La escritura jeroglífica maya

Al igual que otras sociedades mesoamericanas, los mayas desarrollaron un sistema de escritura jeroglífico, probablemente a partir de influencias de los olmecas y los grupos istmeños. El desarrollo de la escritura jeroglífica maya puede remontarse al periodo Preclásico Tardío, antes del inicio de Nuestra Era, en la región del Petén y fue utilizada hasta los tiempos de la colonia, momento en el que paulatinamente cayó en desuso. Es importante destacar que, recientemente, han existido iniciativas de revitalización del sistema por parte de maya-hablantes y activistas indígenas con diversos propósitos, lo cual muestra que el sistema se adapta a distintos contextos.

Como se nos habló en el Amoxtli de la semana pasada, la escritura es un sistema de registro gráfico de comunicación que refleja una lengua. En el caso de la escritura maya, esta lengua pertenece al grupo ch’olano y era antecedente de los idiomas ch’orti’ y del cholti’, ésta última extinta, pero que se hablaba en época colonial y que fue registrada en un arte del siglo XVII. La lengua de las inscripciones es conocida por los especialistas hoy día como maya clásico y se trataba de una lengua de prestigio utilizada, aparentemente, sólo para escribir y que era entendida por un sector social muy restringido del mundo maya prehispánico. Esto permite que los epigrafistas podamos leer los textos jeroglíficos sin importar la ciudad o la región en que nos encontremos. Sin embargo, esto no significa que no existan rasgos de otras lenguas mayas o mesoamericanas en los textos jeroglíficos. En efecto, a través de diversos análisis se han podido detectar rasgos lingüísticos de otros idiomas de la familia maya, por ejemplo: una variante oriental y una occidental del maya clásico, una lengua del grupo tzeltalano, otra del yucatecano y, por último, una lengua del grupo k’iche’. También hay algunos registros de lengua náhuatl en los códices posclásicos y posiblemente rasgos de protonáhuatl en inscripciones de Tikal y Copán. 

El maya clásico es una lengua que ha podido ser reconstruida gracias al trabajo de distintos especialistas, desde los aportes de artes, diccionarios y vocabularios elaborados durante la Colonia, hasta los estudios epigráficos y lingüísticos que comenzaron formalmente en la década de los ochenta del siglo XX.

La escritura fue utilizada para exaltar la figura del gobernante, en este sentido tuvo una función eminentemente política. Los contenidos de los miles de textos jeroglíficos que existen y han llegado hasta nuestros días pueden ser clasificados en: textos de carácter histórico-político, donde se habla de la vida y las hazañas de los gobernantes, como su nacimiento, toma de poder, guerras, matrimonio y muerte; textos de carácter mítico-religioso que hacen referencia a las acciones de los dioses en un pasado lejano y eventos rituales como danzas, sacrificios humanos, autosacrificios, entre otros; textos de carácter calendárico-adivinatorio como los que aparecen en los códices; y por último, textos de tipo dedicatorio que hablan de la erección de estelas o que describen los objetos en los que aparecen como orejeras y vasijas de barro. Es importante aclarar que esta clasificación es meramente con fines de estudio, no es una clasificación creada por los mayas prehispánicos. Además, estas categorías pueden aparecer mezcladas en un mismo monumento, por ejemplo, los tableros de los Templos de la Cruz de Palenque son una mezcla de textos de carácter mítico e histórico-políticos.

Para poder escribir, ya sea tallando, pintando o modelando los signos de escritura, los mayas utilizaron diversos soportes, el más común fue la roca caliza, con la que elaboraron estelas, paneles, dinteles, altares, escalinatas entre otros; pero también usaron la madera, el hueso, la concha, la jadeíta, la tela, el estuco y el papel amate, material con el que se manufacturaron los famosos libros, hu’n en maya clásico, que fueron usados por lo menos desde el periodo Clásico. No obstante, los únicos ejemplos de libros que se conservan son los cuatro códices que datan del período Posclásico: el Códice de Dresde, el Códice de Madrid, el Códice de Paris y el recientemente nombrado Códice Maya de México, antes Grolier. También se puede pensar que a través del tatuaje y la escarificación se diseñaron grafemas sobre la piel, así como el uso de formatos efímeros como mosaicos elaborados con materiales orgánicos.

Como otros sistemas de escritura mesoamericanos, en especial el istmeño y el zapoteco, el sistema maya era logosilábico. Como se mencionó la semana pasada, los sistemas logosilábicos son aquellos que utilizan, principalmente, grafemas llamados logogramas -que representan palabras completas o morfemas- y sílabas, que en el caso de la escritura maya eran del tipo cerradas, así llamadas por su composición de CV (consonante-vocal). Además, hicieron uso de signos diacríticos, como dos pequeños puntos que indican la reduplicación de la lectura de un grafema y signos determinativos semánticos, es decir, signos que no tienen valor fonético, sino que su función era transmitir información que aclara el significado específico de un signo que tiene varios significados. Es importante remarcar, como ya se nos mencionó la semana pasada, que los sistemas mesoamericanos de escritura no emplearon signos ideográficos, es decir, signos que no están ligados a la lengua y sólo a ideas o conceptos. Esta confusión se debe a la estrecha relación que existió entre la escritura y la imagen en Mesoamérica.

El escriba, o ajtzihb’, tenía la libertad de escribir una expresión sólo con logogramas, con logogramas y sílabas o sólo con sílabas, igual que hacía el tlacuilo nahua en su sistema jeroglífico. Por ejemplo, podía escribir la palabra pakal, ‘escudo’, como PAKAL; PAKAL-la o pa-ka-la. Por un principio de la escritura maya, la última vocal se omitía. 

En cuanto a la configuración de los textos jeroglíficos, uno o varios grafemas podían conformar un bloque jeroglífico que por lo general adoptaba una forma más o menos cuadrada. Los signos de escritura podían adoptar formas relacionadas con la naturaleza, como cabezas de animal, humanos, partes del cuerpo, plantas; objetos culturales como tronos, códices, hachas, escudos; y signos abstractos. En ocasiones, hubo escribas que desarrollaron un estilo de signos que conocemos como variantes de cuerpo completo, una de las formas más complejas y bellas que adoptó la escritura jeroglífica maya y que pueden observarse en monumentos de Copán, Quiriguá, Palenque y Yaxchilán. El sentido de los signos, es decir, hacia donde miran las cabezas de seres humanos, dioses o animales, determinaba el orden de lectura. La gran mayoría de los textos mayas se leen de izquierda a derecha en pares de columnas y de arriba abajo. Los textos formados en columnas sencillas simplemente se leen de arriba hacia abajo y, algunos textos, muy pocos en realidad, se escribieron de derecha a izquierda, como el caso del Dintel 25 de Yaxchilán que se encuentra en el Museo Británico en Londres.

Hoy en día, gracias al esfuerzo de diversos epigrafistas de todas partes del mundo, podemos leer un 90% de los signos de escritura maya, sin embargo, nuestro entendimiento de los textos completos es, en realidad, de un 65%. Lo anterior se debe a diversos factores entre los cuales podemos mencionar el que no conozcamos el significado de ciertas expresiones por no estar registradas en ningún tipo de diccionario o vocabulario. 

A pesar del paso del tiempo, de la erosión de los monumentos y de otras dificultades, el trabajo de distintos especialistas nos permite profundizar en la vida, la historia y la visión del mundo a través de las expresiones escritas de la elite maya. El poder comprender la mayor parte de textos jeroglíficos sigue siendo un reto para muchos de nosotros y su estudio es una aventura apasionante que cada vez se difunde entre más gente que busca entender a esta gran civilización.

 

Para leer más:

  • Kettunen, Harri y Christophe Helmke, La escritura jeroglífica maya, Madrid, Acta Ibero-Americana Fennica, Instituto Iberoamericano de Finlandia, 2010.

  • Lacadena García-Gallo, Alfonso, “El funcionamiento de la escritura maya”, en Alfonso Lacadena García-Gallo, Sebastián Matteo, Asier Rodríguez Manjavacas, Hugo García Capistrán, Rogelio Valencia e Ignacio Cases, Introducción a la escritura jeroglífica maya, Madrid, Museo de América de Madrid, 2010.

  • Velásquez García, Erik, “La escritura jeroglífica”, en Alejandra Martínez de Velasco Cortina y María Elena Vega Villalobos (eds.), Los mayas, voces de piedra, 2ª ed., México, Ambar diseño, UNAM, Turner, 2015.
Para citar: Hugo García Capistrán, La escritura jeroglífica maya, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/index.php/amoxtli/2017/2017. Visto el 22/04/2024