El sacrificio humano, entre demonización, apología y negación

A partir del siglo XVI, el fenómeno del sacrificio humano en las antiguas sociedades mesoamericanas fue interpretado y valorado por los europeos a través de distintas posiciones ideológicas. En esta brevísima nota, sólo describiré tres de estas perspectivas, que gozan de muy buena salud hasta el día de hoy entre el público en general. Llamaré a estos tres puntos de vista respectivamente “demonización”, “apología” y “negación”.

Por demonización entiendo la atribución al sacrificio humano de cualidades e intenciones particularmente perversas, que no podían proceder de otra fuente que el mismísimo Satanás y su séquito infernal de demonios. Hernán Cortés, por ejemplo, en su primera carta al rey de España describe con horror y reprobación las inmolaciones rituales a las que algunos de sus hombres tuvieron el disgusto de asistir:

Y tienen otra cosa horrible y abominable y digna de ser punida que hasta hoy no habíamos visto en ninguna parte, y es que todas las veces que alguna cosa quieren pedir a sus ídolos para que más aceptasen su petición, toman muchas niñas y niños y aun hombres y mujeres de mayor edad, y en presencia de aquellos ídolos los abren vivos por los pechos y les sacan el corazón y las entrañas, y queman las dichas entrañas y corazones delante de los ídolos, y ofreciéndoles en sacrificio aquel humo. Esto habernos visto algunos de nosotros, y los que lo han visto dicen que es la más cruda y espantosa cosa de ver que jamás han visto (Cortés, Primera carta, p. 24).

Como sabemos, esta perspectiva sobre el sacrificio humano fue muy útil a los españoles como argumento para legitimar la conquista de México. El mismo Cortés veía su incursión en tierras mesoamericanas como una misión divina y humanitaria, que permitiría parar la cruel matanza que se hacía de seres humanos en ofrecimiento a los dioses.

Por su parte, la apología -palabra de origen griego que significa “discurso en defensa o a favor de alguien o algo”- fue un tipo de posicionamiento ideológico promovido por frailes como Bartolomé de las Casas que pretendían presentar el sacrificio humano como el acto religioso más piadoso que se podía imaginar. La ofrenda a la divinidad de lo más preciado que un ser humano podía ofrecer, es decir la propia vida o la de sus propios familiares o amigos, era según Las Casas un testimonio de la entrega y el fervor religioso de los indios, que podía ser aprovechado para su evangelización. Sorprendentemente, esta idea estuvo presente de manera embrionaria también en hombres como Cortés: en el mismo pasaje de su primera carta, el capitán y futuro marqués del Valle se dirigió directamente a las autoridades españolas, mostrándoles que la profunda fe de los indígenas hacia sus ídolos paganos podía ser empleada en favor de su conversión a la fe en el Dios verdadero.

Vean vuestras reales majestades si deben evitar tan gran mal y daño, y cierto sería Dios Nuestro Señor muy servido, si por mano de vuestras reales altezas estas gentes fuesen introducidas e instruidas en nuestra muy santa fe católica y conmutada la devoción, fe y esperanza que en estos sus ídolos tienen, en la divina potencia de Dios; porque es cierto que si con tanta fe y fervor y diligencia a Dios sirviesen, ellos harían muchos milagros (Cortés, Primera carta, p. 25).

En algunos casos, la actitud apologética hacia el sacrificio humano se convirtió en abierto escepticismo. Para los defensores de esta postura, el testimonio de los españoles fue exagerado, forzado o inclusive inventado con el fin de legitimar la conquista y la explotación de la población autóctona. Podemos citar otra vez a Bartolomé de las Casas como iniciador de este punto de vista cuando hablaba del capellán de Cortés, Francisco López de Gómara, quien nunca estuvo en las Indias, el dominico defensor de los indios puso en tela de juicio el valor de su testimonio.

Esto de sacrificar hombres y comerlos, como dice Gómara, yo creo que no es verdad, porque siempre oí en aquel reino de Yucatán que ni hubo sacrificios de hombres, ni se supo qué cosa era comer carne humana, y decirlo Gómara, como ni lo vio ni lo oyó sino de boca de Cortés, su amo y que le daba de comer, tiene poca autoridad, como sea en su favor y en excusa de sus maldades; sino que esto es lenguaje de los españoles y de los que escriben sus horribles hazañas, infamar todas estas inversas naciones para excusar las violencias, crueldades, robos y matanzas que les han hecho, y cada día y hoy les hacen (Las Casas, Historia de las Indias, vol. III, p. 427).

Esta postura escéptica, que se originó en el siglo XVI, ha sido extendida en nuestros días a todos los testimonios históricos y arqueológicos, y se convirtió en una negación absoluta de que existiera sacrificio humano en Mesoamérica. Algunos movimientos indigenistas contemporáneos afirman que los testimonios de los conquistadores pueden ser vistos como invenciones, que los códices y los relieves prehispánicos no deben ser leídos de manera literal, sino simbólica, y que las evidencias arqueológicas sobre sacrificio pueden ser puestas en entredicho, porque no serían suficientemente contundentes. Esta manera de pensar, en realidad, acepta implícitamente la idea que el fenómeno del sacrificio humano es en sí algo reprobable y que no es posible que los pueblos mesoamericanos, tan avanzados culturalmente, llevaran a cabo tales atrocidades. A final de cuentas, nos damos cuenta que los polos ideológicos de la demonización y de la negación son en realidad dos caras de la misma moneda y tienen un origen común en los prejuicios eurocéntricos sobre las culturas mesoamericanas.

 

Para saber más:

  • Cortés, Hernán, Cartas de relación, nota preliminar de Manuel Alcalá, 23ª ed., México, Porrúa, 2010.
  • Las Casas, Bartolomé de, Historia de las Indias, 3 vols., edición, prólogo, notas y cronología de André Saint-Lu, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1986.
Para citar: Gabriel Kruell, El sacrificio humano, entre demonización, apología y negación, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/index.php/amoxtli/1853/1853. Visto el 28/03/2024