El ambiente de la antigua Cuenca de México

Hoy en día es común que los habitantes de la Ciudad de México se refieran al espacio donde está asentada la capital del país como Valle de México. Sin embargo, se trata de una cuenca, formada a lo largo de cincuenta millones de años por diversas actividades volcánicas. Poco a poco, surgieron las sierras que cortaron el flujo de los ríos, creando así una cuenca cerrada de más de 8000 km2 (Carrillo Trueba, 1995: 27).

Cuando los españoles salieron de Cholula y cruzaron los volcanes quedaron maravillados del paisaje que se presentaba ante ellos. Una cuenca lacustre de tipo endorreico rodeada por grandes serranías y volcanes, es decir, que no tiene salida al mar. Entre las principales formaciones montañosas se encuentran: la Sierra de las Cruces al poniente, la Sierra del Ajusco-Chichinautzin al sur, la Sierra Nevada con los dos grandes volcanes, el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl, al oriente y la Sierra de Guadalupe al norte.

El Fraile Toribio Benavente Motolinía describe este espacio de la siguiente manera: “Es tanta la abundancia y tan grande la riqueza y fertilidad de esta tierra llamada Nueva España, que no se puede creer, más lo más y mejor de ella y lo que más ventaja hace a todas las tierras y provincias, son aquellos montes y corona de sierras, que están a la redonda de la ciudad de México, en los cuales se hallan en abundancia todo lo que está dicho y mucho más; y además de las muchas maneras de árboles y plantas y yerbas virtuosas que en ellos se hallan”. (Benavente Motolinía, 1984: 35).

Al centro de la Cuenca se encontraban cinco lagos, los cuales, en época de lluvias, se unían, creando un solo cuerpo de agua. Estos lagos eran: Xochimilco y Chalco al sur, cuyas aguas eran dulces, alimentadas por corrientes que venían de distintos manantiales que brotaban de las montañas cercanas; al centro el mayor de los lagos, el de Texcoco; y al norte los lagos de Xaltocan y Zumpango, éstos dos y la parte oriental del lago mayor, eran de agua salobre debido a los diferentes minerales que arrastraban las corrientes broncas de los distintos ríos que desembocaban en ellos. Los lagos eran, en su mayoría, someros y con un fondo plano.

Este ambiente lleno de agua y sierras con verdes bosques generaba un clima templado y un entorno rico en diversos recursos. Los bosques eran maderables y se podía practicar la cacería; en los lagos se pescaban diversas especies de peces, también se podían cazar gran variedad de aves acuáticas tanto endémicas como migratorias. Por ejemplo, en el llamado Mapa de Upsala, se pueden observar distintas actividades de pesca que practicaban los habitantes del lago: con arpón, con red, con varas, así como la existencia de espacios delimitados por cercas de madera y gente cazando aves. Hacia el norte y el oriente del lago se producía sal; Hernán Cortés menciona la fabricación de este producto por medio de hervir el agua del lago y así formar bloques de sal que eran comerciados en distintos puntos. Más al norte, hacia la zona de Otumba y cerca de la actual Pachuca, se encuentran importantes yacimientos de obsidiana, vidrio volcánico ampliamente utilizado por los pueblos prehispánicos para la manufactura de sus herramientas y otros objetos rituales.

Dado el rico medio ambiente lacustre, surgieron las creencias acerca de la existencia de animales fantásticos. Por ejemplo, fray Bernardino de Sahagún menciona distintos seres como el ahuítzotl, descrito de la siguiente manera: “Es tamaño como un perrillo. Tiene el pelo muy lezne y pequeño. Tiene las orejitas pequeñas y puntiagudas. Tiene el cuerpo negro y muy liso. Tiene la cola larga, y en el cabo de la cola una mano, como mano de persona. Tiene pies y manos, y las manos y pies como de mona. Habita este animal en los profundos manantiales de las aguas” (Sahagún, 2000: 1037).

En la cosmovisión nahua, el ahuítzotl tenía la capacidad de ahogar a la gente, jalándolos al fondo del lago por medio de la mano que tenía en su cola. Es muy probable que la imagen de este ser mítico se construyera a partir de diversas especies que habitaban en el lago. Otros animales fantásticos mencionados por Sahagún son: la “monstruosa” serpiente de agua, una culebra de dos cabezas, o culebras con cuernos.

De igual forma, la Cuenca proveyó de otros recursos comestibles que para los españoles eran consideradas “inmundicias”, pero que para los grupos prehispánicos y aún en la gastronomía actual son parte importante y fuente de proteínas. Me refiero a los insectos como gusanos de maguey, hormigas y huevos de hormiga, huevos de mosco, así como otras especies acuáticas como los acociles.

            Desde que los mexicas se asentaron y tras la fundación colonial de la Ciudad de México, los lagos fueron objeto de diversas obras hidráulicas: canales, acequias, calzadas elaboradas de cal y canto, acueductos y albarradones. De estos últimos, destacan los elaborados por Ahuítzotl y Nezahualcóyotl, cuyas obras tuvieron su origen en las inundaciones de 1449 y 1499. El albarradón de Nezahualcóyotl, construido en 1499, tuvo una longitud aproximada de 16 km y corría desde Iztapalapa hasta Peñon de los Baños. La función principal de estas obras, además de delimitar las áreas de ocupación del lago, también trataron de evitar las futuras inundaciones.

            Finalmente, a comienzos del siglo XVII Enrico Martínez realizó las primeras obras de desecación del lago de Texcoco, por medio del tajo de Nochistongo. Los lagos del sur fueron, al principio, sólo controlados por diques. Y fue en el siglo XIX, cuando en la Ciudad de México, que seguía experimentando inundaciones, se propuso continuar la desecación del lago de Texcoco por medio un nuevo tajo y la de los lagos de Xochimilco y Chalco. En la actualidad, estas obras hidráulicas son las que dan la falsa imagen de que vivimos en un Valle, aunque mientras paseamos por los canales de Xochimilco, estamos siendo testigos de ese antiguo paisaje acuático.

 

Para saber más:

  • Benavente Motolinía, Fray Toribio de, Historia de los Indios de Nueva España, México, Porrúa, 1984, (Colección sepan cuantos... 129).
  • Carballal Staedtler, Margarita yMaría Flores Hernández, "Elementos hidráulicos en el lago de México-Texcoco en el Posclásico", en Arqueología Mexicana, vol. XII, núm. 68, pp. 28-33
  • Carrillo Trueba, César, El pedregal de San Ángel, Prólogo de Miguel León-Portilla, Epilogo de Jerzy Rzedowsky, México, Coordinación de la Investigación Científica, UNAM, 1995.
  • Cortés, Hernán, Cartas de Relación, México, Editorial Porrúa, 1960.
  • Sahagún, Fray Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva  España, 3 tomos, México, CONACULTA, 2000, Libro XI, Tomo III, (Cien de México).
Para citar: Hugo García Capistrán, El ambiente de la antigua Cuenca de México, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/index.php/amoxtli/1809/1809. Visto el 27/03/2024