Escribir sobre las Indias: de la Crónica a la Historia Oficial

Descubridores, conquistadores, oficiales al servicio de la corona, hombres de iglesia y particulares enviaron desde las Indias informes, relaciones, cartas y memoriales. Sus escritos estaban condicionados por su formación, la intención de su relato y la comprensión de las materias sobre las que escribían. Las noticias también se divulgaron de boca en boca a partir de los relatos de pilotos, marineros y pasajeros. La novedad siempre era bien recibida y ello animó a escribir sobre las Indias, sus habitantes, flora y fauna. Aparecieron así historias generales y particulares que, a través de la letra impresa, se difundieron con rapidez dentro y fuera de la Península. En ellas se contaban cosas que no se aprendían en los centros universitarios más famosos de su tiempo como Salamanca, París o Bolonia.

Sobre aquellas novedades escribieron en el siglo XVI Pedro Mártir de Anglería, Gonzalo Fernández de Oviedo, Francisco López de Gómara, Bartolomé de las Casas y el jesuita José de Acosta, entre otros. Las posibilidades se multiplicaron tras el salto de las Antillas al continente, convirtiéndose en un reto reunir información sobre ámbitos diversos y múltiples actores. En buena medida, el lector, como apuntó Pedro Mártir de Anglería, tenía la sensación de estar recorriendo el mundo entero.

Los autores buscaron la credibilidad de su relato apelando a su condición de testigos o a sus fuentes. Algunos, como Gonzalo Fernández de Oviedo, Bartolomé de las Casas y José de Acosta vivieron en las Indias. Otros, como Francisco López de Gómara, Pedro Mártir de Anglería y Antonio de Herrera nunca atravesaron el océano, lo que nos les impidió escribir sobre ellas. Unos breves comentarios pondrán de relieve las obras con las que alcanzaron reconocimiento como historiadores de Indias, aunque muchos de ellos también escribieron sobre otras materias y ámbitos geográficos.

El italiano Pedro Mártir de Anglería (c. 1455-1526) fue preceptor de hijos de nobles en la corte de los Reyes Católicos. Desde su privilegiada posición, sus cartas se convirtieron en una vía de difusión de las noticias que llegaban de las tierras descubiertas por los castellanos. Como otros humanistas escribía en latín. Los breves relatos que difundió entre sus corresponsales los amplió en textos que se imprimieron entre 1511 y 1525, las conocidas como Décadas. Su nombramiento como cronista real de Castilla le facilitó acceder a los informes que se recibían en la corte, así como a muchos viajeros que regresaban de las Indias, a quienes preguntaba con curiosidad. Las ocho décadas que escribió, organizadas en diez libros cada una, se publicaron juntas en 1530 bajo el título De Orbe Novo. En ellas, con estilo ajustado y ligero, se hizo eco de la ampliación del horizonte geográfico indiano, de cómo regresó de «las antípodas occidentales cierto Colón», de las acciones de Cortés en las tierras de «Olloa, Yucatán y Cozumella», del rico presente enviado desde Veracruz, de la ciudad de «Tenustitán, alias México» y de su poderoso señor «Muteczuma». También se hizo eco de los dos mapas que Cortés confió a Juan de Ribera, uno elaborado en algodón, en el que estaba dibujada la llanura y los montes que la rodeaban con los pueblos amigos y enemigos de Moctezuma, y otro más pequeño en el que estaba pintada la ciudad de Tenochtitlan. En la octava década trató de la rivalidad de Cortés y Garay, de la salida del capitán hacia las Hibueras y algunos aspectos de la cultura mexica. Su inclinación por los asuntos de las Indias se vio reconocida con el nombramiento de consejero de Indias en 1524.

Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) estuvo vinculado desde joven a la corte de los Reyes Católicos y sirvió a su heredero, el príncipe Juan. A su muerte, viajó a Italia, donde empezó a comprar libros, compañeros de muchos viajes, incluidos los atlánticos, y entró en contacto con los humanistas. A su regreso a la Península trabajó como escribano, ocupación con la que pasó a las Indias en la expedición de Pedrarias Dávila. Conoció bien la realidad indiana, especialmente la de Tierra Firme y las Antillas, donde vivió y murió siendo alcaide de la fortaleza de Santo Domingo. Su experiencia y la innata curiosidad que mostró se reflejan en sus obras de historia. El primer trabajo que publicó sobre el Nuevo Mundo fue el Sumario de la natural historia de las Indias (1526), dedicado a Carlos V. En él ofrece un breve panorama sobre la realidad de las islas y el continente, sus habitantes, flora y fauna. La difusión de esta obra, que incluía algunos grabados sobre las novedades sobre las que escribía, hizo que en los círculos letrados fuese reconocido como una autoridad. Trabajó luego en la redacción de la Historia general y natural de las Indias, que no se publicó completa en vida del autor. La primera parte se imprimió en Sevilla en 1535, tres años después de que hubiese sido nombrado cronista oficial de las Indias. Para el desempeño del cargo utilizó sus propias observaciones, testimonios de «testigos de vista», fuentes manuscritas, obras de otros autores a los que mencionó y entrevistas con algunos personajes. Así, en la que realizó a Juan Cano en Santo Domingo se presenta como un «periodista» que interroga al entrevistado y logra que hable de Cortés, Moctezuma y Cuauhtémoc. En otras ocasiones incluyó documentos, como la Instrucción que Diego Velázquez dio a Cortés. Oviedo no ocultó sus críticas sobre la actuación de conquistadores, clérigos y frailes, así como sobre la eficacia de la acción evangelizadora. Fue consciente de que muchos asuntos sobre los que escribió requerían más información para actualizar lo redactado, pues era una relación de un mundo nuevo. En los manuscritos de su Historia incluyó información gráfica sobre los nativos de las Indias, así como de la flora y fauna. La Nueva España es tratada ampliamente en el libro XXXIII, dedicando casi una veintena de capítulos a la conquista de México.

El clérigo Francisco López de Gómara (1511-c. 1562) pasó varios años en Italia y fue capellán en el Colegio de San Clemente en Bolonia, etapa en la que se relacionó con otros humanistas y completó su formación. Aunque era un gran latino escribió sobre las Indias en castellano. Reconoció como historiadores de Indias a Pedro Mártir de Anglería, a Hernán Cortés y a Gonzalo Fernández de Oviedo. Dicha consideración no se la otorgó a los capitanes y pilotos que escribieron sobre sus entradas y navegaciones. En 1552 publicó en Zaragoza la Historia de las Indias y conquista de México, obra que tuvo una amplia difusión y numerosas ediciones. Como se deduce del título, estaba dividida en dos partes, que el autor consideró como un cuerpo, aunque también se imprimieron por separado. La primera se la dedicó al emperador Carlos V señalando que «la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crió es el descubrimiento de Indias». La segunda, al hijo de Cortés, pues trataba de la vida de su padre, a quien conoció cuando regresó a Castilla la primera vez (1528) y con quien volvió a coincidir en Argel en la expedición para tomar esa plaza. Incluyó en la obra un grabado con la representación del viejo y del nuevo mundo. Aunque de tosca elaboración, su fin era dejar clara la idea de que el mundo era uno y de las dimensiones de las Indias en relación con el mundo conocido. La obra tuvo muy buena acogida y en la edición que apareció en Medina del Campo en 1553 se utilizó un título más «comercial», Hispania Victrix. Curiosamente, meses después se prohibió su impresión, venta y lectura. Ello no impidió que se hiciesen dos ediciones en Zaragoza, varias más en castellano en Amberes y que se tradujese y publicase en italiano, francés, inglés e incluso en turco otomano. En la primera parte ofrece una visión general y breve de la expansión española, describiendo el espacio y deteniéndose en los acontecimientos más relevantes. Aunque nunca viajó a las tierras sobre las que escribió, se afanó en determinar con el compás sus dimensiones cuando trata sobre «el sitio de las Indias». La Conquista de México, título que dio a la segunda parte de su Historia de las Indias, se inicia con el nacimiento de Cortés y termina con su muerte. Para su redacción, además de los documentos que pudo consultar, mencionó como fuente al conquistador Andrés de Tapia y a algunos servidores de la casa de Cortés. En ella dedicó varios capítulos a los antiguos mexicanos (sistema de numeración, calendario, reyes, costumbres y fiestas). La lectura de su obra suscitó la crítica de Bernal Díaz del Castillo por ensalzar solo la figura de Cortés y olvidarse de los conquistadores, y también la del dominico Bartolomé de las Casas, que le reprochó ser «criado» de Cortés y escribir a su dictado.

Otro hombre de Iglesia, el dominico Bartolomé de las Casas (c. 1484-1566), escribió una Historia de las Indias que empezó a redactar en 1527. El manuscrito lo confió a los dominicos del Colegio de San Gregorio de Valladolid con la indicación expresa de que no se imprimiese hasta que transcurriesen, al menos, cuarenta años. Pasaron muchos más, pues no se publicó hasta 1875. En su obra, Las Casas escribe desde que Colón descubrió América hasta las dos primeras décadas del siglo XVI. Durante su vida se movió con soltura en la corte y estuvo en las Antillas y Tierra Firme en unos años cruciales en los que conoció a muchos de los protagonistas sobre los que escribió, entre ellos a Colón y a Cortés. Para la elaboración de sus obras consultó y acumuló numerosos manuscritos e impresos en su biblioteca. En su Historia, Las Casas ofrece una visión crítica de la acción de los españoles en las Indias y una clara defensa de la población indígena. Sobre sus costumbres y vida proporciona más información en la Apologética historia sumaria, tratando de comprender sus creencias. Otro de sus escritos, sin duda el más polémico, fue la Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Publicado en 1552, tuvo una amplia difusión fuera de la Península y fue utilizado por los adversarios de la monarquía Hispánica para la propagación de la Leyenda Negra. Lo cierto es que, de todos sus textos, el único que mencionó en su testamento fue la Historia de las Indias, a cuya redacción consagró gran parte de su vida.

Antes de concluir el siglo XVI, el jesuita José de Acosta (1540-1600), autor de la Historia natural y moral de las Indias, editada en Sevilla en 1590, se presenta como un investigador y observador de la realidad que conoció en Perú y Nueva España. La obra es un compendio en el que reflexiona sobre el origen del hombre americano y pone de manifiesto su admiración por la naturaleza y el interés por las culturas indígenas. Como señala en el proemio, se habían escrito obras que daban noticias «nuevas y extrañas» sobre las Indias, pero ningún autor había intentado aclarar las causas y razones de aquellas novedades y extrañezas, ni se había preguntado sobre ellas y tampoco encontró un libro que tratase sobre los hechos e historias de los indios. Aclarar estas cuestiones fue su objetivo. Para ello, en la historia natural estudia el marco geográfico y en la historia moral compara los desarrollos culturales de la Nueva España y el Perú. Si bien acude a las autoridades grecolatinas en el razonamiento, también cuestiona la realidad basándose en su experiencia, por lo que su visión sobre el mundo americano se distancia de la mentalidad europea y se adelanta en muchos aspectos a su tiempo. Su obra fue muy elogiada, entre otros, por Alexander von Humboldt, quien destacó su método riguroso y sistemático.

A medida que avanzó el siglo XVI la corona fue consciente de la necesidad de conocer las Indias para gobernarlas. Con aquel fin, en 1571, se designó a Juan López de Velasco «cronista y cosmógrafo mayor de los estados y reinos de las Indias, islas y tierra firme del mar océano». Entre sus cometidos estaba la recopilación de la historia general, los hechos memorables y lo relativo a la cosmografía y descripción de las Indias. Resultado de su trabajo fue una Geografía y descripción universal de las Indias, pero no acometió la redacción de una Historia. Quien sí lo hizo fue Antonio de Herrera y Tordesillas (1549-1625), nombrado en 1596 cronista mayor de Indias y más adelante cronista de Castilla. Tras pasar unos años en Italia, a su regreso a la Península, pasó a servir al rey, dedicándose a escribir Historia, labor que compaginó con la de traductor. Dejó una amplia obra en la que destaca la Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar océano. El título da cuenta de su deseo de narrar las acciones de los castellanos en el Nuevo Mundo. Para ello realizó una labor de síntesis y compilación de los acontecimientos más relevantes entre 1492 y 1554. Al igual que quienes le precedieron acopió materiales para acreditar la veracidad y tuvo a su alcance la documentación de los archivos oficiales y obras de otros autores. El uso que hizo de textos ajenos, que copia o parafrasea, le ha valido más de una crítica, aunque no fue el único que procedió en su época de aquella manera. Para escribir sobre la Nueva España declaró haber manejado los papeles remitidos a la corte por Sebastián Ramírez, presidente de la audiencia, el virrey Mendoza, las relaciones del obispo Zumárraga, los memoriales de Diego Muñoz Camargo y de fray Toribio de Benavente, además de manuscritos de Bartolomé de las Casas y de José de Acosta, entre otros. En su obra también se encuentran referencias procedentes de los escritos de Cortés, López de Gómara, Bernal Díaz del Castillo o Francisco Cervantes de Salazar, entre otros.

El cumplimiento de los plazos para la presentación de su trabajo en el Consejo de Indias lo llevó a extractar y organizar el material recopilado, primando la descripción. Organizó su Historia en grandes apartados que incluyen diez libros cada uno, de ahí que su también se conozca con el nombre de Décadas. Las cuatro primeras se publicaron en 1601 y las cuatro restantes en 1615. Pocos años después se imprimieron en diferentes ciudades europeas en latín, francés y alemán, muestra de su buena recepción. La obra se enriqueció con la inclusión de mapas que aportan información sobre el territorio en el que se desarrollan los hechos y la portada de cada Década con viñetas glosadas sobre algunos acontecimientos, deidades de los mexicas, gobernantes y retratos de una selección de protagonistas, incluido el del autor. Herrera organizó el discurso histórico con un criterio sincrónico, lo que obliga al lector a consultar diferentes partes de la obra para leer los acontecimientos de un mismo ámbito. Así, para seguir los relativos a la Nueva España habría que acudir a diversos pasajes de la segunda Década a la octava.

La escritura de los autores mencionados no estuvo exenta de críticas, prohibiciones e incluso de pleitos. Así, el Consejo de Indias prohibió la Historia de López de Gómara; Bartolomé de las Casas puso trabas a la impresión de la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo y Antonio de Herrera tuvo que defenderse de las acusaciones de un nieto de Pedrarias Dávila por lo que escribió sobre él. Todos escribían historia, pero la opinión que unos tenían de los otros, y de cómo lo hacían, revela tensiones y diferencias. Las Casas criticó a Fernández de Oviedo y a López de Gómara, a quien Bernal Díaz del Castillo reprochó escribir «de oídas» y no haber estado en las Indias. Idéntico comentario hizo fray Juan de Torquemada de Antonio de Herrera, quien cuando asumió el cargo de cronista prometió escribir sin «ocultar verdad ni decir falsedad».

 Los primeros autores que escribieron sobre las Indias contribuyeron a abrir las puertas de la historia del Nuevo Mundo a los lectores de su tiempo y la incorporaron al discurso historiográfico. Casi cinco siglos después, sus obras continúan leyéndose, signo de que alcanzaron el reconocimiento que persiguieron con su escritura.

 

 

Para citar: María del Carmen Martínez Martínez, Escribir sobre las Indias: de la Crónica a la Historia Oficial, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2627/2623. Visto el 24/04/2024