan, supo por Moctezuma que buena parte del oro que ingresaba como tributo imperial provenía de los ríos de la provincia de Tuxtepec -lugar donde se emplazaba una guarnición mexica- y de algunas minas situadas en lugares cercanos habitados por zapotecos y chinantecos no sujetos a la Triple Alianza. Entonces, Cortés envió a aquellas tierras a un pariente suyo apellidado Pizarro, acompañado por cuatro soldados mineros, cuatro nobles mexicas y un ejército de indios amigos, es decir, aliados de los españoles. La exploración de aquellas tierras tropicales fue exitosa, pues Pizarro obtuvo el deseado oro y el favor de los señores chinantecos, quienes aceptaron rendir vasallaje al rey español mas no permitieron que los mexicas entraran en sus dominios. La alianza de los chinantecos con las huestes de Cortés se manifestó plenamente cuando un ejército de unos mil nativos plantó cara a Pánfilo de Narváez, quien desembarcó en las costas de Veracruz a comienzos de 1520 con órdenes de apresarlo, utilizando unas lanzas de longitud muy superior a las picas que acostumbraban los europeos.

Las expediciones en la Mixteca derramaron también poca sangre. Entre 1519 y 1520, Gonzalo de Umbría cruzó los valles de Tamazulapan y Nochixtlán y llegó al señorío de Sosola, en un camino asegurado por los mexicas. Pero después de la muerte de Moctezuma, en junio de 1520, y de la huida de Cortés de Tenochtitlan, se produjeron levantamientos en las provincias confederadas y sujetas a la Triple Alianza que complicaron enormemente la empresa española. Así, los señores del área de Coixtlahuaca, quienes habían acudido a Izúcar para presentarse como vasallos ante Cortés, se rebelaron y en 1522 fue enviado Andrés de Tapia para la pacificación de este valle.

A finales de 1521, Francisco de Orozco atravesó también la Mixteca sin encontrar aparente resistencia, hasta llegar al peñón de Acatepec –una de las cumbres de Monte Albán– donde se habían replegado los nahuas de la guarnición llamada Huayxacac y los mixtecos de Cuilapan, entonces en guerra con los zapotecos de los Valles Centrales. Después de pocos días, fueron reducidos. Cortés, tras escuchar las descripciones del valle, lo ambicionó como parte de los territorios recompensados por sus servicios al rey, y así se integrarían como parte de su Marquesado. El asentamiento español fundado en el valle, bautizado como Antequera, fue el único que llegaría a consolidarse plenamente en el territorio oaxaqueño, pues el resto de las villas no prosperaron debido a distintas circunstancias. Antequera recibió el título de ciudad en 1532 y hoy es la capital del estado, Oaxaca de Juárez. 

La noticia de la conquista de Tenochtitlan sacudió a muchos señores en las tierras del sur y motivó el reconocimiento de Cortés, pero también el envío de más capitanes, también desencadenó episodios continuados de resistencia activa. En 1521, Gonzalo de Sandoval fue enviado a Tuxtepec para reducir con éxito a algunos capitanes mexicas que permanecían insumisos, y, a su vez, éste envió a un soldado apellidado Briones para pacificar a los pueblos zapotecos cercanos. La aspereza de las montañas, las lanzas y flechas de los zapotecos hirieron y derrotaron a Briones, quien regresó a Tuxtepec. La estrategia de Sandoval entonces cambió y se aproximó a ciertos principales zapotecos por vía de la entrega de presentes y la negociación. Ganó sus afectos, pero a cambio le solicitaron apoyo militar para derrotar a sus vecinos mixes, con quienes se encontraban en guerra. Con la promesa de solicitar a Cortés reemplazos para los soldados heridos, Sandoval envió con los zapotecos a Alonso del Castillo y otros seis de sus hombres. Existía un propósito menos noble: en ese viaje, los españoles podrían conocer el territorio, la configuración de los pueblos y ubicar las minas. Mientras, Sandoval se afanaba por fundar y poblar un asentamiento de españoles en la Villa del Espíritu Santo de Coatzacoalcos.

Mientras tanto, los zapotecos de Tehuantepec, liderados por su cacique Cosijopí, se habían congraciado con Cortés a través del envío de regalos y del reconocimiento de sumisión, esperando a cambio apoyo militar para enfrentar a los mixtecos del reino de Tututepec. Cortés, atraído por la noticia de que esa región era rica en oro y en minas, acordó enviar a Pedro de Alvarado –“el Tonatiuh”– con un ejército que sería reforzado con hombres de Orozco. Alvarado atravesó la Mixteca afianzando el poder español, y en Tututepec fue recibido en paz y con constantes agasajos de oro por el cacique Casandoo. Sin embargo, a los pocos días, mandó apresar al cacique. Según distintos testimonios, lo hizo alertado por los zapotecos de Tehuantepec acerca de que preparaban una rebelión o motivado por su ambición de obtener de él más oro. Fundó una villa llamada Segura de la Frontera para proteger la región costera, mientras sus hombres tomaban más enclaves, aunque al poco quedó despoblada porque los indígenas se negaron a pagar el tributo con que se habían de mantener los españoles avecindados. Luego, los mixtecos de Tututepec solicitaron apoyo español para enfrentarse a sus vecinos enemigos chatinos.

Francisco Maldonado fue uno de los capitanes de Alvarado que participó en estas conquistas. Según él mismo atestiguó en su solicitud de pueblos en encomienda como pago a sus esfuerzos, en esta empresa había aportado caballos, municiones, armas, ropas y hasta los sueldos de muchos soldados. Sus esfuerzos durante dos años se centraron en las provincias de los aguerridos mixes y chontales, quienes permanecieron alzados durante décadas. Estos últimos presentaron fuertes resistencias, hasta el punto en que los españoles tuvieron que ser auxiliados por los zapotecos del enclave llamado Jalapa para no perecer en las batallas. Por su parte, los mixes, debido también a otras rencillas históricas posteriores, se autodenominan con orgullo “los jamás conquistados”.

Las conquistas de Oaxaca nos han mostrado que no se trató ni mucho menos de un proceso lineal, sino que estuvo plagado de estrategias, traiciones, ambiciones y alianzas cambiantes tanto por parte de indígenas como de españoles. El miedo a lo desconocido afectó a todos los grupos: los indígenas apreciaban el poder como algo divino, y ese nuevo llegado de ultramar no fue excepción; los españoles, temían por su vida física y también espiritual, pues los invadía el miedo a ser embrujados y a encontrarse con los peligros reales o míticos que formaban parte de su cultura de fines de la Edad Media.

En definitiva, pese a que Oaxaca no poseía las riquezas en oro en cantidades tan grandes como los conquistadores pensaban, pronto pudieron apreciar que el valor de aquellas tierras se sustentaba en el potencial de sus habitantes como mano de obra, en el abastecimiento de productos naturales valiosos –como la grana cochinilla, otros tintes naturales y la seda– y en la importancia de los caminos que la atravesaban hacia Guatemala y a través del istmo que comunicaba ambos océanos.

 

Para saber más:

  • Gay, José Antonio, Historia de Oaxaca, México, Porrúa, 2006 [1881].
  • Romero Frizzi, María de los Ángeles, "Indigenous Mentality and Spanish Power. The Conquest in Oaxaca", en Joyce Marcus y Judith F. Zeitlin (eds.), Caciques and Their People. A volume in Honor of Ronald Spores, Ann Arbor, Museum of Anthropology, 1994, pp. 227-244.
  • Romero Frizzi, María de los Ángeles, El sol y la cruz. Los pueblos indios de Oaxaca colonial, México, CIESAS-INI, 1996.
  • Yannakakis, Yanna, “The Indios Conquistadores of Oaxaca’s Sierra Norte. From Indian Conquerors to Local Indians”, en Laura E. Matthew and Michel R. Oudijk (eds.), Indian Conquistadors. Indigenous Allies in the Conquest of Mesoamerica, Norman, University of Oklahoma Press, 2007, pp. 227-253.
Para citar: Marta Martín Gabaldón, Las conquistas de Oaxaca, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2283/2271. Visto el 26/03/2024